Estoy firmemente convencido que educar no es transmitir certezas, sino sembrar dudas.
Que el objetivo de la educación no es amoldar a las personas a la sociedad, sino incentivar a que cada uno se descubra a sí mismo como parte de algo mayor.
Que en el acto de aprender, todos los actores: el maestro y el aprendiz, están en constante transformación y aprendizaje.
Que deberíamos cambiar la competencia por cooperación, la repetidera por la capacidad de preguntar, el individualismo por empatía, y la rutina por creatividad.
Que lo que se comparte mientras se enseña no es lo que se sabe, sino lo que se es.
Que el papel de quien enseña no es informar, transmitir ni evaluar, sino inspirar.
Que el proceso de aprendizaje es eterno y constante, y que aquel que siente que ya no necesita aprender es como aquel que cree que no necesita respirar.
Y que definitivamente la mejor forma de aprender es enseñar.
Sembrado por Esteban Augusto.
0 comentarios