Aviva |
Cuando solemos ver a un bebé con los mocos colgándole en la nariz, inmediatamente nos nace un impulso de aligerarle su carga, sobre todo porque consideramos que ellos son incapaces de gestionar sus propios mocos. Pero a veces en nuestro afán por limpiarles terminamos generándoles incomodidad, dolor y malestar, y en nuestra visión adultocéntrica de la vida nos cuesta aceptar que hay ciertas cosas, como sonarse los mocos, que nadie puede hacer por otra persona, por más buenas intenciones que se tenga.
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