Algo así pasa con el yoga y la meditación, nos quedamos persiguiendo las migajas, que son los efectos secundarios de la práctica, desarrollar ciertas posturas vistosas, librarse de una dolencia, bajar los niveles de estrés, adelgazar, aumentar la concentración, muchos otros etcétera, mientras dejamos de lado el verdadero banquete que está servido y esperando que lo tomemos, el banquete de la total presencia que nos permite acceder al reconocernos como parte del Todo y a establecernos en comunión con aquello que sustenta todas las formas de vida (el Absoluto, la Fuente de toda Vida, el Supremo, la Realidad última, o como quieran llamarle)

Y en una escala más grande aún, esto de las migajas y el banquete es lo que nos pasa con la vida misma. Nos invitaron a este banquete que es la vida, en donde podemos deleitarnos con todo lo que nos encontramos en el camino, experimentar muchos sabores, texturas, olores, colores, y sonidos diferentes a los habituales, disfrutar todo aquello que sucede tanto dentro nuestro como a nuestro rededor, pero por andar embolatados de lo verdaderamente importante, vivirla, nos quedamos con las migajas de lo que nos impone la sociedad, ser buenos ciudadanos, tener un trabajo, pagar impuestos, tener hijos, y muchos más etcéteras.

Buscar las migajas es andar buscando no enfermarse, pero el banquete es disfrutar de una salud plena y armónica. Las migajas son los títulos y la importancia personal, el banquete es la reverencia ante la Vida, las migajas son las posesiones transitorias, pero el banquete es la sabiduría eterna, Las migajas es mendigar amor de otros, pero el banquete es reconocer todos somos hijos del Amor, es decir que ya de por sí somos Amor.

Ojalá pronto aprendamos a dejar de vivir como mendigos, viviendo solo por las migajas, y nos empecemos a comportar como verdaderos herederos, abiertos para recibir y compartir todos aquellos banquetes que somos y llevamos en nuestro interior.