Libro 2: Sadhana Pada; Sutras 33-39

by - marzo 13, 2020

"En presencia de alguien firmemente establecido en ahimsa cesan todas las hostilidades" Libro 2: Sutra 35.

La práctica del pratipaksha bhavana:


Antes de comenzar la exposición de los yamas, se presenta una práctica denominada pratipaksha bhavana, que propone que cuando nos encontremos ante pensamientos que nos perturban debemos cultivar los pensamientos opuestos. La idea de esta propuesta es poder crear nuevos patrones mentales, desligandose de los patrones automáticos de pasado, un ejemplo de esto podría ser el cambiar la queja en la gratitud.

 El pratipaksha bhavana es la mejor forma de revertir el flujo de vrittis al cultivar pensamientos opuestos que permitan vencer la inercia de los patrones mentales que tenemos, a través de este trabajo se logra conciencia en los pensamientos que llegan y puede modificarse la dirección de estos pensamientos, evitando así sucumbir a la inercia de los vrittis.

 Esta estrategia no pretende generar evasión en la emociones sino más bien cambiar la frecuencia en que vibramos, ya que, por ejemplo, la frecuencia en la que sucede la queja es mucho más baja que la frecuencia en la que se expresa la gratitud, y eso nos permite además dejar de alimentar ciertas emociones y cambiar la dirección de los vrittis, generando nuevos patrones mentales.

 Teniendo esta práctica como punto de partida, se exponen cada uno de los yamas junto con el fruto o efecto que genera el cultivo de la virtud o el código de conducta mencionado.

AHIMSA:

Ahimsa, se traduce como no violencia, no fricción, no generar daño y en un sentido más literal como no matar. La raíz de la violencia se encuentra anclada profundamente en los comportamientos instintivos de cada uno de nosotros y ha generado a lo largo del desarrollo humano un patrón de reacción, con el cual mediante la violencia buscamos protegernos de todo aquello que sintamos atenta contra la idea que tenemos de nosotros mismos. Esta violencia no solo el acto de hacer daño o herir físicamente o emocionalmente a algo o a alguien, sino que también implica todos aquellos pensamientos de hacer daño, que aunque no se manifiesten suelen ser el origen mismo de este tipo de conductas, pero también implica el trato hacia nosotros mismos, en todos los niveles, físico, emocional y mental.

 Por todo esto la propuesta del cultivo de ahimsa implica restringir un patrón mental de violencia que ha sido bastante incorporado y mecanizado, para encontrar nuevas formas de obrar en las que tengamos suficiente cuidado sobre lo que hacemos, sentimos y pensamos, pero sobre todo en el que refinemos nuestra intención en cada uno de los actos de nuestra vida, evitando producir más sufrimiento.


El fruto de ahimsa:


 “Alrededor de alguien que vive en paz todos los problemas cesan”, este es el fruto de ahimsa. Cuando alguien vive desde el ahimsa, la no violencia que encamina su vida se convierte en ejemplo para todos alrededor, impregna a los otros, deja de existir la intención de generar daño, se corta el ciclo de reacción. Vivir desde la no fricción, implica no crear roces, no remarcar las diferencias, porque es justo cuando nos sintonizamos con la paz que está en cada uno de nosotros, que la irradiamos hasta tal punto que en todos los que nos rodean cesan las intenciones de hacer daño, Muchas veces se hace daño a otros por miedo a ser herido por ellos; al cortar el ciclo de violencia el otro no tiene necesidad de herir. Por lo tanto, si se quiere intentar salvar el mundo el primer paso es no hacer daño, el efecto de una sola decisión puede tener un enorme impacto en nosotros como civilización.

SATYA:


Satya se traduce como veracidad, como verdad. Existen muchas formas de no verdad, más allá de la mentira como usualmente la entendemos, como son: imprecisión, omisión, lo que fingimos ser y no somos, sumadas a las mentiras que nos decimos a nosotros mismos, y muchas otras formas con las que creemos que engañamos a otros pero terminamos engañándonos a nos nosotros mismos. Cuando no nos conocemos lo suficientemente bien nos mentimos frecuentemente. Por todo esto trabajar desde la verdad nos da la posibilidad de desenmascararnos, de quitar los velos que hemos creado para proyectarle a los demás y a nosotros mismos y nos conduce a un proceso de autoconocimiento.

El fruto de satya:

 Para aquel que está en Satya, “los frutos de sus acciones dependen solamente de él”, lo cual puede entenderse como que todo lo que se propone le llega. Este fruto tiene que ver con que cuando se dice la verdad, cuando se vive en la verdad las palabras tienen la capacidad de impactar y de crear. Establecerse en la verdad implica hablar desde la propia vivencia y desde el autoconocimiento. La persona que vive en la verdad está mucho más cerca de conocerse y por lo tanto de actuar de forma coherente a lo que es y a lo que realmente necesita sin máscaras y sin velos.

ASTEYA:

Asteya se traduce como no robar. Pero robar no es solamente sustraerle a alguien algún objeto de su propiedad, sino que existen muchas formas de robar que pueden ser como robar atención, robar tiempo, robar por el hecho de no compartir, por querer acaparar, por querer tener más de lo que se necesita.


El fruto de asteya:


 “A aquel que se contiene de robar la riqueza le llega”, este es el fruto de Asteya. Como diría facundo Cabral: “Mano ocupada, mano perdida”. Cuando se tiene el deseo de atesorar cosas, de apropiarse de las cosas, se están limitando las posibilidades de todo lo que se puede tener. Al tener la mano abierta nos damos cuenta que todo siempre está a disposición; ocupar la mano y llenarla, limita las posibilidades. Querer ser dueño de algo se convierte en una trampa, porque nos conduce a vivir con miedo a perder lo que poseemos, y todo esto nos genera más identificación, una forma de cortar el ciclo de los vrittis es dejar de creerse dueño de algo.

 Desde la vida monástica, este yama, se entiende como no tener posesiones para así no tener tentaciones. Esta forma de verlo es muy útil desde el punto de vista formativo pero no lo es en la vida real. Cuando por un tiempo se ha vivido sin cosas ya se sabe que es posible volver a hacerlo y se tiene por lo tanto menos miedo a perder lo que se tiene. Cuando se aprende que en el fondo no somos poseedores de nada, nuestra paz no puede ser perturbada, cuando tenemos claro que nada nos pertenece, no podemos ser víctimas de chantaje, este tipo de aprendizajes son los que se desprenden del haber vivido sin posesiones, y así puede resultar más fácil salirse de ese estatus de posesividad. 

Este yama no hace sólo referencia a las cosas materiales, sino también al hecho de usar los recursos que la naturaleza nos brinda y que damos muchas veces por sentados y luego no hacer nada con nuestra vida, no dar nada a nadie, no ayudar a construir y convertirnos simplemente en una carga para el mundo, en destructores. Si hacemos que cada respiración sea una ofrenda deja de ser un robo, si agradecemos por cada vez que podemos respirar dejamos de robarle a la naturaleza el aire. Es necesario entender el flujo constante de dar y recibir, cuando se quiere atesorar se corta ese flujo y al cortar ese flujo se deja de recibir. “A quién está establecido en asteya la riqueza le llega” porque no pretende cortar el flujo de dar y recibir, porque entiende que si siempre está recibiendo es para seguir dando y asume ese rol en la vida.


BRAHMACHARYA:

Brahmacharya es usualmente traducido como castidad, celibato, continencia o abstención y en este sentido está muy relacionado con el período de entrenamiento de naturaleza monástica en el que el yogui además de aprender a no tener nada, aprendía a no estar con nadie.

 Esta palabra en su traducción literal no tiene relación con el celibato, brahmacharya, significa ser el acharya de Brahma, ser como Brahma, el que aspira a lo supremo, a lo creativo, que es la facultad que característica a Brahma. Más que contención sexual tiene que ver con contención sensorial, con no ser presa de los impulsos sensitivos, lo cual incluye también la sexualidad.


Los caminos de la afirmación y de la negación:

 Haciendo un paralelo entre el tantra y la noción de brahmacharya, la segunda se orienta hacia la contención de toda la facultad sensitiva mientras que el tantra busca avivar y direccionar la capacidad de sentir placer. Tanto la contención como el avivamiento conducen al mismo punto, en los dos casos, porque al mantener el foco de la atención sobre los impulsos, se pueden trascender para encontrar el Ser que subyace más allá de ellos. Se tiene la posibilidad de quedarse buscando las diferencias entre la afirmación y la negación o entender que estas dos corrientes aún perteneciendo a contextos totalmente distintos y temporalidades distintas (el camino tántrico es mucho más antiguo que el camino de yoga que consolidado Patanjali) son parte de una misma polaridad.

 Cuando se está con alguien en múltiples niveles, incluyendo el nivel afectivo y sexual, terminamos cargándonos de los vrittis del otro, lo que dificulta trabajar en los propios, por eso en algunos momentos de la vida es útil no recargarse de impresiones ajenas para así poder trabajar en las propias. La idea no es caer en el extremo de rechazar el mundo, de negarlo totalmente sino poder reconocer las enseñanzas que nos puede traer apartarnos momentáneamente y lo que puede enseñarnos también el camino de la experimentación.

 Brahmacharya tiene también que ver con aspirar a crear lo supremo, a crear lo divino, mantener a la divinidad en el corazón. Buscar que cada una de nuestras creaciones, incluida la sexualidad con su potencial de creación, estén en función de algo más grande que nosotros mismos. Esto incluso puede proyectarse al ámbito de la pareja, buscando construir relaciones en la que los dos trabajen por cultivarse mutuamente, estando con esa persona como una ofrenda a lo supremo.

 No podemos negar, sin embargo, que algunas personas necesitan de lo restrictivo para encauzar nuevamente sus vidas, especialmente las que han pasado por situaciones pesadas y encuentran en la restricción un terreno firme en el que pararse. Para este tipo de personas el concepto de brahmacharya como la dedicación de los actos creativos a algo más grande puede sonar muy abstracto, puede no ser lo que necesita en el momento, mientras que la restricción puede ser una mejor forma de entenderlo y llevarlo a la práctica.


El fruto de brahmacharya:


 El fruto de brahmacharya es el vigor o la vitalidad. Cuando las acciones son dedicadas a lo supremo es posible entender y sentir que hay una fuerza más grande que nosotros mismos y ese es el vigor que se obtiene, la capacidad misma para hacer todo lo que sea menester.


APARIGRAHA:

Aparigraha se suele entender como ausencia de codicia. Otras versiones lo definen en una forma más monástica, como no aceptar regalos en el sentido de no obligarse a aceptar un compromisos futuro, evitando así una posible cadena de explotación y esclavitud. Este yama se complementa con asteya, asteya se entiende como la acción concreta de robar, de llevarse algo que no le pertenece y aparigraha como el germen de la acción; cuando se tiene el deseo de acaparar, si este impulso sigue alimentándose puede convertirse en la acción directa de robar. 

 Puede entenderse también en términos positivos cómo la práctica de la generosidad, ya que en la medida que no quiero todo para mí, puedo ser generoso con el otro, dejando que las cosas fluyan, que la energía fluya a través de mí. Puede practicarse la generosidad cuando se tiene un fuerte deseo por tener algo específico, haciendo el esfuerzo necesario para conseguirlo y regalándolo luego a otra persona, cortando así el ciclo de la codicia y activando el de la generosidad, poniendo a rodar la energía. Si todos nos volviéramos generosos, el sentido de codicia disminuiría porque todos estaríamos dando, la energía no se cortaría y en algún momento esa energía nos llega a todos. Si habito el aparigraha desde la generosidad corto el impulso de la codicia. 


El fruto de aparigraha:


 Para “aquel que practica aparigraha le llega el conocimiento sobre la razón de sus nacimiento” y esta es la forma como Patanjali expone que cuando se deja de codiciar y se comienza a agradecer, se deja de estar en conflicto con la vida misma, comprendiendo el propósito de la existencia. 


 Todos los yamas se presentan como una invitación a evitar ciertos impulsos que con el tiempo son más grandes que nosotros y terminan siendo una frecuencia que nos arrastra hacia la inercia; lo que se propone con los yamas es cortar esta frecuencia para que la inercia no nos jale y no nos quedemos en esos patrones automáticos que están más allá de nosotros, que están arraigados a nosotros desde nuestra fase de evolución animal. Al vencer esa inercia, de estos patrones automáticos, es posible entender el verdadero potencial humano y tratar de construir una humanidad distinta que no siga atrapada en la inercia de la búsqueda del placer, del querer tener más, del querer estar por encima de los demás; esta inercia que nos consume son las mismas kleshas, cuando trabajamos a través de los yamas y los niyamas estamos cortando el flujo que alimenta las causas de la aflicción, estamos cortando el ciclo de las kleshas. Cuando corto la inercia corto el lastre que me pesa, que no me deja flotar, que no me permite fluir con la vida.

Sembrado por Elisa Ochoa y Esteban Augusto (Encuentros febrero 2020)

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