VIVIR SIN PRISA

by - agosto 28, 2022



Como humanos, solemos vivir aceleradamente y eso se refleja en nuestro caminar con prisa y en nuestro pensar con premura, pero lo paradójico de todo esto es que aunque nos dediquemos a vivir con un afán desmedido, evitamos a toda costa ese lugar hacia donde vamos, la muerte.
No sé en que momento aceptamos esa invitación a acelerarnos, ni desde cuando empezamos a huirle a la muerte, pero de esa tensión que se produce por el querer movernos rápidamente para no llegar a ningún lugar hemos creado la principal enfermedad que nos aqueja como humanidad en estos tiempos, la falta de presencia en nuestra vida.
Para recobrar una vida de presencia, se hace fundamental apoyarse en un principio muy reconocido de nuestros pueblos originarios: “no afanar”. Es una frase muy simple, pero que refleja el contraste de nuestra forma de vivir con la de ellos, de hecho he tenido la posibilidad de ver al reacción que genera en aquellos seres “civilizados” que se mueven aceleradamente por sus pretensiones, y son parados en seco con un “no afanar”, que aunque confronta, abre la puerta para otra perspectiva sobre el vivir.
Cuando aprendemos a vivir sin afanar nos damos cuanta que le podemos sacar un sabor diferente a cada cosa que hacemos en nuestra vida, a disfrutar cada compañía, a deleitarnos con cada paisaje, y ya con esto podemos atenuar la mitad de nuestro asunto con la falta de presencia.
La otra mitad del asunto, la repulsión a la muerte, podemos sanarla mediante la comprensión que el morir no es el fin de la vida, sino que es justo aquello por lo que vivimos, es decir que morir es la graduación de la vida, y por tanto resulta fundamental tomarla como una celebración.
Celebrar la muerte es aprender a aceptarla como una transición más, en la cual nos regocijamos por lo que hemos recorrido pero también nos abrimos a lo desconocido que está por venir, tal como en el dormir, en donde cerramos un día y nos disponemos para la incertidumbre del día siguiente, y así como es inútil desgastarnos por temer o por pretender controlar lo que va a suceder mañana, resulta igual de inútil gastar nuestro temor en lo desconocido de la muerte.

Si aceptamos que a cada instante estamos muriendo un poco, y utilizamos cada transición de esta vida como una preparación para la gran transición que es el morir, dejáremos de ver la muerte como algo temible para asumirla como una compañera de nuestro caminar.

Abramos espacio para que la muerte nos encuentre dispuestos a recibirla, y recorramos la vida sin celeridad, porque así podremos llevar una existencia desde la presencia. 

Sembrado por Esteban Augusto (Octubre 2021)

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