Sobre las enseñanzas de Sri Aurobindo
Sri Aurobindo fue un yogui revolucionario cuya vocación de transformación estaba más allá del ámbito académico, social, político o espiritual, enfocando así sus labores en varios aspectos de la vida.
Por un lado encontramos el sendero planteado por una concepción basada en el espíritu, en el que se percibe al cuerpo físico como poseedor de una versión parcializada de la realidad, limitado y enclaustrando al ser en una envoltura de carne imperfecta, con único escape hacia la libertad por medio de la muerte, volviendo al idílico pensar de una tierra prometida en el más allá, inalcanzable en esta existencia, negando al cuerpo y otorgándole el atributo de cárcel o jaula al ser/alma.
En contraposición se postula un planteamiento materialista basado en la formulación de una realidad construida a partir de las percepciones y leyes creadas por la razón, restringiéndola al conocimiento que brindan los sentidos , que ha contribuido en gran parte a la destrucción de dogmas y rituales que por mucho se alejan del sentido de libertad real, asumiendo la postura de que somos materia estructurada, cortando de plano la idea de una fuerza superior a lo que podemos percibir con los 5 sentidos habituales, pero se sabe incapacitada para responder el cuestionar histórico del sentido existencial que apela por una fuerza superior motora del universo, y que es inclusive capaz de teorizar dimensiones diferentes en fórmulas pero incapaz de experimentar o explicar el porqué de estas, como evidencia de una razón capaz de conocer las formas pero no la causa raíz de los fenómenos de la existencia.
De este modo Sri Aurobindo expone al sentido mente, como un estado intermedio entre una evolución no concluida, que pone a su disposición a los demás sentidos para experimentar la realidad y que tiene como fin último transmutar hacia la estabilidad, hacia el equilibrio en movimiento hallado en la Supermente, que concilia este debate de razón- espíritu, anulando las aparentes contradicciones, y trayendo de los “cielos” a la divinidad, siguiendo con el transcurrir paulatino de la evolución de la vida materializando al Dios hecho hombre, un punto en el que se trasciende para unirse con el todo. Es precisamente en esta configuración de la materia llamada hombre, que entre las formas vivientes da la posibilidad de acceder a la unión completa, convirtiéndose esta realización en la forma en que la conciencia individual obtiene el conocimiento del todo, lo cual otorga la justificación buscada de su existencia.
El preguntarnos cómo acceder a este estado, cómo dar este siguiente paso ha de tener una respuesta que todos llevamos dentro de sí, tal como el niño intuye como caminar, puesto que es la voluntad misma de la vida, la existencia o sabiduría holística la que desde un inicio ha fijado esta dirección, por tanto no es acertado formular más teorías que los concejos bien conocidos de estar en el momento presente, siempre dispuestos a percibir lo infinito que hay en nosotros, el servir por el simple hecho de sabernos parte del todo, y entender que tu dolor es el mío y tu dicha la nuestra, el no adherirnos tercamente a la idea construida de lo que somos, despojándonos del ego que divide, puesto que somos todo, y sin duda el encontrarse en cada cosa que se realiza conectándose con el fluir de la vida.
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