Hace un tiempo ya que este libro o su par, me hacían ojitos: “El libro tibetano de la vida y la muerte”, eso sonaba muy interesante, especialmente porque en ese momento yo no tenía ni idea cuáles eran las creencias de los tibetanos con respecto a la muerte; el mío ha sido el camino del yoga así que lo poco que conozco de creencias orientales conectadas a la muerte van más por esa vía. Hay, eso sí, un mantra tibetano que lleva años resonando conmigo. Cuando empecé a meterme en el mundo del yoga, no tenía ni idea de que existían mantras de diferentes culturas e incluso diferentes mantras para cada linaje, recuerdo que un día, en la primera escuela de yoga a la que asistí, un chico me preguntó: ¿cuál es tu mantra favorito? OM MANI PADME HUM, le dije, completamente ignorante de que estaba fuera de contexto, pero a la vez, llena de certeza; y es que el efecto calmante que generaba y genera en mí escuchar o pronunciar este mantra es absolutamente poderoso.
OM MANI PADME HUM es el mantra del Buda de la Compasión y según el autor, “purifica todas las emociones negativas que son la causa del renacimiento” y es, entre otras, una de las herramientas para ayudar después de la muerte. Este libro es básicamente eso, un manual que, apoyado en anécdotas, pretende ofrecerle una nueva perspectiva al lector occidental sobre la vida y la muerte y dotarlo de herramientas para que viva mejor y, en consecuencia, esté mejor preparado para esa transición, tanto la propia como la de los demás. En Tíbet, cuenta Sogyal Rimpoché, la muerte es vista como un proceso natural, “la muerte se asemeja más a un cambio de vestimenta cuando está vieja y gastada que a un final definitivo”, una visión contraria a lo que pasa en general en occidente, en donde es aún, un tema tabú sobre el que, a una gran mayoría, les cuesta hablar. Rimpoché invita a que “frecuentemos la muerte y nos acostumbremos a ella”, dice que: “si deseamos morir bien, debemos aprender a vivir bien” y ¿qué significa vivir bien?
Tener carro, casa y beca, es lo que pienso jocosamente para responder a esa pregunta. No sé de dónde habrá salido, pero soy consciente de que esa frase está en mi cabeza desde muy joven. En una sociedad capitalista en la que pareciera que solo vales por lo que tienes, vivir bien se conecta directamente con tener, ¿qué tienes? y ¿qué tan valioso es eso que tienes? pero no valioso para ti, sino para el constructo social que habitas. Con los años, la práctica y montones de preguntas sobre por qué vivimos como vivimos y creemos lo que creemos, esa respuesta ha mutado. Destacaría siete palabras clave que se mencionan en el libro como herramientas para el buen vivir: meditación, purificación, sabiduría, devoción, compasión, amor y sufrimiento.
‘Volver a casa’ es como se hace referencia a la meditación en el texto. Es la oportunidad de observar la mente, una herramienta para entenderla y domesticarla, un viaje para descubrir mi auténtica naturaleza. La mente no se domestica en un día, transformar el foco de mis pensamientos requiere entrenamiento constante, “el hombre se convierte en aquello en lo que piensa” y las tendencias a pensar en lo que hemos pensado siempre halan con demasiada fuerza. “La mente de un loco suele estar completamente ocupada por una obsesión que regresa una y otra vez”. “Tanto la expectativa como el miedo son enemigos de nuestra paz mental. Las expectativas nos engañan y nos dejan vacíos, decepcionados, y los temores nos paralizan en la estrecha celda de una falsa identidad”.
“La meditación no es un medio para evadirse del mundo, es un medio directo para ayudarnos a comprendernos verdaderamente y para relacionarnos con la vida y con el mundo”. Y es que a través de la meditación nos vamos purificando, vamos quitando de a poco las capas que nos hemos ido poniendo para protegernos, capas y capas de ego que nos separan del todo, en ese proceso de purificación van floreciendo la sabiduría y el discernimiento.
Sabiduría y discernimiento para recordar que todo es impermanente y no aferrarnos a nada; para poder reconocer nuestros estados cambiantes y ser conscientes del equipaje que llevamos: nuestras deficiencias, fantasías y proyecciones; para tener un foco que nos mantenga alejados de distracciones y obstáculos; y para elegir conscientemente cada acción y no precipitarnos hacia cualquier lugar que parezca ofrecer cierta seguridad. “Cuanto más a menudo escuches a ese guía sabio, más fácil te resultará cambiar tus estados de ánimo negativos, ver más allá de ellos como los dramas absurdos e ilusiones ridículas que en realidad son”. “Cuando encarnas la firme estabilidad de la visión, ya no te dejas engañar ni distraer por lo que surge de modo que no puedes ser víctima de la ilusión”.
Devoción ¿a qué? A Buda, si le preguntas al libro. Como yo lo veo, devoción al amor, entendido como esa energía universal que nos conecta y que hace que todo sea bello. El texto habla de invocar al Buda, yo elijo invocar al amor para que me sostenga y me ayude a volver a casa; al amor le pido “el poder de comprender el sentido de nuestro sufrimiento y transformarlo”, le pido que en nuestra vida “crezca la claridad, la paz y el discernimiento”.
La compasión es “la joya que concede los deseos” según el libro y el amor incondicional es uno de sus poderes. “El agua de la compasión discurre por el canal de la bondad amorosa”. El amor y la compasión florecen desde el interés por el que sufre (que somos todos), un reconocimiento de las necesidades y el dolor del otro y una determinación sostenida y práctica de hacer todo lo que sea posible y necesario para contribuir a aliviar su sufrimiento. “Cuando tu miedo toca el dolor del otro se convierte en lástima, cuando tu amor toca el dolor del otro, se convierte en compasión”.
Acá tengo que traer otro mantra que me gusta mucho y que en muchas formas resume este principio tibetano LOKAH SAMASTAH SUKHINO BHAVANTU que significa: que todos los seres, en todas partes, sean felices y libres.
El sufrimiento y la compasión está interconectados y por eso el texto dedica también una buena parte a resignificarlo. La aflicción puede ser el jardín de la compasión, dice Rumi y cuando nuestra mente no está entrenada y la sabiduría y el discernimiento aún no han florecido en nosotros el sufrimiento es inevitable, “somos el juez y el acusado” y es en meditación cuando podemos reconocer esos patrones y el dolor que los acompaña. Una vez identificado ese sufrimiento, no se trata de huir, sino de utilizarlo de la mejor manera posible para volvernos más compasivos y más capaces de ayudar a los demás. Además, “es posibles que lleguéis a sentiros misteriosamente agradecidos hacia vuestro sufrimiento porque os ofrece esta oportunidad de trabajar en él y transformarlo”; “el dolor, la pena, la pérdida y la constante frustración responden a un propósito real y muy definido: existen para despertarnos, para inducirnos y casi obligarnos a romper los lazos que nos atan al ciclo del samsara y liberar así nuestro esplendor aprisionado” y “solo el corazón recobrado puede sentirse alguna vez satisfecho y libre, gracias a todo lo que ha renunciado, para regocijarse en su supremacía”.
Sobre el sufrimiento, les recomiendo este episodio del podcast Yogaverso: https://open.spotify.com/episode/4ROaIpCyFA3DIXQhWtrqq9?si=905588e63da744a1
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¿Y qué significa morir bien? Sogyal Rimpoché murió de una embolia pulmonar en 2019 mientras recibía tratamiento por cáncer colorrectal, esto después de haber sido acusado de graves delitos, entre otros, abuso sexual, mental y físico como cita la BBC en este artículo https://www.bbc.com/news/world-asia-49505098. Cuando supe esto pensé si habría de verdad, él mismo, entendido y aplicado las prácticas que profesaba para vivir y morir bien. En el grupo con el que leímos el texto tuvimos desde la sesión uno la discusión sobre el autor y su manchada reputación, aun así, decidimos adentrarnos en la lectura todo el tiempo conscientes de este hecho, pero también abiertas a lo que las enseñanzas de las tradiciones del Tíbet pudieran agregar a los procesos de introspección y autoconocimiento de cada una. Sogyal Rimpoché tal vez no haya sido el ejemplo vivo de la filosofía tibetana, pero en el libro incluye montones de anécdotas de personas que sí ejemplifican el buen morir. Con esos ejemplos y el de la muerte de la mamá de mi querida amiga Josefina, entendí que no se trata de una muerte libre de sufrimiento sino de un proceso de partida en el que, a pesar del posible dolor físico, la persona se mantiene en estado de contento, o Ananda, como decimos en yoga. El ‘moribundo’, como se nombra en el libro, se desapega y se despide desde el amor y la gratitud y eso, unido a una práctica espiritual sostenida y sostenedora es la fórmula para que, llegado ese momento, haya paz interior. Todos somos moribundos, a cada segundo estamos muriendo, así que por qué no aplicar esta fórmula a cada instante de la vida y vivir con paz interior.
Gracias por llegar hasta acá en la lectura. Este escrito no es, ni pretende ser un resumen del libro, tampoco expone sus principales ideas, no mencioné a los bardos por ejemplo, que son el hilo conductor de sus contenidos, este escrito es simplemente un compartir de un poquito de lo que a mí me queda.
Te invito ya para cerrar, a hacer una actividad preciosa y conmovedora que hicimos en alguno de nuestros encuentros en torno al libro. Busca un espacio solitario y tranquilo, tal vez después de meditar y escríbete una carta, pero no a tu yo de hoy sino a tu yo moribundo, si te vieras ad portas de la muerte, ¿qué te dirías para hacer más amoroso ese proceso?, tú que te conoces como nadie.
Y la ñapa, este episodio del podcast Querida Valeria, muy alineado con el tema: https://youtu.be/fYAkQSn7jfE?si=RD0nnW6AOs2KVOpD
Feliz vida y feliz muerte.
Sembrado por Carol Jaramillo Hurtado en diciembre del 2025
