Encontrarnos frente al miedo puede ser una oportunidad, una puerta para vernos y encarar las preguntas que más nos desafían.
El Coronavirus no está creando un miedo nuevo, simplemente está permitiéndonos ver un miedo que siempre ha estado ahí, encubierto, disfrazado en forma de múltiples necesidades. Ya es hora de quitarle las máscaras al miedo y mirarlo al desnudo.
Es un momento de introspección. ¡Sí! Y no se trata de encerrarse en casa, la introspección no es una actividad del cuerpo, es una actitud interna, una disposición de observarse.
Bajarle por un momento el volmen al noticiero para advertir lo hay en el corazón. ¿Cómo te toca lo que está ocurriendo? ¿Qué preguntas te hace?
Al observarme puedo decir con certeza que el miedo, cuando tocó a mi puerta, vino para sacudir mis creencias, para ayudarme a descubrir ideas que sostenía sin cuestionarlas, sin darme cuenta que dichas ideas me aprisionaban, me hacían sentir vulnerable y en permanente lucha.
Toda crisis representa un renacimiento y lo que estamos viviendo como humanidad apunta hacia allí. ¿Qué significado le doy a la enfermedad? ¿Qué idea tengo sobre la muerte? ¿Sobre quién soy?
Como humanidad padecemos una adicción de la que no se habla, nada se dice de ella en los periódicos, ni en las noticias. Un virus más nocivo que el Coronavirus, que la peste negra, una adicción extendida por todo el planeta y que es la madre de las guerras, el hambre y la carencia en medio de una tierra que rebosa abundancia.
Somos adictos a nuestra personalidad, a ese yo en el cual pensamos las 24 horas del día. Somos adictos a esa idea de nosotros a tal punto que no la soltamos, pues soltarla implicaría desaparecer tal como nos conocemos. Pensamos en ella desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. Yo y mis problemas, Yo y mis deseos, Yo y mis logros, Yo y mis amigos, Yo y mis enemigos, Yo y mis metas, Yo y mi salud, Yo y mi familia.
¿Dónde estamos? ¿Qué hacemos con nuestros ojos? ¿Los usamos para ver? ¿Qué hacemos con nuestra piel? ¿La usamos para sentir? ¿Qué hacemos con nuestros oídos, los usamos para escuchar? ¿A quién podemos escuchar si esa voz en nuestra cabeza está encendida todo el tiempo? Un narrador interno a todo volumen que te cuenta cómo es el otro, cómo es la vida, cómo es la muerte...
Allí está el origen del caos que hemos creado, sin embargo esto no sale en las noticias. Somos adictos a un Yo que Existe mientras Tiene, un Yo que Es mientras Acumula (títulos, dinero, belleza, amigos, parejas) porque desde esta perspectiva hasta las personas son objetos que se poseen. Un Yo que se construye a través de cosas que NO permanecen en el tiempo. ¿Te imaginas la angustia, la necesidad de control, la ambición, los celos, la competencia? La sociedad de consumo no está afuera, está adentro en la manera de vernos.
Somos cazadores de etiquetas, buscando desesperadamente darnos un significado a través de lo que pensamos y conseguimos. Tal vez por eso sea tan mágico compartir con los niños, tan vivos, tan presentes, ajenos a esta loca idea de creernos una historia que da vueltas en nuestra cabeza. Un puñado de pensamientos que nos definen y nos dan forma.
La crisis de la humanidad es una crisis de identidad y ahora tenemos la oportunidad de verlo.
¿Qué es la identidad entonces? ¿Qué significa ser alguien en la vida? ¿Estudiar? ¿Tener dinero? ¿Tener poder? Parece que en el mundo que hemos creado Ser no es significativo, de ahí que el propósito de la mayoría de personas sea construir una imagen personal que sobresalga entre muchas otras. Solo así nos encontramos frente a un mundo donde hay gente que Es Más y hay gente que Es Menos. ¿Cómo puede ser eso concebible? Si eres consciente de que existes eso implica que Eres. Y la experiencia de Ser es Total, es íntegra. Es imposible ser a medias. Esto implica que si Eres estás completo. No hay nada que se pueda agregar o quitar.
Todo lo que tiene un inicio tiene un fin, incluyendo al Coronavirus. Y esto también incluye el cuerpo que usas para estar aquí, tu nombre, tu historia... ¿Entonces quién eres? ¡Esa es la pregunta! Semejante pregunta y quedó relegada para los filósofos y los religiosos. Aquí está la locura de nuestros días. ¡Es más importante saber si el dólar subió o bajó que saber quién soy y por qué estoy vivo!
¿Soy mi cuerpo? ¿Soy mis pensamientos? ¿Soy Conciencia? ¿Qué es la Conciencia? ¿La conciencia está dentro mi cuerpo o mi cuerpo está contenido dentro de la conciencia?
Tal vez todo este movimiento generado alrededor del Coronavirus no sea más que una invitación contundente a retornar a este instante.
Abrazar la confusión, el miedo, la tristeza, lo que sea que sientas ahora mismo sin importar cómo se exprese. ¡Seamos sensatos! ¿A qué puerto nos ha llevado tanta guerra? Luchar con lo que pensamos, luchar con lo que sentimos. ¡Cuánta energía invertida en luchar con lo que es!
Tal vez éste sea un momento para decidir integrarnos, para darle lugar a lo que este instante nos presenta. Empezar por el principio y aterrizar aquí, descubrir que los miedos más profundos necesitan de la imaginación para sostenerse.
Pregúntale a ese pensamiento que tienes entre manos de qué te habla ¿De pasado? ¿De futuro? Suficiente razón para soltarlo.
¡Vuelve aquí! Abre los ojos de verdad y respira. ¿Qué sonidos te rodean? ¿Quién te acompaña? ¿Qué emoción te visita? ¿Puedes percibir tu corazón? ¿El llamado de la naturaleza?
La respuesta de Quién Eres no se encuentra en ningún libro. Está aquí, latiendo en tus narices. Hay un lenguaje que quieres recordar. En el Presente está el Hogar que estás extrañando.
Sembrado por Susana Moncada (Marzo de 2020)
1 comentarios
Gracias por esa reflexión. Me gusta que finalmente es un llamado al presente, al disfrute d Elo que somos aquí y ahora e independiente de lo que pase en adelante, de lo que deseábamos. Ahora esa mente que detestaba la incertidumbre, entiende que esa incertidumbre es visible para todos, que es real, que no le queda más que dejar de imaginar y vivir.
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