Sobre el tantra y los extremos en la sexualidad

by - octubre 14, 2019


El buscar lo trascendente, el impulso de amar y ser amado, el encontrarle en disfrute a cada momento son procesos constantes de los seres humanos que se refleja en la voluntad de unirse con el Todo.

 Desde diferentes tradiciones espirituales se puede observar como caemos en ciertos extremos, algunos se debaten entre satanizar o sacralizar el cuerpo. Para otros la sexualidad es considerada como obstáculo, ya que el placer genera apego, y el apego aumenta el ego, mientras que desde otro ángulo la sexualidad es la única forma de alcanzar la liberación porque en la facultad de crear y de dar vida está la posibilidad de dar lo mejor de nosotros mismos. Estudiando algunos de los fundamentos del tantra nos proponemos recorrer miradas más allá de estos extremos.

 El tantra es una tradición espiritual que cuenta con una estructura de práctica y de pensamiento que tiene origen en la india antigua y propone reencontrarnos con eso trascendente, pero partiendo de aceptar el cuerpo y la vida como aspectos de lo supremo, para ello no hay que salirse del mundo ni negar el cuerpo, sino experimentar la vida misma porque en ella está el germen de la liberación, en este sentido en el vivir y en el cuerpo humano está el mapa para la Iluminación.

 Las prácticas del tantra buscan que cada quien pueda expandirse más allá de su propia individualidad, para reconocer lo sagrado que habita en sí mismo, y que se expresa en toda la creación, y para ello se enfoca en un trabajo con la energía que es uno de los elementos comunes en el universo, y a los cuales el ser humano puede acceder voluntariamente para cultivarlo y direccionarlo y luego disolver su individualidad y retornar a ser parte del Todo que también es energía en constante cambio y movimiento.

 Debido al consumismo y simplificación de occidente, creemos que el tantra está ligado sólo a la sexualidad, lo cual tiene algo de sensato, y es que es mediante el proceso sexual se refina la energía, porque cada ser da lo mejor de sí mismo para replicarse, pero quedarse sólo en la sexualidad nos lleva a desconocer que el cultivo de lo energético también está en lo sensible, en lo devocional, en lo contemplativo y en muchas otras dimensiones.

 Mediante prácticas devocionales los sacerdotes tántricos viven el disfrute de cada instante y el placer de la presencia a través de las sensaciones del cuerpo mientras ejecutan un ritual. Prácticas del denominado tantra blanco, utilizan la conexión con el otro a través de vehículos como la vibración, la mirada, la respiración para alcanzar la sincronía y potenciar el magnetismo, el fluir de la energía sin que medie el contacto sexual.

 Desde el llamado tantra rojo se explora la sexualidad y se busca alcanzar a través de ella las alturas del espíritu. La sexualidad consciente puede convertirse en un vehículo de autoconocimiento que puede catapultar el desarrollo espiritual, siempre y cuando parta de una profunda honestidad y transparencia consigo mismo y con el otro. Puede llegar a ser un estado de paz interior y plenitud que trasciende lo físico y continúa aún después del acto sexual.

 Algunas tradiciones se han quedado en ver la sexualidad como el único camino para la liberación, y lo que han originado es crear más ego espiritual, más identificaciones, quedándose en los extremos, bien sea el de atesorar la energía para sí mismos o en el de liberarla por completo mediante el dejarse llevar desenfrenadamente por los impulsos internos.

 Vivir la sexualidad con ese fin de buscar la autorealización sería algo ideal, y una manera de cultivar esa gran fuente de combustible espiritual, pero resulta importante entender que estas prácticas nos abren la puerta a nuestra propia luz pero también a nuestra propia oscuridad, lo que a veces es difícil de procesar, ya que hay muchos elementos que, si no están claros o heridas que no se han sanado antes de entregarse a esa vivencia, terminan alimentando nuestros propios conflictos internos.



 Ahora bien, ese proceso de refinar la energía, también se puede hacer cultivando el magnetismo en nosotros mismos, ya que manejamos en nuestros cuerpos la misma polaridad, y acá es donde entra la labor del bramacharya como una fase de preparación, que es una invitación a replegarse en sí mismo, refinarse energéticamente para tener el imán lo suficientemente cargado, lo que permita encontrar a alguien que resuene en la misma frecuencia que nosotros mismos, dejándonos entender que parte del trabajo es refinar lo que uno tiene para poder compartirlo. y con ello comprender que uno no es lo único ni lo más importante en el mundo.

 Entender esta senda energética que se propone desde el tantra, implica recorrer el mapa que está en nuestro propio cuerpo, y que guarda los detalles para retornar a la fuente dejando que la energía complete su ciclo de expansión. Para esto resulta fundamental entender que el gran soporte de nuestra existencia está en el primer chacra, que tiene que ver con la supervivencia y con la capacidad de establecer raíces en el mundo. Si no se tienen las raíces firmes y se quiere trabajar desde el disfrute de lo sensorial que es el segundo chacra, no se está haciendo el proceso de forma eficiente, porque las fugas en el primero llevarán a que la energía consciente no fluya hasta el segundo. Por esto deberíamos empezar por resolver nuestros asuntos de supervivencia: ¿Cómo estamos en el mundo? ¿Cómo aceptamos la vida que tenemos? ¿Entendemos el linaje, el legado del que hacemos parte, el de nuestros ancestros?

 Trabajar en afinar el primer chacra, es un paso previo antes de iniciar este tipo de prácticas sexuales, porque mientras más raíces desarrollemos, más podemos crecer, y cada paso nos enseña lo necesario para las etapas siguientes. En este sentido sanar las heridas en nuestras raíces, implica sanar la relación con la abundancia, la supervivencia, la aceptación de la vida, y la purificación de la relación con nuestros ancestros.

 Cultivar la energía creativa a través de prácticas tántricas sexuales o no sexuales, implica someterse a altas frecuencias, pero que implican siempre un trabajo previo, porque a veces cuando el instrumento no está lo suficientemente afinado, ni el propósito está lo suficientemente definido, someterse a ciertas frecuencias produce más destrucción, como una antorcha en la mano de una bebé.

 Con todo esto, podemos terminar recordando que el tantra parte de proponer compensar el verticalismo de la espiritualidad, pero puede terminar cayendo en el mismo ciclo de extremos de exigencia y radicalidad, al no tener en cuenta quien es el que usa la energía ni para qué desea cultivarla, conduciendo a caer en el juego de la economía de la energía, del cultivo del ego espiritual por el control o el derroche de ella. 

 El tantra es quizás el estado de consciencia del disfrute de la vida, la devoción por la vida misma. Lo practicamos cuando disfrutamos lo que hacemos y esa fuerza es la esencia que produce vida y el poder ilimitado de SER, en armonía con nosotros y ese diverso y abundante universo. 

 Sembrado por Claudia López y Esteban Augusto. (Encuentros de septiembre de 2019)

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