En esos días un amigo me contó que estuvo preso durante varias semanas en el extranjero, me dijo que decidió tomárselo como un posibilidad de poner a prueba su ecuanimidad, me comentó que fue más difícil de lo que se podría imaginar, pero que con el paso de los días que se sentaba a meditar y a hacer su practica de yoga y esas cosas, logró inspirar al capo de la prisión, a tal punto que este lo invito a que le diera clases, y en cuestión de días aquel que era quien ejercía el terror y la violencia con sus palabras y sus actos, comenzó a buscar a sus compañeros de cárcel para hacerles masajes y meditar, porque quería compartir un poco del bienestar que había obtenido con su nueva práctica.
La otra historia, es de otro amigo mío, que se encontraba en un restaurante con unos amigos, y llegó un mesero diferente como a simular atenderles, y en cierto momento el mesero le miró fijamente y le dijo “no me reconoce maestro” después de unos instantes de duda, en los que pudo corroborar quien era tras quitarse el tapabocas, recordó que este joven había sido uno de los chicos de había tomado clases con él en un corto proyecto que buscaba impactar la calidad de vida de los jóvenes presidiarios, y que ahora había terminado su proceso y estaba dándose la posibilidad de rehacer su vida en este nuevo trabajo, y estaba muy agradecido de encontrarse con su antiguo “maestro” de quien dijo que aprendió muchas de las cosas que le ayudaron a sobrevivir a la prisión y buscar rehacer su vida.
Hay terrenos que aparentan ser estériles, pero si cuando los recorremos nos mantenemos fieles a nosotros mismos, y nos dedicamos a obrar con cariño, podemos sorprendernos al ver que aún en medio del desierto siempre podemos contribuir a que florezca la esperanza.
Así que cuida cada gesto, cada palabra y cada interacción que tengas, porque cada una de tus acciones puede ser la semilla de inspiración para todos aquellos que te rodeen.
Sembrado por Esteban Augusto (Septiembre 2021)
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