No te aferres a la idea de ver claramente, antes bien, cierra tus ojos y deja que tu sombra se disuelva en la oscuridad.

Cuando te sientas perdido en tanta oscuridad, no te paralices, sólo da un paso más, una respiración más, y cuando menos lo pienses podrás ver la salida.

Cuida muy bien todo lo que llevas, porque allí sólo encontraras lo que hayas llevado contigo.

Si sientes que tu carga es muy pesada, aprovecha la complicidad de la oscuridad para tornarte vulnerable, llora, grita, suspira, canta, calla, y haz todo lo que te permita aligerar tu carga.

Nadie ha dicho que será fácil transitar la oscuridad, pero lo que si está garantizado es que no serás el mismo al salir de allí.

Cuando sientas la tentación de huir, recuerda que a donde sea que huyas, siempre estarás contigo, así que mejor aprovecha el cobijo de la oscuridad para hacer las pases contigo mismo.

Cuando salgas, guarda en el silencio de tu corazón todo lo que aprendiste de las sombras.

Y si en algún momento sientes que has perdido el camino, no temas volver a la cueva de tu propia oscuridad, ella siempre estará ahí para ti, para acogerte, para envolverte y para transformarte.

Deja que la oscuridad te abrace, porque en ella está la fortaleza para reconocer el camino de la luz.