Este collar de 108 cuentas llamado “mala” es muy común en las tradiciones orientales ancestralidad védica y budista, y sus descendientes el tasbih de 99, usado en la tradición islámica, la camándula de 54 usada en la tradición cristiana, incluso su primo lejano el quipu de las tradiciones incas, tienen una finalidad específica, el contar.
Ahora bien su finalidad original de llevar un conteo podría parecer que se aleja bastante del uso que le recubre ahora como un instrumento devosional e incluso como un adorno de moda que sirve para diferenciar cierta “filiación espiritual”. Pero el contar no es más que una forma de entrar en comunión con el lenguaje de la naturaleza, y mediante el conteo se puede reencontrar la conexión con el presente.
Contar a través de estos collares de la forma tradicional nos lleva a varios aprendizajes, el primero es que aunque pareciera que el ideal es completar una ronda completa, cuando se llega al final lo que se hace es que el conteo se reinicia en el sentido contrario, recordandonos que el asunto no es llegar a la meta, sino mantenernos en el proceso, contando constantemente, porque lo que importa no es el haber mantenido una práctica por un número especifico de veces o de días, sino que lo verdaderemente importante es recordar que la práctica se renueva cada día, cada respiración.
Un segundo aprendizaje se desprende de la cuenta central, que es en la que se cierra el circulo, y que usualmente es un tanto más grande que las otras. Esta cuenta es llamada “Meru”, como un monte tradicional que es el centro del mundo en la cosmovisión de la India. Este monte representado en esta cuenta central nos enseña que por más que pensemos que la espiritualidad es un camino como un asenso a la montaña, el llegar a la cima es sólo la mitad del camino, porque al llegar a la cuenta Meru, se comienza el camino de retorno, en el cual bajando de la montaña es que cumplimos la otra mitad del camino espiritual, que es compartir con otros eso que se ha despertado en nuestro interior.
Hay un aprendizaje adicional que tiene que ver con la forma circular del collar, en el cual las cuentas se repliegan sobre sí mismas, creando la forma del numero cero, pero sobretodo recordándonos que todos los números no son más que una emanación del cero, tal y como toda la creación no es más que una emanación del vacío, y por ello todo el ejercicio del contar es sólo es para recordarnos ese camino de retornar a la fuente, de sintonizarnos con el vacío.
Nuestras mentes cuentan, porque tratamos de entender el mundo y su lenguaje matemático, pero a través del mismo acto de contar, ya sea números, mantras, o advocaciones de alguna divinidad, podemos reencontrarnos con nuestro propio centro, con nuestro punto cero, y desde ahí recordar que no hay ningún logro al que aspirar, porque lo único que existe es el presente, e instalándo nuestra practica en él logramos reencontrarnos con el vacío desde el cual podemos compartirnos con los demás.
Sembrado por Esteban Augusto (Julio 2020)
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