CAPÍTULO 11: LA VISIÓN DE LA FORMA CÓSMICA

by - julio 02, 2021

 



En el capítulo anterior Arjuna cuestiona a Krishna sobre dónde encontrarlo, el camino del vibhuti, las glorias o manifestaciones divinas, ante lo cual este responde nombrando una cantidad de posibilidades, como el ser que mora en el corazón de todas las criaturas, el origen, la existencia y el final, el corazón y el aliento que sustenta todo en la vida.

Luego de aceptar rendirse ante todas esas formas de encontrar a Krishna, esas manifestaciones divinas, en este nuevo capítulo, de nuevo Arjuna regresa a cuestionar a Krishna, esta vez queriendo tener su visión del cosmos, pidiendo que le enseñe su divina manifestación soberana. Krishna permite que su discípulo pueda gozar por un momento de esta posición: tener la visión de sus "formas divinas, multicolores y polimorfas", en un acto de compasión ante un discípulo ávido de fe. Esto enmarcado en algo conocido como activar la percepción interna, el "ojo sin párpado" que ve radialmente; una visión que no es fruto del intelectualismo, la disciplina o la voluntariosidad, sino del amor, la devoción, entrega y rendición.


La visión


La descripción de lo que sucede en esta parte del diálogo se presenta de una forma poética, mostrando el asombro de Arjuna, tras realizar un recorrido que le permite sumergirse en un universo inmenso, desconocido e impactante, ante lo cual queda deslumbrado y pide disculpas a su maestro, que ha sido además su amigo. Es bonito ver que luego de mostrarle esa manifestación divina, ese lado sublime, Krishna humildemente adquiere de nuevo la forma humana, de amigo cercano de su discípulo.

Está visión incluye aspectos deslumbrantes y hermosos como los "siempre vigilantes ojos -los soles, las lunas y los cielos que miran fijamente- y su boca que arroja una vibrante llama", pero en medio de esta intensa experiencia que parece un sueño cumplido para el aprendiz, están también presentes los "feroces dientes y mortíferos fuegos que aúllan en sus bocas amenazantes", la serpiente, el rayo y la tormenta. Como sucede en esta visión cósmica, así también en nosotros está presente la oscuridad, lo inesperado y desconocido; hay momentos de la vida en que podemos percibir sensaciones extrañas en el cuerpo, cuando pensamos por ejemplo en tener una visión divina, es posible que nos invada el miedo, la angustia, la desesperación y que busquemos "hacer algo" para salir de allí. La idea es que podamos "dejar de hacer cosas" para salir de allí, poder aceptar esa sensación, dejarla pasar por el corazón sin intelectualizar, fluir con eso que nos incómoda, observarlo, sentirlo y dejarlo pasar.

En nuestra cultura, acostumbramos ver a Dios en lo que para nosotros representa "lo bueno": belleza, paz, armonía, sin embargo un mensaje que nos trae este capítulo, es que podemos ver a Dios en la liebre pero además en el león que la devora. Él está presente en ese ciclo constante de muerte y renacimiento, de oscuridad y luz, está además en el vacío, el infinito, el misterio de lo desconocido en eso que nos genera asombro, que puede llegar a "colapsar la razón". Comprobamos una vez más, como se ha mencionado previamente en la historia, que esa esencia divina está en todo y en todos, incluso en aquello que nos han enseñado a temer al ser considerado "malo", feo o monstruoso. Volvemos a la invitación de la unión con Dios desde la desidentificación, hacer a un lado la separación, evitar tomar partido, ser conscientes que detrás de todos estos eventos y circunstancias está el vacío, la nada y esa es finalmente la esencia a la que llegaremos.


El apego a la visión y a la herramienta


Así también, es común que existan apegos a una experiencia que sentimos nos acerca a la divinidad, tendemos a apegarnos a la herramienta, al medio que nos ha permitido tener esa "visión divina", que nos lleva a ese anhelado estado: un ritual, una planta, un maestro, un sonido, una práctica. Sin embargo la propuesta ahora, es poder liberarnos de esas anclas, trascenderla y seguir conservando la consciencia de lo sagrado, la visión amorosa en todas las circunstancias de la vida, poder cultivar el asombro, la visión del niño interior, la capacidad de sorprendernos ante lo simple, siempre.

Por otro lado, sucede que nos hacen ver las experiencias sagradas como algo lejano. Vemos el éxtasis y el éntasis, como estados a los cuales se llega a través intermediarios o de enormes esfuerzos, ante lo cual una respuesta usual es la renuncia a llegar a ellas. Pero existe gente del común que da testimonio de haber vivido experiencias místicas y especiales, lo que nos lleva a pensar que todos estamos en la capacidad de vivirlas. De hecho, una tormenta puede ser vista como algo terrible y destructivo, que arrasa con todo a su paso, una experiencia traumática que genera temor, pero además puede vivirse como un evento intenso de conexión, un cambio trascendental, que llega como una señal, o una respuesta sobre lo efímero de la vida. Es necesario pasar por periodos de dificultad, oscuridad, enfermedad, presión, para que surja el diamante, para ver la luz y que emerja la fortaleza interior, es decir, la dualidad reflejada en el Yin y el Yang es parte importante de la experiencia humana, y aceptar esa polaridad es parte del acercamiento a la divinidad.

La invitación es a ver esas experiencias místicas, esa capacidad de conexión con lo supremo como parte del patrimonio humano, a sentir en diferentes experiencias la divinidad, abrirnos a recibir, dispuestos a dejarnos sorprender, para que en todo podamos ver la magnificencia de la creación, después de todo la existencia está sumergida en esa divinidad pura. Además, dejar de conceptualizar a Dios, evitar tener una forma o idea definida de él, poder verlo como cercano pero que a su vez trasciende todo lo conocido, como esa consciencia superior que está dentro de nosotros. Saber que es en el momento de la "contemplación amorosa", que llegamos a esa esencia; cuando mueren los deseos, pensamientos, emociones, el miedo, el yo, el ego; cuando todo eso se disuelve y nos rendimos a ese Ser: "como insectos que se precipitan volando al ardiente fuego que los consume".


Pasar por el corazón


Una segunda invitación en esta época de convulsión, revolución y fragmentación es pasar todo por el corazón, para transmutar y posteriormente entregar, evitar el conflicto con la oscuridad, poder abrazar la sombra desde el amor, acogerla en el corazón, para transformarla y posteriormente compartir lo mejor que tenemos. Aprender a sentir, ver desde el corazón y soltar. En la enseñanza del yoga, es frecuente seguir la propuesta del maestro Vivekananda de los 4 caminos, en los que el camino del amor o la devoción: bhakti yoga, aparece al final, pero es realmente desde el amor que se desprende todo lo demás, pues si podemos ver en todo lo sagrado, vamos a comportarnos diferente, siguiendo la senda de la devoción, para soltar el control y vivir la entrega total.

Algo importante es que no se trata de un amor personalizado, se trata de uno expandido a todo y a todos, poder establecer vínculos con quiénes nos rodean como lo hacemos con los hijos, los padres o la pareja, en especial con quienes nos cuesta aceptar, comprender y amar.

La propuesta es amar y contemplar a Dios en las pequeñas cosas, establecer un vínculo con él desde la cotidianidad, verlo en todas las personas y situaciones, rindiéndole así una constante devoción.



Sembrado por Sandra Velázques (Encuentros Mayo 2021)


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