HOMENAJE AL PRIMER SEMBRADOR (ANANDA) JOHN RAMIREZ

by - abril 01, 2019


Cuando te separes de un amigo, no te aflijas, porque lo que amas en él, se hará más claro en su ausencia
 Fragmento del libro El profeta de Khalil Gibran

Siento que han sido demasiados años desde que John partió, y puede ser que no haya sido lo suficientemente justo en hacer un homenaje a lo que compartimos desde el vivir y desde el enseñar juntos, así que esta primer entrada oficial al blog del semillero será para él, quien paradójicamente hace años me solicitó que sistematizara todas las experiencias recogidas en los encuentros y las pusiera disponibles a la comunidad, pero me demoré demasiado en materializarlo.

Puede que este sea el momento de confesar que John es uno de los “amigos” de los que tanto hablo en mis clases, de los que digo que he aprendido mucho, pero que a veces no quisiera darles nombre propio para no caer en el inflar el ego o en estimular la nostalgia. 

Propiamente yo no fui su estudiante, ni estuve en las primeras generaciones del semillero, pero tuve el placer de acompañarlos en su proceso, tanto en los momentos donde el grupo era muy grande, y excedía el espacio que teníamos disponible, como en el momento donde decidimos cerrarlo. De hecho, fue a través de mí que muchas personas solicitaron que el espacio fuera reabierto, y yo conversando con John traté de convencerlo de ello. Él en su facultad por estar disponible a servir, accedió, pero me dijo que si lo reabríamos necesitaba que yo estuviera ahí, y no como equipo de apoyo, sino que sería un proyecto de los dos, yo aún sigo sin saber qué vio en mí como para hacerme esa propuesta. Yo le propuse que de yo estar ahí tendríamos que ser más juiciosos y estructurados con el semillero para crear a mediano plazo un curso que pudiera ser ofrecido desde alguna universidad. Este acuerdo mutuo me permitió entender dos elementos muy importantes, uno es que el crecer es mucho más fácil en compañía, ya que desde ahí empezamos a reconstruir tanto un semillero más estructurado como el futuro diplomado. El segundo es que la verdadera magia del enseñar está en no creerse dueño de lo que se enseña, sino que hay que estar dispuesto a soltar el control para que la vida misma sea la que guíe nuestro camino. 

Su partida me hizo confrontarme con muchas cosas, y a la vez me otorgó múltiples aprendizajes. La primera de ellas en relación a una labor que me encargó su familia, que fue apersonarme de las clases que él daba, ello implicó que diera la cara a muchos de los grupos, hiciéramos un ritual de despedida y me encargara, bien fuera de conseguir otro un profesor que asumiera la clase, o yo mismo tomarla. Pararme frente al dolor de las personas que durante muchos años habían sido sus estudiantes, me permitió ampliar la visión que tenía sobre él, y reconocerlo como ese maestro abnegado que siempre estaba disponible para aquel que lo necesitara, ya que entre las muchas personas con las que hablaba, recolecté muchas historias en las que él era quien les había ayudado a salir de crisis y de momentos difíciles de sus vidas; con ello entendí que la labor de profesor no puede limitarse a la hora de clase, sino que si su verdadera vocación es en enseñar y compartir, debe estar ahí para todo aquel que lo necesite, sobre todo en los momentos más oscuros. 

Otra cosa que me confrontó fue asumir rol de liderazgo. Durante años, yo peleé con ser un profesor de yoga, y aunque esa pelea logré zanjarla a la luz de una vocación de servir que fue germinando en mi interior, siempre me sentía mejor en las sombras, evitando figurar, pero ante su deceso, muy próximo a la primera celebración del día internacional de Yoga, en la cual él era la cabeza visible, se avivó en mí una fortaleza por no dejar perder el impulso de realizar el evento, y decidí tomar las riendas del muchos procesos de dicho evento para poder llevarlo a cabo. A la vez, aunque por instantes sentí que la labor del semillero había llegado a su fin ante la ausencia de su fundador, me armé de voluntad y valor para reinventarlo y continuar con su legado, y así mismo sacar adelante el proyecto de diplomado, que aunque parezca paradójico, su ausencia me dio la fuerza para descongelar un proceso que sentí era momento de reavivar.


Compartir estos procesos me permitió entender que la muerte es una gran iniciación, tanto para quien parte, como para quien se queda. Una iniciación que puso a prueba lo que sentía que había aprendido con él, que propiamente no fueron tantas cosas de yoga, porque siento que lo que más le debo, lo aprendí a la luz de compartir la vida diaria, como cuando me reunía con su familia y lo veía en su rol de padre, como cuando siempre estaba pendiente de mí en la época nómada de mi vida, cuando pasábamos horas quejándonos de la institucionalización y la mercantilización de la espiritualidad o cuando al compartir una pizza se burlaba de mis comportamientos tan monásticos y me invitaba a aceptar más la humanidad que hay tanto en mí como en todos los demás. 

Una de las anécdotas que más recuerdo, fue una vez que él me dijo que sentía que lo más importante a la hora de enseñar, era que la gente se riera, que la gente lo disfrutara. La verdad, durante un tiempo, eso no hizo mayor efecto en mí, yo era más de una estructura de enseñar desde la distancia, un tanto frío y seco. Pero ahora al verme, me doy cuenta que he vuelto al humor y a la empatía partes muy importantes de mi forma de enseñar, a tal punto que siempre tengo historias, reflexiones, personajes o anécdotas con los que me he dado cuenta que las personas se ríen y aprenden, pero sobre todo soy yo quien más me río y quien más aprendo. Ahora puedo decir que cuando hay risa hay disfrute, y cuando hay disfrute hay presencia y plenitud, y desde la presencia y la plenitud el aprendizaje es diferente, es más profundo y más sincero. Pero lo lindo de eso es que hay una palabra en sánscrito que se puede traducir como disfrute, plenitud, incluso como dicha o felicidad, esta palabra es “Ananda” y ella corresponde tanto al nombre Yogui que tenía John, como al más sutil de los Koshas, o de las dimensiones del ser humano, relacionada con los estados de presencia y meditación. Así que le agradezco a Ananda por recordarme que el enseñar y el aprender siempre es más profundo desde la risa y la presencia.

Sembrado por: Esteban Augusto Sánchez.

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1 comentarios

  1. Que bonito escrito, gracias por enseñarme esa faceta de mi padre!!!!

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