Cuento 7.

by - marzo 07, 2020

El camino 


 El camino era bastante accidentado estaba lleno de troncos, de raíces, de piedras de muchos colores y tamaños, en algunas partes era arenoso y seco y en otras pantanoso y resbaladizo. 

A medida que lo transitábamos, con cada centímetro que avanzábamos veíamos como este camino se iba modificando delante de nuestros ojos, algunos de los cambios eran pequeños y teníamos que estar muy atentos para identificarlos y otros alteraban todo cuanto nos rodeaba, era como si mágicamente nos trasladáramos de lugar. Aún no entendía nada de lo que había a mi alrededor, la única certeza que tenía era que debía seguir avanzando aunque no supiera para qué debía hacerlo, ni hacia dónde me dirigía. 

El vehículo en que nos transportábamos era guiado por 5 caballos. Debo decir que por más extraño que pueda parecer tanto los caballos como el vehículo se sentían como si fueran parte de mí, no como algo que te pertenece y que usas y que por eso quieres conservar, sino como si realmente fuéramos uno solo, como si yo pudiera percibir lo que pasaba a través de ellos y ellos pudieran responder a mis impulsos casi sin yo tener que manifestarlos. 

Los caballos, de una forma que no puedo explicar, me transmitían todo cuanto sucedía afuera, me invitaban a detenerme si las condiciones eran agradables, me invitaban a buscar experiencias placenteras y me animaban a disfrutarlas y también me ayudaban a pasar de largo ante aquello que podía no ser interesante para mí. 

No éramos los únicos en el camino, podía ver otros vehículos y escuchaba muchos más que se movían por todos lados, todos eran distintos había otros carros tirados por caballos pero también los había impulsados por todo tipo de energía, había algunos vehículos muy sencillos y otros muy lujosos y modernos. Los vehículos sin caballos se comunicaban con el exterior a través de las superficies del vehículo y a través de las ventanas. 

Observar estos caminos era como estar en una mezcla de épocas que se entrecruzaban. 

Podía darme cuenta que la ruta los vehículos era modificada entre sí. Los encuentros de unos con otros podían alejarlos, acercarlos más, cambiar sus apariencias o generar cualquier modificación inesperada, pero no sólo los contactos directos producían impacto en los demás vehículos, algunos cambios de ruta de los vehículos desencadenaban temblores desde el centro de la tierra y todos los caminos se modificaban, todos se veían impactados, aunque cada uno de forma y en magnitud diferente. 

No iba sola o por lo menos eso parecía, en nuestro carro y digo nuestro porque siento que no era sólo mío que no me pertenecía, que todos teníamos algo que ver con el, iban apareciendo distintos personajes, a veces no los veía, solo los escuchaba, otras veces su presencia era tan aplastante que sentía como si mi existencia se viera reducida a su mínima expresión, sentía como si desapareciera y dudaba de haber siquiera existido. Así que para evitar verme reducida a nada había optado por elevar cada vez más mi voz, por no dejarme opacar por todos esos personajes que yo no sabía quienes eran pero podía sentir que buscaban borrarme y yo buscaba borrarlos imponiéndome sobre ellos. 

 A pesar del ruido que constantemente estaba haciendo para evitar ser disminuida, comencé a escuchar una voz que llegaba desde el interior del vehículo, una voz apacible que sin embargo me generaba temor y me hacía pedirle a los caballos que me llenaran de más sensaciones, quería distraerme constantemente con todo lo que había afuera y así evitar escucharla. Pero un día los caballos estaban dormidos y no tuve más remedio que prestarle atención, el efecto de esta voz silenció la mía y por un momento esta presencia dominó en el vehículo y cuando los caballos despertaron no atendían mis órdenes, era como si no me escucharan y se dedicaron a seguir las instrucciones de esta presencia, se dedicaron a caminar sin desviarse, sin preocuparse por el exterior. Yo en ese momento me sentía desesperada, comencé a gritar y a saltar hasta que por fin puede tomar nuevamente las riendas del vehículo. 

 Tenía mucho miedo a que esto volviera a suceder y no estaba equivocada, este proceso se comenzó a presentar con más frecuencia, la voz comenzaba a llegar y me opacaba y yo tenía que gritar y buscar por todos los medios recuperar la atención de los caballos, cada vez tenía que gritar más fuerte y pasaba más tiempo antes de que lograra recuperar el control, así fue como un día decidí aprender a imitar su voz, su tono, su cadencia, el tipo de palabras que usaba y pude confundir a los caballos, haciéndolos ir a donde yo quisiera mientras creían que la voz apacible los guiaba y así yo ya no tenía que gritar, solo sobreponía mi voz a la de ella. 

Y confundiendo fue como me fui moviendo y cambiando varias veces de vehículo, con cada cambio los caballos se hacían más tranquilos y a mi se me hacía cada vez más difícil engañarlos y engañar al vehículo y mi voz fue perdiendo fuerza, mientras que la voz apacible no dejaba de aparecer y cada vez se hacía más fuerte. Todo esto pasó hace mucho tiempo ya, cada vez me fui debilitando más y hoy me siento encapsulada dentro de este vehículo, mi voz es apenas un susurro que muy de vez en cuando logra cambiar el rumbo pero que la mayoría del tiempo está inmóvil simplemente observando y escuchando como esa voz apacible va guiando. Aún no sé hacia dónde nos dirigimos, no sé si alguna vez lo sepa, lo que sí es seguro aunque no me guste admitirlo es que ella sí lo sabe.

Sembrado por Elisa Ochoa (Marzo 2020)

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