Al borde del risco

by - marzo 25, 2020



La vida muchas veces te pone frente a situaciones que te hacen sentir impotente y frustrado. Es como que te para al borde de un risco y te da como única opción de camino seguir adelante hacia el vacío. Un poco me siento así con todo lo que está pasando, llena de incertidumbre sobre lo que va a traer, ya ni siquiera el próximo día, sino la próxima hora, o el próximo minuto, y es que la actualización en noticias va así, fugaz. Y entonces, para no desfallecer y enloquecer sola encerrada en mi apartamento de unos 45 metros cuadrados, extiendo mi mat en el suelo y empiezo a respirar, a recordar todas las herramientas que el yoga me ha regalado.

 Hace un par de años empecé este camino, y mientras hacía mi primera formación, un día me dijeron: "te proponemos un ayuno, pasa un día entero tomando solo agua". Solo con escuchar eso el cuerpo se alerta, la mente reacciona, cómo va a ser, no es posible, tu cuerpo necesita alimento para vivir, vas a desfallecer, te vas a desmayar, te vas a enfermar. Pero ya estando ahí metida, y con la tranquilidad que me dieron mis guías, acepté el reto y lo logré. Todas las cosas que me había imaginado no pasaron y en cambio tuve una nueva experiencia que me permitió aprender mucho sobre mí, una experiencia con la que rompí paradigmas. Luego me enteré que hay personas que ayunan tres días, o una semana completa o Gurús que se la pasan por la vida así, sin consumir alimentos físicos, y ya no me pareció imposible ni loco.

 Otro día, más avanzada en la formación, nos hablaron de una cuarentena, ¡vaya palabra!, en ese entonces con una carga menos pesada que la que tiene hoy. Esta vez la propuesta eran 40 días de Sadhana (práctica diaria). Las condiciones eran que debía ser presencial y que la práctica sucedería a las 5:30 a.m. Nuevamente mi mente se alarmó. A qué horas tendría que levantarme para llegar hasta ese lugar de la ciudad a esa hora, cómo iba a llegar, qué iba a pasar con mi rutina y cómo así que no íbamos a descansar ni domingos, ni festivos. La mente es así, te presenta el mundo de posibilidades, está en ti verlas como obstáculos o como oportunidades. Una vez más estaba parada al borde del risco, mirando hacia el vacío sin imaginarme cómo iba a lograr llegar al otro lado. Sin embargo, llegó el último día de la cuarentena, y sentada entre la sangha (la hermandad construida en la práctica), con una mesa llena de comida, celebramos haber cumplido el reto. Un reto que trajo consigo reflexiones acerca de salirse de la zona de confort y entregarse con confianza y devoción a esta práctica transformadora.

 Ocho días atrás, con una nueva sangha y un nuevo guía, nos propusimos el reto de caminar un par de kilómetros subiendo descalzos por el cauce del río La Miel. Y como ya se imaginarán la mente vuelve a entrar en escena con sus ideas de: “no puedes”, “te vas a hacer daño”, “caminar en rocas en río siempre te ha costado un montón”. Sin embargo, llena de confianza y voluntad, emprendí esta nueva travesía. Como en las ocasiones anteriores al llegar al final sentí la satisfacción del camino recorrido y de las lecciones aprendidas, esas que quedan cuando confrontas tus sombras en lugar de huir de ellas.

 Así es también la práctica de asanas en el yoga. Te proponen una postura y un camino para llegar a ella. Empiezas a andarlo dudando de tener todo lo que se requiere, pero confías en tu maestro y en tu respiración; sigues sus instrucciones paso a paso y llegas amorosamente hasta donde tu cuerpo y tu mente te lo permiten. Construyes la postura que está bien para ti y cuando la deshaces y vuelves al reposo, si te dejaste permear por ella, si la “habitaste”, tomas consciencia de todo lo que te enseñó sobre tí mismo y sobre tu estado presente. 

 Todas estas experiencias yóguicas, son solo una analogía de lo que sucede en la vida y para mí, de lo que estamos como sociedad viviendo hoy. Estamos frente a un risco, con la misión de llegar al otro lado con vida, pero sin claridad sobre el camino que tendremos que recorrer para llegar allí. Mi invitación es entonces a caminar, paso a paso, confiando con amor y devoción en nuestro guía personal: Dios, Cristo, Universo o como lo sientan. Confiando en que llegaremos al final de este camino, unidos como sangha, apoyados unos en otros, solo para mirar atrás con gratitud por las lecciones aprendidas y por la transformación que este proceso traerá. 

 Tranquilo caminar.

Sembrado por Carol Jaramillo. (Marzo 2020)

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1 comentarios

  1. Lindo texto Carol. Como siempre enfrentando los miedos para luego llenarte de satisfacción y orgullo por las metas logradas. Un abrazo

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