20 años del semillero

by - noviembre 14, 2025



Semillero de yoga 2024

Hoy nos reunimos para celebrar simbólicamente los 20 años de nuestro SEMILLERO DE YOGA, digo simbólicamente porque la fecha oficial fue hace varios meses, pero por fin tuvimos el valor de hacerlo. No quisimos hacer una gran convocatoria para quienes alguna vez pasaron por ahí, porque, si bien el aniversario es motivo de celebración, a la vez estábamos compartiendo la noticia que el semillero llega a su final.


Pararme frente a este momento y poder comunicar esto, me lleva a mirar atrás, a ver todo lo que ha sido de mí en los últimos 20 años, ver cómo mi propia historia se ha tejido con la historia del semillero, poder recordar y agradecer a todos los que han hecho posible que nos hayamos podido encontrar este tiempo.

Semillero de instructores de yoga 2013


Semillero de yoga 2023

Debo aclarar que el semillero no fue un invento mío, siempre hay seres detrás de uno que abren el camino, y esta vez no fue la excepción; acá honro a la figura precursora de todo esto, mi viejo hermano y amigo Jhon Ramírez. Él fue el creador de las típicas frases "el aporte es voluntario, pero el abrazo es obligatorio" y "uno los viernes a las seis de la tarde está donde quiere estar". Jhon empezó a convocar gente, amigos, conocidos y alumnos para abrir un espacio en el que pudiéramos conversar sobre yoga, estudiar yoga y sobre todo en el que pudiéramos vivir el yoga. En aquella época todo lo relacionado con yoga era muy incipiente; yoga era un término desconocido para el público general; no existía casi ninguna de las escuelas de hoy. Este espacio nació como un lugar para aprender sobre yoga y para formar futuros profesores, ya que no había ninguna oferta de este tipo en la ciudad.


John también tuvo su mentor, Memo, otro viejo amigo y hermano, quien de hecho lo formó en estas cosas místicas del yoga y más, y lo impulsó a abrir espacios como el del semillero para compartir estas enseñanzas, libres de doctrinas, escuelas y dogmas. Siguiendo los pasos de ambos entro yo, que en aquella época era joven, aunque no me consideraba así, y es raro que haya empezado a ser parte de esto porque, aunque había estado inmerso en este mundo desde la infancia, no era algo que me llamara, y mucho menos para compartir. Por aquella época era un ferviente practicante de artes marciales y un estudioso de todos sus fundamentos filosóficos, pero el yoga no me llamaba, no lo sentía parte de mí, y eso de ser profesor, menos. De hecho, ni me veía dando clases de kung fu, yo sólo entrenaba para mí, creo que en esa época me había comprado muy bien esa idea de la búsqueda de la iluminación individual. Sin embargo, nuestras vidas empezaron a tejerse de muchas formas, yo era un aprendiz consagrado y receptivo, y recuerdo que Memo me dijo que debería complementar las artes marciales con yoga, y yo seguí ese consejo, así fue que empecé este camino.


En un principio el semillero tenía dos fases, una externa hacia el público, y era la que lideraba John y funcionaba los viernes. Era un espacio para practicar con la guía del profe y para conversar sobre ciertos temas alrededor de yoga, donde siempre estaba abierta la palabra para que todos aportáramos. John, con sus historias y explicaciones divertidas, siempre permitía encontrar claridades y llevar a feliz término cada temática, eso sí, no era un espacio para todo el mundo, había dos requisitos básicos: tener algún tipo de conocimiento o experiencia previa sobre yoga y los asistentes debían comprometerse a sostener la práctica personal.


Retiro de ayuno del semillero en Cisneros 2012 o 2013

La segunda cara del semillero era interna, liderada por Memo, ahí estaba yo. Era un espacio para unos pocos, nos reuníamos los lunes en la noche, y ahí todos teníamos el compromiso de liderar, nos rotábamos para ello, y era sin previo aviso, es decir, que a cada encuentro todos llegábamos dispuestos para compartir la práctica. Adicionalmente había una propuesta de temario; cada lunes alguno de nosotros debía exponer ante el grupo, la dinámica era que todos debíamos exponer todos los temas, por lo que un tema era abordado muchas veces y así nos nutríamos de múltiples perspectivas. Esta modalidad hacía que fuera un espacio donde todos teníamos un rol activo, y ninguno podía ser un mero espectador.


Se me hace muy bello ver en retrospectiva estas metodologías, no había un precio por todo el proceso, eso lo hacía invaluable, teníamos que pagar con la disciplina, con la constancia, con nuestra propia preparación, pero sobre todo con nuestra disposición a compartirnos. Tampoco había un punto de partida ni uno de llegada, era una espiral constante, siempre abierta a lo que emergía.


Con el tiempo, este grupo interno se fue decantando, a pesar de eso, duramos así varios años, la mayoría de los que participaban no lograron sostener el ritmo de estar estudiando y compartiendo constantemente, ahí comprendí lo difícil que es encontrar personas dispuestas a aprender con esas metodologías, ya que la mayoría quiere ir sólo para que le enseñen, pero poca gente esta dispuesta a aprender desde el enseñar. Esta metodología intenté implementarla en múltiples ocasiones, pero generalmente con los mismos resultados.


Semillero de instructores de yoga 2008

Con este giro, Jonh me invitó a ser parte del grupo de los viernes, con la propuesta de que lo guiáramos entre los dos, y así lo hicimos; fue una etapa muy bella para el Semillero de Yoga, que por aquel entonces no se llamaba así, sino El semillero de instructores de yoga, y esta palabra adicional marcaba la dirección de todos nuestros encuentros. Ya en sinergia, John y yo le inyectamos nuevas metodologías y nuevas temáticas. De esa época recuerdo muy claramente a John explicando a principio de año cómo funcionaba la metodología de los encuentros; contaba que el semillero era como la huerta de la abuela, enfatizando en que había lugar para todos, que cada uno crecía y daba frutos a su propio ritmo, y que cuando llegaba el momento cada uno debía trasplantarse a otros lugares para continuar compartiendo sus semillas.


Unos años más tarde empezaron a aparecer en la ciudad varias formaciones para hacerse profesor de yoga, cuando eso sucedió, John y yo nos miramos y sentimos que el semillero había cumplido su propósito. Les dijimos a todos que fueran a formarse y a nutrir esos otros espacios que estaban germinando. Nos despedimos y dejamos de encontrarnos, pero esta pausa no duró ni un año porque las propuestas que fueron llegando eran muy dogmáticas, excluyentes, cerradas a otras visiones, y muchas personas nos pidieron que volviéramos, así que reavivamos nuestros encuentros, y vino una época muy floreciente, con asistencias muy generosas y la integración de visiones muy complementarias.


Más adelante se nos metió una idea en la cabeza, crear de todo lo que se había gestado en el semillero un curso para ofrecer desde la universidad, era una idea loca, había que hablar el lenguaje académico para poder convencerlos, pero antes cambiamos todo el formato del semillero, ahora desde inicio del año teníamos asignados temas para cada encuentro, y nos dimos la libertad de explorar múltiples metodologías para compartir cada uno de esos temas, y con toda esa experiencia y ese pilotaje construimos una propuesta que presentamos a la universidad. Ellos aceptaron, pero no nos convencieron los términos que nos propusieron; querían que fuera sólo para sus egresados y nosotros queríamos que fuera abierto a todo público, así que abandonamos la idea loca de poder llegar a más personas haciendo sinergias con la universidad.


El tiempo siguió pasando y pudimos ser testigos del rumbo que estaba tomando el yoga. Todo cada vez era más caro, había más y más formaciones, cada una más cara que la anterior, y cada vez estaban más de espaldas a la gente menos favorecida. Todos querían crear sus propias escuelas, todos estaban buscando cómo librar las inversiones de los cursos costosos que habían hecho, y ahí, en medio de tanta indignación me dió por escribir un manifiesto que titulé "Yoga para todos". Este texto le dio lugar a uno de los primeros hijos del semillero, una iniciativa con la que convocamos a muchos profes de yoga de múltiples tradiciones a compartir estas enseñanzas en hogares de paso infantiles, con personas en situación de calle y muchos otros públicos en situaciones vulnerables.


Fue una etapa muy bella, yo particularmente me sentía muy feliz de poder expandir este compartir, sin embargo, con el tiempo, los profes fueron manifestando que no se sentían lo suficientemente bien para acompañar estos grupos, que ver el dolor y el sufrimiento de frente les desestabilizaba mucho y no tenían cómo manejarlo. Debido a eso, el grupo de profes también se fue decantando, al final quedamos muy pocos, tan pocos que ya no podíamos cubrir los espacios que nos habíamos propuesto y nos tuvimos que retirar. Aunque nos despedimos de esta forma de compartir, nos quedaron muchos aprendizajes, el principal de ellos venía del reconocer que las formaciones de yoga de donde habían salido todos estos profes, los habían preparado para "enseñarle" a gente joven, saludable, bonita y con plata, pero no los habían sensibilizado para reconocer que la mayoría de la población no tiene esos privilegios y mucho menos les habían dado herramientas para traducir las enseñanzas del yoga a estos públicos. Entendimos entonces, que para poder hacer que una iniciativa como "Yoga para todos" funcionara, primero había que capacitar a los profesores sobre otras maneras de compartir la práctica más allá de las formas externas y que había que crear lazos y conexiones para que entre todos los profes pudiéramos sostenernos, aprender mutuamente y concebir nuevos proyectos que permitieran que el yoga floreciera en las grietas de nuestra civilización. Ese fue entonces el rumbo que nos trazamos.

Semillero de yoga 2015

Un suceso inesperado reformuló todo. Un martes, hace más de diez años, John murió en un accidente de moto. Fue un momento muy fuerte, creo que pocos eran conscientes del impacto que había tenido John en la vida de tantas personas, fueron muchos años acompañando procesos, dando clases, guiando a otros profes, abriendo el camino de lo que sería la masificación del yoga en la ciudad. Con su partida tuve el honor de acompañar muchos espacios en la ciudad donde cientos de personas honraron su vida, y mientras intentaba estar ahí para todos ellos, mientras intentaba hacer lo mejor posible para acompañar a su familia, y mientras me derrumbaba por dentro al perder a una de las figuras que más me habían impulsado y apoyado en los últimos años, también me debatía sobre qué hacer con el semillero. Una parte de mí sentía que la mejor forma de honrarlo era llevando el semillero a feliz término, además no me sentía lo suficientemente seguro de poder liderarlo solo, otra parte de mí quería seguir sosteniendo el espacio, quería encontrar el valor y la sabiduría necesarios para poder hacerlo; al final, esta segunda parte mía, no se cómo, ni mucho menos cuándo, ganó la partida. Logré rearmar todo lo que dentro de mí se había derrumbado, pararme frente a todos y decirles: esto continuará en la medida en que todos sigamos sosteniéndolo; yo voy a estar aquí, si ustedes vienen, esto va a seguir. Ellos siguieron yendo, y yo también, y así iniciamos un nuevo capítulo en la historia del semillero.

No quisiera seguir este texto sin antes honrar los aprendizajes que me dejó este hermano de la vida, y es que de él aprendí a escuchar, para desde ahí improvisar; de él aprendí que lo más importante para enseñar era el humor, puede que no me lo crean, pero yo la mayor parte de mi vida hasta esa época era muy amargado, y fue gracias a John que logré reconocer la importancia de reírme y de hacer reír. También aprendí sobre la disposición; él era de esos seres que siempre estaban disponibles para conversar con todo aquel que se lo pidiera. Recuerdo muchas veces verlo atravesando la ciudad en medio de un aguacero solamente para estar ahí para alguien que lo había llamado. La generosidad fue otro gran aprendizaje, al final de los encuentros sacaba un taleguito y recogía en aporte voluntario, y decía: y si no tiene para echar algo, entonces es porque le hace falta, así venga y saque algo al menos para que tenga los pasajes para regresar a su casa, tamaña generosidad. Con todo lo que hizo me dejó una marca que aún vive, una invitación a abrir las manos, a nunca cerrarle las puertas a aquel que quiera aprender y a apoyar a todos aquellos que necesiten una mano para labrarse a sí mismos. De él también aprendí la rebeldía de no tragarse los protocolos ni las instituciones, y la nobleza de traducir todos estos conocimientos con los lenguajes más entendibles para todo público. La confianza que depositó en mí para que creáramos juntos, independiente de que yo tuviera mucha menos experiencia que él, me dejó el aprendizaje de abrirme, reconocer el potencial de los demás e invitarlos a que caminemos y creemos juntos. Dicho todo esto, debo aclarar que el principal aprendizaje que me dejó es siempre estar dispuesto a morir y a dejar morir.


Semillero de yoga 2018

Después de sortear y sostenernos tras este trágico momento, pasó algo muy gracioso, y es que se volvieron a abrir las puertas con la universidad, así que sin tanto esfuerzo y en los términos que queríamos logró germinar el que ha sido el hijo más prominente del semillero, la Diplomatura en Yoga. Para mí era muy raro estar ahí sin mi viejo amigo con quien me había soñado todo eso, pero hoy puedo reconocer que no he estado solo, siempre he estado rodeado de viejos amigos, colegas y alumnos con los que hemos sostenido la diplomatura ya diez años.

Diplomatura de yoga cohorte del 2020

La diplomatura siento que fue como un florecimiento muy bello, todo lo que habíamos piloteado en el semillero en el pasado encontró su lugar, y desde ahí logramos acompañar procesos formativos de largo aliento, tal como nos lo habíamos soñado, logramos invitar a tejer sueños personales y colectivos, tendimos un puente entre el mundo académico y este mundo místico, alzamos voz para recordar que el mundo no necesita más profesores de yoga sino más humanos cotidianos que se cultiven a sí mismos, y desde la diplomatura nos permitimos recobrar un yoga conectado con la vida cotidiana, basado en los principios y no en los protocolos.


Pareciera que el nacimiento del diplomado iba a ser el fin del semillero, ¿qué sentido podría tener un espacio como el semillero, que no tenía ni principio ni fin, que no tenía temáticas preestablecidas, que era basado en lo espontáneo, al lado de un proceso formativo estructurado? Lo gracioso es que fue todo lo contrario, las generaciones de estudiantes que fueron pasando por el diplomado terminaron enriqueciendo el semillero, querían sostener el tejido, querían seguir alimentando el fuego, querían seguir enriqueciéndose de un compartir donde todos tenían voz y donde las conversaciones giraban alrededor del yoga de la vida. Todo esto le dio lugar a una época muy preciosa en donde el semillero se expandió, creamos grupos de estudio sobre libros y temáticas específicas, incluso logramos contar con diferentes grupos que operaban en simultáneo en diferentes regiones de la ciudad.


Retiro del ayuno del semillero San Carlos 2016

De esta época germinaron muchos hijos más del semillero: el blog donde nos permitimos escribir nuestras reflexiones, críticas y propuestas y a la vez sistematizar muchos de los contenidos alrededor del yoga, que con el tiempo rebrotaron en la forma de nuestros libros de apuntes peregrinos. También nacieron los peregrinajes, que fueron una forma de poner en práctica esta conexión con la sabiduría de la vida visitando diversos santuarios naturales y aprendiendo de ellos. Además, emergió un proceso colectivo que llamamos Yoga como Filosofía Viva, desde el cual nos propusimos seguir compartiendo espacios formativos, sin prisa, sin doctrinas, sin necesidad de certificados, promoviendo la forma de aprender desde los principios, honrando la forma como la aprendimos. También surgió el Yogaverso como un podcast para hablar sobre el yoga cotidiano y sembrar reflexiones que pudieran llegar mediante la virtualidad a polinizar otras latitudes.


La primer sadhana itinerante en Tamesis 2018 o 2019

Hoy, al escribir sobre todos estos hijos del semillero, que sumados a todas las semillas humanas que son todos los que han pasado por este espacio y todos los proyectos que de ellos han salido, siento mi corazón rebosante de alegría y gratitud por todo lo que hemos ayudado a gestar para sembrar el cambio que queremos ver en el mundo, y siento que por todo ello es que no me duele decir que este es el momento adecuado para despedirnos del semillero como ha sido, sé que está y estará vivo en todos los que han pasado por él, y siento que me puedo despedir en paz porque no siento que hayan quedado pendientes.

Semillero de yoga 2017

Semillero de yoga 2025

Al ver lo que se ha vuelto el yoga hoy en día, siento que el semillero como ha sido hasta ahora no tienen lugar para florecer, y no lo digo solamente porque no tenemos una sede fija para nuestros encuentros (esto, si bien nos ha afectado, también nos ha permitido hacer depuraciones periódicas) sino porque he notado que la mayoría de la gente hoy no quiere procesos de largo aliento, no quiere co-crear y menos si no hay rentabilidad garantizada, la gente hoy sólo quiere experiencias, experiencias consumibles, instagrameables, experiencias que se puedan capitalizar, quieren dedicarse a coleccionar títulos y certificados, y sólo valoran lo que está mediado por el dinero, esos no son los idiomas que quiero hablar. Durante dos décadas hemos ofrecido una alternativa ante tanto ruido, y siento que es mejor despedirse acá, honrando y agradeciendo lo vivido, en vez de quedarme ahogándome en la amargura de sentir que la gente hoy no se compromete, que dan por sentado que siempre estaremos ahí, y que los profes no se animen a asumir el reto de cooliderar estos espacios ni a apoyar a los que sí lo hacen.


Seguro yo soy el principal responsable de todo esto, por no hacerlo rentable, por no enganchar a la gente, por no hacerlo deseable y consumible, por no hablar el lenguaje del mundo de hoy, por abrirme a confiar en otras personas y sé que debo asumir esa responsabilidad, pero para ser sincero prefiero despedirme con paz y coherencia por haber sostenido mis principios, que haberme unido al ruido de lo que está pasando hoy. De igual forma reconozco que han surgido otras perspectivas críticas que nutren y cuestionan el panorama, confío en que ellas puedan ser faros que guíen las transformaciones que el yoga necesita. Yo por ahora aprovecharé para dirigir mi energía hacia otros procesos, y me despido confiando en que todas las semillas que preservamos y cuidamos durante tantos años puedan encontrar tierras fértiles donde echar raíces y compartir sus frutos para hacer de este un mundo más bello.


Honrando y agradeciendo a los cientos de personas que han pasado por las diferentes actividades, encuentros, cursos que han nacido del semillero, a todos los que han leído, visto o escuchado nuestras reflexiones, y a todos los que han sabido recibir, cuidar y compartir todo lo que hemos compartido.


Sembrado por Esteban Augusto (Noviembre 2025)



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