De Balasana aprendí

by - marzo 11, 2020


Respeto mi proceso cuando confío en la Vida

 Imagina una semilla sufriendo porque no tiene hojas, esforzándose por dar frutos cuando apenas sus raíces están saliendo. ¡Cuánto dolor mirar a los árboles inmensos! ¡Las manzanas! ¡Las naranjas! ¡Todos florecen menos yo! ¿Te imaginas la angustia? ¿La presión?

 Qué bien le haría a la semilla acostarse simplemente sobre la tierra, entregar sus miedos, sus planes y sumergirse. ¿A qué huele la tierra? ¿A qué sabe? ¿Cómo se siente? Dejarse acariciar por el agua, por el sol hasta sentir desde adentro su deseo de expandirse, de ceder al impulso de abrazar a la tierra, de explorarla con sus raíces en lo profundo.

 Cerrar los ojos y sentir la fuerza que emerge desde adentro, la confianza que nace en sus raíces. Y desde allí, en la amorosa oscuridad de la tierra, advertir el impulso de estirarse, de crecer y conocer el sol con sus propios ojos.

 Cuántas veces pretendo forzar mi proceso, alcanzar metas que están desconectadas de lo que necesito. Correr de aquí para allá. Meter mi vida en un cronograma de tareas. ¿Hacia dónde voy si primero no me siento?

 ¡Luchar! Luchar con el Presente. Añorar el sol cuando llueve, la montaña cuando estoy en un valle, la pareja cuando estoy en soledad, el dinero cuando es la ausencia del él quién me visita.

 Abrazar este momento es confiar en la Vida. Cuando confío respiro y cuando respiro me siento. Al sentirme comprendo que la Naturaleza no está afuera, está adentro, latiendo, creciendo, impulsándome. 

 Solo así mis pasos manifiestan sabiduría. Camino en calma uniéndome al silencio. Entregando mis planes me convierto en un explorador de la Vida.

Sembrado por Susana Moncada (Marzo de 2020).

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