Hay un momento en la vida en donde nos hacemos conscientes de nuestra propia porquería interna, de toda aquella suciedad y podredumbre que hemos acumulado durante años, de todos aquellos recuerdos obsesivos, de todos aquellos patrones automáticos autodestructivos de nuestro hacer, sentir y pensar, de toda la colección de juicios, conjeturas y calificaciones sobre todo lo que nos rodea, de todas nuestras expectativas y frustraciones acumuladas, y cuando llegamos a un momento como ese, nos damos cuenta que ya no podemos seguir viviendo de la misma forma que vivíamos, y se nos plantean dos opciones muy claras: La primera suele ser quedarnos atascados en nuestra propia porquería, enfrascándonos en la búsqueda de culpables, en la crítica a la vida, atorándonos en nuestra propia miseria. Y la segunda es utilizar todos esos desechos para pararnos sobre ellos, y aunque nos duela, desprendernos de todos esos patrones del pasado, utilizándolos como un abono que fertilice nuestro nuevo proceso de crecimiento.
O dicho de otra forma, el percibir nuestra sombra, puede ser nuestro tropiezo al quedarnos atados a su oscuridad, o podemos usar esa sombra como punto de referencia orientarnos y reencontrarnos con nuestra luz interior.
Sembrado por Esteban Augusto (Tomado de @estebananda.ea Mayo 2020)
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