En estos días tuve el placer de compartir una charla con unos amigos profesores de yoga, en donde hablábamos de las formas como se suele entender la idea de construir comunidad. Y terminamos proponiendo un par de ejemplos, el del titiritero y el de la araña, para entender mejor las dinámicas que muchos profesores proponen para crear vínculos con “sus” comunidades.
Por un lado esta el titiritero, que tiende sus hilos para crear vínculos en una sola dirección, que se esfuerza por ser el centro de todas las conexiones, que ata a los otros pretendiendo incluso sugestionarlos para que hagan su voluntad. Este tipo de profesor aspira crear y conservar una comunidad alrededor de sí mismo, y por sus hilos circula la aspiración de controlar y de sentirse el propietario de los otros.
Por el otro lado esta la araña, que se dedica a tender hilos uniendo diferentes puntos en el espacio, con sus filamentos casi imperceptibles se crean conexiones que duran así la araña deje de estar. Este tipo de profesor más que atar los estudiantes hacia sí, se dedica a tender puentes entre todos y a que la sabiduría fluya en múltiples direcciones a tal punto que la comunidad pueda sostenerse independientemente de su presencia.
Y con compartir estas palabras quisiera que todos los que nos dedicamos a labores educativas tuviésemos presente que si bien nuestro ideal como profesores es crear o reafirmar conexiones, es un tanto mas sensato no creerse el centro de estas, ni pretender adueñarnos de los vínculos, de los estudiantes, ni de la información que fluye a través de ellos. Y que la verdadera prueba del legado de una comunidad yóguica no está en el vinculo que los ate a su maestro, sino en los puentes de hermandad que se tejan entre semejantes.
Sembrado por Esteban Augusto (Febrero 2021)
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