ESCUCHARSE PARA ESCUCHAR
Aprender a escuchar, esa es la labor del profesor de yoga. No es llevar al estudiante al Samadhi, no es ser perfecto, ni hacer que sus estudiantes sean perfectos. La labor del profesor de yoga es, en el mejor de los casos, ser fuente de inspiración y eso se consigue con la honestidad de estar haciendo lo mejor que pueda, no es querer ser el mejor, sino dar siempre lo mejor. La labor del profesor es aprender a escuchar, a escucharse a sí mismo, para luego poder escuchar a los demás.
Antaño el camino para ser profesor implicaba estar alrededor 12 años escuchándose a sí mismo. Luego de eso se comenzaba a compartir, pero sólo con aquellos que le preguntaban. El argumento tras esto era que después de ese tiempo de escucharse a sí mismo, uno se conocía a fondo, reconocía todo lo que sentía, identificaba de dónde venía lo que aspiraba, reconocía sus patrones mentales, comprendía de dónde venían sus deseos, entendía la raíz de su propio dolor. Y cuando uno se ha explorado tanto a sí mismo, puede hacerse más receptivo para ver y entender los procesos de los demás, y hacer algo por ellos. Por esto es que profesor no sale a “evangelizar” a todos con los que habla, ni se dedica a dar consejos a diestra y siniestra, lo máximo que hace, es ser, y desde ese simple acto de ser es que se conecta con los demás. El profesor no se dedica a compartir técnicas, ni a elucubrar conceptos, él simplemente medita, y vive desde la meditación, y así es que irradia su entorno para que quienes le rodean también puedan meditar.
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