UN RECORRIDO EN YOGA

by - julio 17, 2021


Desembocadura del Rio San Salvador, Palomino, Guajira


Aunque mi relación con yoga ha venido forjada desde mi primera infancia, aunque haya sido preparado en estas artes desde muy joven, y me haya consagrado a su práctica, siempre fui muy reacio a enseñar algo de esta naturaleza. Cuando la gente intentaba animarme a que compartiera algo, me negaba a volverme una suerte de profesor, les decía que simplemente lo hacía para mí, porque yo lo necesitaba, y porque era un buen complemento para mi camino.

Pero un día, después de cocinarme durante algunos años en la práctica personal, se me hizo imposible contener dentro de mí todo lo experimentado y tuve que aprender a rendirme y quitarme del centro de la práctica, para disponerme a estar ahí para otros, desde ese día algunos me llaman profe, y durante muchos años desempeñé ese papel.

Con el paso del tiempo vi como la práctica de yoga fue ganándose espacios, como iba impactando la vida de muchas personas, y a mí mismo se me concedió el honor de compartir esto en muchos barrios, veredas, colegios, cárceles, hospitales, universidades, parques, centros comerciales, y cualesquier otros rinconcito donde se abrieran las puertas.

Pero también con el paso del tiempo, al ver como muchos se dedicaron a estafar, a violentar, a imponer, a inflarse en el nombre de Yoga, fui desencantándome hasta el punto de querer renunciar a seguir compartiendo algo como esto.

Pero un día tuve la posibilidad de encontrarme con alguien que también había sufrido todos esos desencantos pero aún así mantenía su fuego vivo y su esperanza intacta en el potencial depurador y transformador de esta práctica. En él encontré la compañía para abrirme a otros lugares desde los que pudiera servir.

Aunque hace y varios años dejé de dar clases de yoga, y mi labor se ha decantado más hacia apoyar y acompañar otros profesores desde múltiples ámbitos, en mi corazón siempre guardaré con profundo amor todo aquello que la práctica de yoga ha ayudado comprender, y aspiro a que en tiempos como estos, yoga junto con tantas otras prácticas ancestrales pueda resurgir, no para exaltar los cuerpos perfectos, ni las técnicas “avanzadas” o “secretas” y muchos menos los linajes más puros, sino para reconectarnos con lo sagrado de la cotidianidad y con el sentido de nuestra propia humanidad.

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