Mi experiencia en el ayuno (Virtual)

by - mayo 10, 2020



Desde hace algunos años el ayuno tocaba a mi puerta constantemente y yo no le quería abrir, la verdad sentía miedo a que mi cuerpo fuera débil para resistirlo, y es que este pensamiento no llegó de forma gratuita a mi cabeza, pues, al mencionarles la posibilidad a todos mis cercanos lo consideraban un acto dañino para mi cuerpo y propio de fanáticos religiosos, ese no era mi sentir frente a lo que representa un ayuno, y sabía que muchas personas lo practicaban de forma constante, sólo que en mí habitaba esa creencia limitante de la debilidad. 

Siempre me ha gustado alimentarme de forma sana y consciente y este año estuve probando nuevos tipos de alimentación como la dieta cetogénica, que paradójicamente propone periodos de ayuno intermitente, así que estuve haciéndolos alrededor de dos meses, y fue entonces, estando en medio de la cuarentena, sola en casa, que decidí intentar un ayuno total prolongado. En total permanecí cuatro días sin ingerir nada más que algunos tragos de agua, y aunque en general se cumplieron mis propósitos en mí quedó una sensación de inconformidad por la forma en la que asumí este proceso, porque en él me sentí muy sola, cosa que me llevó a llenar de ansiedad cada uno de mis cuatro días, sin darme la oportunidad de disfrutarlo y contando casi que cada hora que pasaba hasta el momento final. No me mal entiendan, fue un proceso muy interesante y revelador, sólo que lo que permití que perdurara en él fue el sufrimiento, y yo realmente quería sentirme dichosa. 

Dos semanas después, supe que estaban proponiendo hacer un ayuno colectivo de cinco días en los que íbamos a estar acompañados a través de reuniones virtuales cada día y cada noche, sentí inmediatamente el llamado y me animé a participar. Al igual que yo, más de 60 personas escucharon la invitación y se unieron también, por lo que éramos un grupo muy nutrido y pensarlo ya daba mucha felicidad. En nuestro grupo hubo varias modalidades de ayuno; con fruta, parcial, con agua e infusiones y total, incluso durante la semana hubo cambios de modalidad para algunos, dependiendo de su sentir. Yo decidí hacer ayuno total nuevamente. 

Comenzamos el ayuno el domingo antes del ocaso y lo concluimos el viernes al medio día con claras instrucciones que nos fueron compartidas. Todas las mañanas a las 6 teníamos nuestra primera reunión, en la que nos guiaban ejercicios de manejo de la energía a través de la respiración y el movimiento, siempre muy pausado y consciente, y antes de finalizar ese encuentro nos dejaba una tarea para trabajar durante todo el día, algunas de ellas fueron: Conectarnos tanto con nuestro propósito que cada una de nuestra células fuera consciente de él, hacernos conscientes de nuestra respiración y de nuestra energía, dedicarnos a la contemplación, cultivar la imperceptibilidad y la gratitud, una tarea por cada Kosha, un kosha por día. En las noches, a las 8 también nos veíamos para hablar sobre nuestras experiencias e impresiones del día, para resolver dudas y para hacer algunas meditaciones muy sanadoras. 

¿Qué significó para mí? 

Me dí la oportunidad de salir, de moverme e incluso de compartir mis clases de yoga, con lo que ese miedo a ser débil simplemente se fue, no quiere decir que sintiera la misma fuerza de todos los días, pero comprendí que al alimentarme de una energía diferente, mi energía también se sentía diferente y eso estaba bien. 

Pasé de entender a vivir aquello de alimentarme con el calor y la luz del sol. Alimentarme también de las palabras de mis compañeros, y a ofrecerles mis palabras como alimento, también. Al cocinar aquello que me iba a comer para terminar mi ayuno sentí una conexión con cada alimento a través de su textura, de sus colores, de su olor, esto se convirtió en un acto mucho más satisfactorio y bonito que cuando sólo me dedicaba a comerlo. GRACIAS A TODO EL ALIMENTO. 

Mi respiración fue mi principal guía en este proceso, con su sutileza me mostró que aún siendo tan imperceptible tiene la fuerza suficiente para darme la vida y la fuerza que necesito. GRACIAS A MI RESPIRACIÓN. 

Mi propósito siempre se mantuvo firme. GRACIAS A MI AUTODETERMINACIÓN. 

Descubrí además que la reacción es mucho más poderosa que la sensación cuando así lo permito, que es más difícil gestionar la ansiedad que siento cuando tengo hambre, que al hambre en sí. DEJO IR LA ANSIEDAD DE MI CUERPO Y EN SU LUGAR INSTAURO LA PAZ.

 Para que funcionara tuve que desligarme del tiempo, dejar de pensar en lo que me esperaba al otro día, o lo que iba a sentir en unas horas, porque incluso lo que había hecho pocas horas antes se sentía como días atrás. Pasé de contar cada segundo para llevar mi ayuno una respiración a la vez. 

 Algo muy importante que aprendí fue que es por mucho, mejor dejar de ver (el ayuno y cualquier situación) como un sacrificio en el que normalmente hay sufrimiento y elegir siempre sentir gratitud, porque siempre hay motivos para agradecer, porque agradecer nos conecta con nuestro mundo interno, y nuestro mundo interno es sólo dicha y amor. 

GRACIAS INFINITAS.

Sembrado por Sara Tabares (Mayo de 2020)

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