PERSIGUIENDO EL SAGRADO SONIDO DEL SILENCIO

by - agosto 31, 2020



Dice la RAE del silencio: “Estado en el que no hay ningún ruido o no se oye ninguna voz”. Con lo cual, podría decirse, que quienes vivimos en esta época y nacimos en esta comarca estaríamos destinados a no conocerlo. Es muy difícil entender el silencio cuando naciste en un lugar en donde la frontera que te separa de tu vecino es el lado más ancho del ladrillo, y por consiguiente no se puede evadir ni evitar que nos llegue en algún momento la consabida invasión (ó contaminación) auditiva. 

Mis circunstancias en este contexto del silencio fueron las siguientes: de un lado aprendí que el “silencio” era un arma de guerra, rara vez lograba saber en qué me había equivocado pero la presencia de ese silencio incómodo que surge cuando quien está contigo no te habla, no te responde, ni hace ningún comentario, era una prueba reina de que había algo que enmendar. De otro lado el silencio era esa escasa ocasión en que el equipo de sonido descansaba en un plácido off pues la mayor parte del tiempo estaba cumpliendo su función y como si fuera poco se campeaba orondamente por los límites máximos de sus decibeles, siendo entonces, en este caso nosotros, hablando en plural como familia, los invasores del silencio o del ruido ajeno. 

Cuando el silencio no cumplía sus funciones de castigo, entraba a funcionar otro radio, aquella voz interna en una continua retahíla que iba como una especie de comentarista de fútbol pero donde el tema cambia sin necesidad de dial, recorriendo todos los temas, todas las posibles conjugaciones de los verbos, y todos los tiempos posibles pasados y futuros. Entonces el silencio, según esta definición, para mi no existe. Soy hija de estas circunstancias, no me quejo, ha sido mi aprendizaje, y sé que no estoy sola en esto, ha de ser una realidad que comparto con muchos. 

Con el tiempo he entendido muy bien la razón por la que como sociedad y como individuos rechazamos de manera consciente o inconsciente el silencio, y es porque en el fondo sabemos que donde más ruido tenemos es adentro nuestro, y ese “speaker” incesante es un personaje que puede llegar a ser inmensamente siniestro, y nos da miedo sentarnos a escucharlo desde el no-juicio, entonces caemos en esa trampa de volcarnos hacia el afuera, y cada vez buscamos más medios para distraernos. 

Pero de pronto te visitan unas nuevas circunstancias en las que descubres el silencio, y seguramente por ese entorno de múltiples ruidos en el que crecemos es que podemos reconocer el cotizado valor que tiene el silencio. Cuando empecé a practicar la meditación me cuestionaba la idea de buscar el silencio, no la entendía mucho, bueno en realidad no conocía lo que era el silencio, y la verdad hasta le temía. Mi relación con el silencio era como una cita a ciegas, en la que estar con alguien que no conoces, te hace sentir muy vulnerable e incómodo. Pero en esa cita a ciegas con el silencio, me pudo más la curiosidad y las sugestiones amorosas de un Swami quien me invitó a acercarme a ese fenómeno llamado silencio desde otra óptica, e incluso coquetearle a un nivel más elevado llamado el Antar Mouna (silencio interior, -Palabras Mayores-). 

Para acercarme al silencio inicié entendiendo un juego: el cuerpo requiere del movimiento y la mente de la quietud, pero la quietud de la mente es poco viable sin la quietud de cuerpo y el cuerpo requiere estar fuerte para tener la posibilidad de serenarse y experimentar la quietud sin queja alguna, es un proceso que se mantiene mediante una invitación amorosa a que ese vehículo externo simplemente ESTÉ y entender que ese acto de presencia en el instante presente es fácil para el cuerpo porque él sólo puede percibir y actuar en el ya, no puedo sentir el frío de ayer ni experienciar la exhalación de mañana. 

Ahora entraba a jugar la mente, con su maravillosa capacidad de saltar de un pensamiento a otro, de estar en el pasado y en el futuro y algunas veces en ese anhelado AQUÍ Y AHORA, al principio caí en aquella falacia de “poner la mente en blanco”, pero poco a poco descubrí que no se trataba de eso, y me fue presentada una especie de llave maestra: Aprovechar las oportunidades de quietud de mi cuerpo tratando de notar esa fuente casi imperceptible donde nace un pensamiento, observando cómo los pensamientos brotan de la nada, y al estar en ese estado de alerta simplemente sentir ese mágico acto de estar presente en las cosas básicas de la vida: RESPIRAR. Al visualizar esa sabiduría interna que guía cada inhalación y cada exhalación y me dediqué a observar, sólo a observar, y por supuesto que se produce un sonido del aire al entrar y del aire al salir pero hay un punto en que de tanto observar ese sonido desvanece y entonces todo queda en absoluto silencio. Un Silencio sagrado que emana de lo más profundo del Ser,  producto de la comunión íntima del cuerpo y de la mente.

No había saboreado el dulce sabor del silencio amoroso, del silencio como decisión propia, pero fue desde esta experiencia que entendí porque nunca he podido soportar un ringtone de mi celular y he preferido el llamado de las ánimas antes que despertar sobresaltada por una alarma, al igual que guardo el gusto por las conversaciones en modo de susurro. Y fue también en esta experiencia que me percaté de aquel personaje que más que siniestro, es un parlanchín que nos habita, y su única función es esperar pacientemente a que uno mismo lo desenmascare, y que por más que uno se esfuerce no dejará de hablar, pero tomará descansos y eso ya es mucho decir, porque nos acerca a ese silencio amoroso.  

¿Qué es el Silencio entonces?

A esta altura del partido tengo mi propia definición de silencio. El Silencio en realidad es una experiencia mística, que surge del vivenciar que el sonido nace del silencio y el silencio es fuente del sonido, que son indisolubles, ya que no puede existir el uno sin el otro. Es percibir y descomponer en fracciones el chasquido del fuego, el correr del río, las olas en el mar, el sonido que producen tus dedos al pasar la página de un libro, el roce de tu pasos al caminar, una hoja seca cuando cae, el crujir de la madera , el viento cuando sopla, un bostezo, una risa, la alondra que canta cada día a la misma hora cerca de mi ventana, el llanto de un bebe vecino, el ladrar de un perro, tal vez el maullido de un gato, una gallina cacareando, un suspiro, un gemido de dolor o de placer quizás, las gotas de lluvia cuando caen, el galopar de un caballo, el pedaleo en una bicicleta, la cafetera cuando hierve, los labios al posarse en otros, el tictac de un reloj, una puerta que se abre, otra al cerrarse, la llave en la cerradura, el zumbido de un insecto, y un largo etc. Al percibirlo TODO con claridad y sin que nada de aquello te perturbe, es cuando se logra vivenciar eso que entendemos por “Silencio”, y que en realidad no viene de afuera, porque de ser así, con todo este ruido en el que estamos inmersos, no se podría experienciar, y con esto se aprende que el único silencio que se puede construir es el silencio interno; que vivirlo es un acto que nace de una decisión propia, pero sobre todo que es un acto que requiere un proceso de cultivo constante. 

Con esto se puede entender que el ritmo de la vida no se detiene, está en un constante movimiento, que el movimiento siempre produce un sonido, el sonido es una vibración  y  por tanto todo vibra en un eterno y permanente OOOMMM. 

Se descubre que el verdadero silencio es un arte que se practica, el arte de percibirnos a nosotros mismos y entender que incluso el sonido de nuestra respiración es una donación que hacemos a esa maravillosa sinfonía del Cosmos.

Y aunque al guardar silencio se nos acuse de “raros”, hermitaños o antipáticos, seria genial poder llevar ese silencio a la vida diaria y convertirlo en un acto público, para recordar, pero sobre todo ejercer ese beneficio que nos otorga la jurisprudencia, EL DERECHO A GUARDAR SILENCIO.


Sembrado por Marta Cecilia Mora (Agosto 2020)

Fruto de la convocatoria editorial del Semillero de Yoga 2020


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14 comentarios

  1. Respuestas
    1. Uyyyyy se me “esponjó “ el corazón 💖 de emoción y gratitud

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  2. Hermoso acercamiento al silencio como un verdadero fruto del alma.

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    1. “Fruto del alma” que bello, así es. Gracias por comentar

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  3. Wow! Me encantó!
    Muchísimas gracias por compartir 💚

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    1. Hermosa, gracias por tomarte el tiempo de leer, Un abrazo

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  4. Marta, me resuenan profundamente tus palabras. Gracias por compartir tus palabras y también tus silencios :)

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    1. Si, Carito, fruto de cultivar la sanga; se va creando un vínculo tan bello que nos sentimos conectados en lo simple y lo complejo.
      P.D. Un favor nunca dejes de reír 😉

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  5. Como nos llevaste desde lo cotidiano y común a la sutileza de un paraíso interno que se descubre desde la experiencia y ya no se puede olvidar....lo plasmas en palabras para ser comprendido y compartido.
    Admirable tu virtud de describirlo...
    Muchas gracias, lo disfruté...

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    1. Tanta generosidad en tus palabras, muchas gracias. Un abrazo

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  6. Muy bello, gracias Martha C. por compartir.
    Rosat

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  7. Martha, gracias. Mientras te leia, me crei por un momento inmersa en el sonido de tus palabras generando sonido en mi desde tu silencio...
    Gracias por palabras tan sencillas, cotidianas y cargadas de sentido.
    Gracias por compartir tu decisión de vivir la prudencia del juicio desde el silencio. Un amoroso abrazo.

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    1. Que belleza, una muestra mas de cuan conectados estamos desde nuestras vivencias y desde nuestro sentir, gratitud a ti por tomarte el tiempo de leer.

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