LOCOMBIA

by - octubre 01, 2022

 

Durante los últimos años, he tenido la dicha de recorrer muchas regiones de este territorio que llamamos Colombia, y con ello la posibilidad de compartir y hablar con las personas más diversas que se puedan imaginar.
En medio de las conversaciones siempre era común que me preguntaran sobre mi procedencia, seguro porque para algunos era difícil identificar este acento de paisalandia del que no me he podido desprender, pero cuando les contaba que yo venia de las montañas antioqueñas, muchos me contestaron con una frase que aún me pone el ojo aguado y me da un poco de escalofríos recordarla, y era que ellos me decían “ustedes fueron los que nos robaron la paz”.
Esto me lo dijeron varias veces y en varias latitudes, yo no sabía donde poner mi mirada para disimular mi tristeza, y lo único que se me ocurría era pedirles perdón en nombre de mis coterráneos por haberles dado la espalda en el único momento en el que habían tenido esperanza de salir del bucle de violencia en el que han estado inmersos toda la vida.
Hace poco, viajando en estos territorios alejados del país, puede ver claramente como este mismo tipo de marginación y violencia se sigue viendo en la forma en la que nos relacionamos, ahora desde el turismo, con toda la gente de la periferia, parecen actos muy inofensivos, pero con el hecho de creer tener el derecho para inmiscuirse en las vidas ajenas, de no pedir permiso para tomar una foto, de exotizar al otro y creer que dándole limosna se le esta ayudando, de querer comprar al otro para que satisfaga siempre nuestros intereses, lo único que hacemos es perpetuar estas violencias, además de robarle la paz y sobre todo la soberanía a todos aquellos que históricamente nunca han podido llevar una vida digna.
La paz, solo surge de la dignidad y la autodeterminación, así que cualesquier intento de disfrazarla con exotizaciones y limosnas solo terminará aumentando la distancia, y con la distancia solo puede florecer la violencia. Hagamos un llamado a desterrar todo este tipo de violencias cotidianas y a sembrar otras formas de relacionarnos y de reconocernos como seres de humanidad que compartimos este territorio.

Sembrado por Esteban Augusto (Abril, 2022)

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