Pero resulta que la raíz de planeta viene del griego y se traduce como errante o vagabundo, y se deriva de la asignación que se les dio a ciertos cuerpos celestes que no se comportaban de forma predecible u ordenada como las estrellas, porque en aquel entonces el recorrido de las estrellas se tornaba predecible a lo largo de la bóveda celeste, mientras que el de los planetas se veía como caótico, pero luego reconocimos que los planetas también obedecen a lineamientos ordenados y predecibles, salvo que operan de una manera diferente, con leyes y con escalas espaciales y temporales diferentes, y por lo tanto aunque los planetas siguen vagabundeando en el cielo, no son tan vagabundos como se creía.

Hay realidades que conviven y que coexisten, la tierra sigue siendo plana (para nuestros sentidos) y a la vez esférica (para nuestras abstracciones numéricas), seguimos estando fijos y a la vez móviles, nos movemos tanto de forma ordenada como errante, pero a veces en nuestra capacidad de atarnos a un sólo punto de vista o a una sola escala de apreciación, no reconocemos que siempre hay umbrales más amplios desde los que se pueda observar, y aunque estemos acostumbrados a aprender desde la disección que conduce a la negación y la exclusión, son mucho más poderosos los procesos que conducen a la integración y la aceptación.

Seguro por eso es que nos enseñaron que ampliar el umbral de observación es un proceso de esferización, porque así como las esferas son idénticas desde todos los puntos de vista, cuando logramos esferizar los aprendizajes estos dejan de depender de los puntos de vista, porque esferizar es reconocer todas las realidades que coexisten, es buscar los puntos de convergencia, es disolver las barreras de la separación para comprender los procesos de integración.

Por una vida más esferizada.

Ph: @tatacoa.astronomia