Una vez escuché decir por ahí, que el grado de evolución de la humanidad se puede medir por la relación que se tiene con los desperdicios, y considerando que nuestra civilización se ha dedicado a generar desechos a diestra y siniestra a tal punto que hoy en día estamos poniendo en riesgo el bienestar de las siguientes generaciones, cabe preguntarnos si nuestro estilo de vida actual es nuestro verdadero estado natural como seres humanos.
Vale considerar que esta vida llena de desperdicios, en la cual pretendemos esconder los desechos debajo del tapete, o en algún hueco en la tierra, no es más que la manifestación externa de la forma como tratamos todos nuestros contenidos internos, porque en asuntos como nuestros pensamientos, nuestros recuerdos, nuestras emociones, nuestra identidad y nuestras relaciones, nos comportamos de la misma forma, depredamos los recursos y nos deshacemos de aquello que ya no consideramos útil, escondiéndolo en laberintos recónditos como los sótanos de nuestra mente.
Pero de la misma manera como toda aquella basura de la cual creíamos nos habíamos liberado, hoy en día comienza a aparecer irrefrenablemente en los océanos, los ríos, e incluso en nuestra comida, toda la basura de nuestra mente siempre encuentra la forma de emerger de nuevo, pero con la fetidez y la inmundicia de llevar mucho tiempo en estado de putrefacción, y de esa forma es como las emociones y demás componentes que nunca nos dimos la posibilidad de gestionar y que simplemente enterramos con la esperanza que desaparecieran, salen a luz para recordarnos que es necesario empezar a hacer las cosas de una manera diferente.
Sembrado por Esteban Augusto (Octubre 2021)
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