Cuento 10.

by - marzo 07, 2020

Érase una vez una niña (buddhi) con unos rizos (ahankara) muy hermosos y definidos. Gracias a su madre la niña se esmeraba por mantener sus rizos perfectos y se sentía muy orgullosa de ellos, le encantaba que la atención de sus amigos y compañeros de colegio estuvieran en sus rizos. 

Cierto día, de la nada su madre la envió donde sus abuelos, quienes Vivian en el campo, ella no sabía que esa casa (cuerpo) era una granja, ni había vivido la experiencia del campo, eso pensaba, porque siempre ha tenido en la mente que ha sido una niña de ciudad, intacta, organizada y pendiente de sus finos rizos. 

La niña estaba atónita, no entendía porque estaba allá, le molestaban los olores, sentía que ese olor se podía adherir a sus rizos, pensaba que sus abuelos estaban locos por hablar con sus plantas y sus animales. 

Poco a poco el sonido de los animales (chitta) captaban la atención de la niña, generando curiosidad por conocer el espacio que sus abuelos disfrutaban tanto. 

Un día muy soleado la despertó el sonido de los pájaros, la niña sin pensar corrió, se encontraba sola y descalza en el jardín (mente), observando todo a su alrededor, aceptando el olor del campo, sintiendo por primera vez la tierra (chitta) en sus pies, disfrutando del canto de los pájaros, el sonido por los marranos y sintiendo la mirada del burro, esa mirada y el viento en sus rizos le recordó a su madre y el cuidado que infunde en ellos y de repente dio unos pasos atrás y entro a la casa, muchas cosas pasaban por su mente y solo pensó en lavarse y pulir sus rizos, sin embargo, pensaba en volver a ese sitio donde por un momento sintió que ya lo había vivido. 

Su abuela la miraba y aunque sabía lo que pasaba evitaba cuestionarla o motivarla en actuar, sabía que ese era un proceso personal. 

Luego de varios días la abuela decidió sacar de una caja unos objetos que guardaba entre ellos una banda para el cabello, al ver que la niña pasaba un buen rato observando por la ventana; la niña un poco curiosa tomo la banda y le pregunto a su abuela que era eso, y le contesto que era la banda de cabello que usaba su madre, pero ahora es tuya, se la entrego y salió al jardín; la niña lo entendió y midió la banda (manas) en su cabeza y supo que podía coger su cabello de manera que pudiera conservar sus rizos, que ya hacían parte de ella, al hacerlo sintió que ese simple echo activo sus sentidos y salió al jardín, sentía su vista más libre, todo era más claro con sus rizos atrás, sentía el sonido de sus animales (chitta) más agudos y con los recuerdos que llegaban a su mente en cada paso que daba en la tierra (chitta) se acercaba a la mirada de ese burro, por primera vez se olvidó de sus rizos (ahankara) perfectos y se conectó con todas las sensaciones que generaban ese jardín con sus animales y sus respectivos sonidos, sin darse cuenta, ni planearlo, la niña había cambiado, sintió que sus rizos estaban dirigiendo su vida, pero con la banda de su Madre en la cabeza los podía conservar y dirigir su vida según su guía interior y la conexión con las sensaciones de aquel lugar, sabía que podía conservar ambas cosas. 

Ahora disfrutaba del campo, entendía porque sus abuelos le hablaban a todo lo que existía allí, aprendió a caminar con el burro (chitta) y ya era ella la que se encargaba de cultivar la tierra, nunca se imaginó que con una rienda (manas) podía caminar en la misma dirección con el burro y que con un pedazo de madera atado al animal, podía arar la tierra (chitta) y sembrar toda clase de semillas, sabía que tenía la libertad de hacerlo; observando todo a su alrededor, sus movimientos, sus emociones, sus rizos, hasta sus pensamientos, supo que en esa casa en el campo, su tiempo era una manera de comprender la vida.

Sembrado por Claudia Sánchez (Marzo 2020)

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