Patanjali nos expone una primera forma de alcanzar el nirodah (la no identificación con las fluctuaciones mentales) la cual es a través de la combinación de dos elementos:
Abhyasa puede entenderse como la práctica constante de recordar quien soy en realidad y Vairagya como el desapegarse de todo lo que no soy.
Con esta primera definición de metodología de yoga propuesta con estos dos componentes, Patanjali pretende combinar dos tradiciones que le antecedieron, por un lado la de los Tapasuinis, que se dedicaban mediante su esfuerzo personal a alcanzar estados trascendentales, y por el otro lado la de los samnyasins o renunciantes, que mediante el desprendimiento de todo, incluso de sus propias aspiraciones, se acercaban a la gracia de lo supremo. Con esta conjunción se da claridad en el hecho de que obrar sólo desde el desapego conduce a la inmovilidad, y obrar sólo desde el esfuerzo conduce a la fatiga, pero la combinación de ambas permite sintonizarse con el dinamismo de la vida.
El yoga de hoy en día suele estar fundamentado en el primero de estos componentes, la práctica dirigida desde el esfuerzo, mantener la firme convicción y constancia sobre el practicar es un elemento muy importante, pero resulta fundamental entender que el esfuerzo por sí solo genera agotamiento, y por ello debe combinarse con el desapego, sobretodo con el desapego de los resultados del esfuerzo.
El trabajo con vairagya tiene mucho que ver con soltar los anhelos de las cosas, y no tanto con soltar las cosas, como se suele proponer hoy en día. Para soltarlos se puede comenzar teniendo deseos cada vez más sutiles y para esto pueden tenerse en cuenta las gunas, si soy muy tamásico buscar deseos cada vez más rajásicos, si ya estoy muy rajásico desear cada vez más sátvico y finalmente trascender también lo sátvico. Otro forma de trabajar vairagya es dedicando nuestros deseos, deseando por otros, por el bien de esos otros, darle una dirección a nuestros deseos, dejando de alimentar lo que creo que soy y entendiendo que sólo podemos ser en la medida que estamos interrelacionados.
No podemos olvidar que el deseo es inherente a la humanidad, lo más importante es estar siempre atento para identificar al servicio de quién se encuentra mi deseo: del pequeño yo egoísta, o del gran YO en conexión con el universo.
La práctica de abhyasa y vairagya se vive en el presente, porque si a cada instante doy lo mejor de mi en lo que estoy haciendo, pero me desprendo de los posibles resultados, estoy viviendo desde la espontaneidad, que es fundamental para que emerja la cesación. Esto puede verse en los procesos creativos, en los que de tanto esfuerzo la misma creatividad se satura, pero con un poco de dispersión y de desprendimiento de los resultados los procesos de creación simplemente suceden.
Esta práctica entonces debe ser renovada cada día, en cada respiración, es como si en cada inhalación recordara dar lo mejor de mi, y en cada exhalación me desprendiera de toda expectativa y de todo aquello que no soy. El trabajo diario desmitifica la idea de llegar a un lugar fijo e invita a que el proceso de Yoga sea sólo por este instante, que es eterno.
El movimiento entre abhyasa y vairagya permite mantenerse en el constante fluir, aceptar el dinamismo de la vida, ir adentro para volver afuera, y recordarnos que lo importante no es la meta, sino mantenerse caminando, mantenerse respirando.
Sembrado por Elisa Ochoa y Esteban Augusto (Encuentros septiembre 2019)
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