El retiro en la Ecovilla Wayra Wasi fue una linda oportunidad para estar en contacto con la estabilidad de la tierra, la fluidez del agua, la luz y el calor del fuego transformador, la movilidad del aire con un viento que sopla fuerte, la fuerza del amor propio y por el entorno circundante, en un lugar maravilloso, lleno de naturaleza, tranquilidad, color, abundancia y fertilidad.
Fue una experiencia de introspección e inmersión en el yoga, pero además, un espacio diseñado para meditar, cantar, bailar y hacer de la vida un ritual. Sentí la felicidad del encuentro, de la conversación y la complicidad, de coincidir con seres bellos y especiales: 12 "apóstolas" y un maestro con quienes había muchos temas en común, encontrando un ambiente mágico y vínculos que trascienden ese momento.
Los invitados vivímos una experiencia muy grata y especial, gracias a la familia anfitriona: la tía Lida, Beatriz y Doña Martha se encargaron de la alquimia de los alimentos, llenándonos de amor, color, satisfacción y curiosidad con cada plato delicioso y bellamente decorado; de magia y alegría con cada mantra o canción compartida en momentos como el temazcal, el ritual Homa o la novena al niño Dios, además de hermandad y feminidad, con el hermoso vestuario y los accesorios lucidos en una danza por la vida, un círculo de mujeres en honor al solsticio de invierno. Alcides por otro lado, se encargó de preparar cada ceremonia, encendiendo el fuego por ejemplo y nos llenó de conexión natural, guiándonos para recorrer el bosque y conocer sus especies o sembrar nuevos árboles -y con ellos, nuevas intenciones- con sus historias y risas, mientras nos compartía su sabiduría; el tío Gonzalo nos llenó de sensibilidad con su talento, su guitarra, sus canciones, con esas letras tan inspiradas, tan conmovedoras y Nestor nos llenó de compasión, por sentir la vulnerabilidad la vida, ante la muerte de su perrita. Estaban además Doña Gladis: limpiando y poniendo todo en orden; Tibet: la ternura hecha perro; el gallo peludo e imponente: con quién hubo pequeñas diferencias por su canto nocturno, pero fue parte importante de la rutina, por supuesto estaban sus gallinas y su pollo, el adolescente que ya no quería obedecer, por eso el cacareo insistente de su madre en la cocina durante la tarde, queriendo acostarlo temprano, situación muy conocida y analizada por Doña Martha en su inmensa sabiduría y conexión con todos y con todo. Queda un sentimiento de mucha gratitud por la acogida, por cada detalle en su atención, todo hace parte del encanto que envuelve este lugar.
Esteban -nuestro sensei- un gran maestro, guiándonos de forma clara y amorosa en cada práctica, con la paciencia para esperar hasta la última de "las chicas", bien fuera para la meditación matutina, o más tarde, -luego de "arreglarnos" y ponernos a punto-, para la práctica de las asanas o un poco después para el vinyasa yoga, luego de un rico almuerzo y de habernos desafiado un poco con las caminatas sobre piedras u otros de sus retos propuestos. En este espacio de la tarde, él dirigía nuestro cuerpo, mente y emociones a la calma, a la serenidad, a viajar y mirar adentro, para luego volver renovadas y dar paso a resolver dudas, las que a su vez generaban más interrogantes, terminando en interesantes diálogos, posibilitando una construcción común, para integrar cada vez más, esta filosofía en nuestra cotidianidad. Luego, en la hora de la cena, un tiempo para disfrutar, charlar y compartir historias, allí estaban presentes sus risas, su juego de palabras y uno que otro chiste flojo; ya finalmente en la noche, escuchaba atento las impresiones, la montaña rusa de emociones y sensaciones vividas durante el día por cada una.
Sobre las chicas, quiero decir que las llevo en mi corazón con mucho gozo, por cada momento y relato compartido: de Clarita, sus viajes y experiencia de vida, de Cristina con su expresividad, su capacidad para el drama y la comedia, de Luzmi tan polifacética, de múltiples aficiones -muchas en común conmigo- de Luz Aidé sus interesantes recomendaciones, de Cathe su dulzura y ganas de explorar, de Claudia sus luchas internas y experiencias de vida, de Luisa, su emotividad, sus pasiones tan naturales; de Isa su transparencia y recursividad, de MaryLuz sus profundas reflexiones, de Ángela su propósito de transformación, de Beatriz su creatividad, sus detalles y romanticismo... Cada risa, historia y aprendizaje compartido nos conectó en hermandad, en comunidad.
Creo que finalmente, el tiempo se hizo corto, había un sentimiento "común" de tristeza por partir, un querer permanecer allí, suele pasar cuando se disfruta tanto. Queda el reto de seguir practicando y compartir lo aprendido, para multiplicar la magia de esa experiencia, ese lugar y esa hermandad.
Sembrado por Sandra Velázquez (Enero 2020)
1 comentarios
Sandra, gracias por este resumen tan sentido, por este recorderis q nos devuelve de un tiro hacia Wayra Wasi, hacia tod@s y hacia lo compartido y gozado, ojalá aprendido.
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