El Chimborazo

by - agosto 12, 2019



El Chimborazo El lugar de la Tierra más cercano al Sol 
Fue un despertar en un viaje tortuoso, estuve encogida entre los pasillos del bus. 
La burbuja que nos protegía sin saberlo del viento helado. 
El ascenso difícil por las náuseas y el vómito, esa especie de liberación que sentía momentáneamente y que pasos más adelante anhelaba. 
 El frío en las manos por los guantes húmedos. 
La incapacidad de prestar atención a todo lo demás porque primero están las náuseas, el frío y si se les daba espacio, las ampollas. 
El compañero que espera paciente y que clama por disminuir la velocidad del ascenso, por tu bien. 
A unos metros del refugio el deseo incontenible de buscar su abrigo. 
¿Quién no se ha desesperado por la idea de refugio, de protección y abrigo? 
¡Oh sorpresa!  
Descubrir que el refugio es un hervidero, repleto de seres consumidores de oxígeno. 
Una vez más regresan las náuseas, el vómito y ahora... el sueño. 
Esta multitud protegida me duerme, me emboba. 
Me ofrece una falsa idea de confort porque nunca puede haber quietud. 
Tienes que exponerte de nuevo al inclemente frío del preciado aire. 
Y continuar alternando indefinidamente entre malestares. 
El compañero parte para alcanzar metas que tu estado no te permite. 
Hay que intentar escuchar hasta los gritos, de adentro. 
La catarsis se puede dar entre el ir y venir en la misma altura. 
No todo es escalar.  
Luego regresan los más osados, los quebraron las normas por sus sueños gélidos. 
Te alegras por sus logros. 
Vislumbramos el pico en unos escasos minutos que la bruma se disipa. 
Lo bello siempre tan efímero.
El descenso representa otros retos. 
Aunque ya no existen las náuseas, el frío es un compañero incondicional que cambia en sus formas.
Ya no falta el aire sino que el viento penetra las capas de ropa y piel, se instala en los huesos y en los cartílagos. El camino se siente más fácil, fluido y placentero. 
El descenso permite observar. 
El deleite por el paisaje, la reaparición de la fauna y la flora, el atrevimiento por comprender y descifrar restablece su espacio. 
¿Por qué valoramos tanto el ascenso y la cumbre? 
¿Cuánto se nos pasa de la vida buscando altas metas heladas? 
Una parte de mí considera al descenso más meritorio que los 5000 msnm, es la muestra clara de nuestra supervivencia, gozo, aprendizaje y exploración. 
La experiencia despeja otras perspectivas. 
Descubro que mi alma tiene algo de vicuña. 
El tercer camélido suramericano que me cautiva. 
La compañía y su invitación a acercarnos sigilosos, las canciones a los camélidos suramericanos. 
Más observación: el comportamiento, la fisionomía, la alimentación, las huellas, los desechos. 
La muerte. 
El amor fundamentado en el conocimiento, de sí mismo y de sí mismo en el mundo. 
El amor en la identificación en y con el mundo. 
Somos volcanes, aunque yo... soy más vicuña. 




Sembrado por (Maria Fernanda Tibaduiza. Agosto 2019)

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