Hay cosas sobre las que tomamos el hábito de atesorar, y aunque creamos que son nuestras posesiones, terminamos siendo poseídos por ellas. Y una de estas cosas que más atesoramos son las "etiquetas" que cargamos sobre nosotros mismos, y que en ocasiones las confundimos con nuestra propia identidad.
Desde pequeños nos cuelgan etiquetas, el nombre es una de ellas, el género, la edad, la nacionalidad, y las aceptamos como nuestras, pocas veces las cuestionamos, y cuando lo hacemos, generalmente es para ponernos otra etiqueta más.
Con el paso del tiempo nos dedicamos a coleccionar más y más etiquetas, sobre nuestros gustos, sobre nuestra profesión, sobre nuestros sueños, sobre nuestros temores, esas y muchas otras son las etiquetas que vamos adhiriendo sobre nosotros, y solemos confundirnos con ellas a tal punto que nos definimos a nosotros mismos con base en las etiquetas que llevamos.
Algunas son etiquetas que otros nos pusieron, otras son autoelegidas. Muchas de estas etiquetas las conversamos por nostalgia de lo que fuimos, o por qué son un vínculo en común con las personas con las que compartimos. Muchas de estas etiquetas nos hacen reafirmar nuestra individualidad, o nos hacen mantener un sentido de pertenencia a un grupo. Pero lo que resulta importante resaltar es que por más útiles se sean o que hayan sido cada una de esas etiquetas, ellas no son lo que somos en realidad.
A modo de ejemplo, imagínate una botella de vidrio, es cristalina, y a través de ella puedes observar claramente su contenido interior. Pero si esa botella está envuelta de etiquetas, será más complejo poder conectarse con su interior. Y así solemos ser nosotros, que de tanto coleccionar etiquetas perdemos el contacto con nuestra realidad interior.
Ahora bien, puede que seamos felices con las etiquetas que portamos, y que no queramos cuestionarlas, pero llegan momentos en nuestra vida donde algunas etiquetas se caen por su propio peso, y podemos vislumbrar qué hay algo más allá de eso que creíamos que éramos, momentos como esos son los momentos de crisis, que nos llevan a cuestionarnos y a crecer, puede que después de una crisis escojamos el camino simple de ponernos una nueva etiqueta, quizá una más sutil para liberarnos de la densidad de la etiqueta anterior, pero por más sutil que sea seguirá siendo una etiqueta más.
O puede que escojamos el otro camino, que es quizá más complejo, que es el de conectarnos con lo que verdaderamente somos en nuestro interior, pero para hacer esto, el camino más sensato es desprendernos todo aquello que no somos, lo cual irremediablemente nos lleva al liberarnos de todas esas etiquetas, a soltar todas las identificaciones que dábamos por ciertas, y justo ahí en ese momento donde cesa todo el ruido que producían esas etiquetas, es cuando podemos simplemente SER.
Sembrado por Esteban Augusto (Abril 2020)
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