HACER O REACCIONAR, LA INTENCIÓN Y LAS TÉCNICAS
YOGA VASISHTHA (16)
LIBRO V: UPASHAMA KHANDA
Apartados:
Historia de Gadhi
La mente es el pavoroso poder de maya
Historia de Uddalaka
Discriminación de la conciencia y la materia
Reflexión sobre la imposibilidad de la creación
Práctica yoguica del OM
Iluminación de Uddalaka
Muerte voluntaria de Uddalaka
La iluminación como samádhána
El objetivo no es salirnos del juego de la acción, sino reconocer a la mente como una herramienta para llegar a la conciencia, alcanzar a través de ella la mente pura.
Sobre la facultad de no reaccionar
No pueden sacarnos del centro cuando estamos realmente en el centro. Solo nos sacan del centro cuando no estamos realmente en él. No es posible que nos saquen la rabia cuando no hay rabia dentro de nosotros, ni la tristeza cuando no hemos cultivado la tristeza en nuestro interior. Las cosas siguen sucediendo a nuestro alrededor pero la forma en que las vivimos es la que puede variar.
Respondemos a cada situación con lo que tenemos adentro, que es lo que hemos cultivado toda la vida. Si hemos cultivado rabia, miedo o tristeza, eso es lo que va a salir en cualquier situación. Podemos vivir una situación llena de dulzura pero si lo que hemos cultivado es la rabia, esa es la emoción que va a emerger, porque eso es lo que tenemos adentro. Una gran parte del trabajo que se hace con yoga es aprender a purificar, aprender a soltar lo que no somos, a decodificar las ideas y condicionamientos que hemos venido acumulando.
Cuando eso que tenemos adentro sale, tenemos la opción de ser víctimas de esa emoción o podemos decidir usarla para conocernos mejor. Está en nosotros entrenarnos en la facultad de no reaccionar.
Sobre el no hacer
“El sabio es el que sin hacer nada no deja nada sin hacer”.
Es muy fácil tomar este concepto e irnos del lado de no hacer nada, fluir con la vida y tomarlo como una evasión, sin decidir sobre nada.
Normalmente, nuestra forma de vida ordinaria está en el extremo del hacer. Todo el tiempo queremos hacer más, controlar las acciones y los resultados. Cuando queremos hacerlo distinto, la ley del péndulo nos lleva a compensar al otro extremo de no hacer, no decidir y no pretender nada, llevándonos a la omisión.
La clave no está en un extremo ni en el otro, está en función de no dejar de hacer, porque siempre estamos haciendo y decidiendo, pero preguntándonos constantemente desde donde estamos haciendo.
Reconocer si las acciones nacen desde la reacción, los vasanas, los patrones del pasado, desde el interés personal. Saber siempre desde dónde actuamos.
El sabio siempre hace, no puede dejar de hacer. Por más mundanas que parezcan sus acciones, nada le quita su sabiduría. Y sin importar cuales sean sus compañías nada le va a quitar su estado de autoconocimiento y autorrealización.
El inconveniente está en el sentido de pretender. Cuando pretendemos queremos darle dirección a la acción. Cuando vivimos desde la pretensión terminamos siendo esclavos de la acción y no siendo un instrumento de la acción. Al tratar de controlar algo nos convertimos en esclavos de eso que queremos controlar. Cuando queremos controlar la mente nos damos cuenta que la mente nos controla. Cuando queremos ponerle un grillete a alguien, al mismo tiempo nos estamos poniendo esa atadura a nosotros mismos. La clave para ser libres es no esclavizar a nadie. Cuando dejamos de pretender y controlar, y nos convertimos en instrumentos de la acción dejamos de hacer desde nuestra idealización y expectativa.
Entre más vamos a un extremo, la ley del péndulo, más nos lleva al otro y en ese proceso de balancearnos entre un lado y el otro, pasamos por el centro, donde podemos experimentar algo distinto. Pero para poder experimentarlo debemos desarrollar esa facultad de estar dispuestos y atentos a nosotros mismos, y liberarnos de las pretensiones y el control. Descubrimos así entonces, que hay un punto en el que se genera una sensación diferente, esa sensación es la que nombraron ananda, presencia o plenitud. Éste, como todos los puntos medios, es dinámico, nos lleva a balancearnos. Lo que puede pasar es que nos convirtamos en adictos y que no queramos que nada nos saque de ahí.
La clave por lo tanto, no está en llegar sino en mantenernos, no está en alcanzar la pureza sino en purificarnos constantemente, no está en llegar a la iluminación sino en mantenernos en el camino de la iluminación. Lo que hace el yogui es que se mantiene en ese proceso constante de volver hacia su centro, a la fuente. El yogui no es el que ya se iluminó, es el que se mantiene en el proceso de iluminarse, es el que está buscando claridad, el que va afinando sus preguntas, el que se mantiene en la autoindagación tratando de tener más claridad a la hora de percibir de donde emergen las respuestas.
Esta visión cambia la noción del hacer. Es muy común en estas tradiciones excusarse en el no hacer, esconderse. Terminamos negando todo y a la larga nos negamos la posibilidad de seguir aprendiendo.
La mente y las gunas, tal como se presenta en los yoga sutras, tienen en sí mismas todo el potencial para hacernos perder y de hecho vivimos perdidos entre las variaciones del mundo y en la propia mente. Pero la mente y las gunas tienen al mismo tiempo, el potencial para llevarnos a la liberación. Dependiendo de cómo usemos las herramientas que tenemos podemos ser esclavos de ellas o podemos darles su lugar como instrumentos.
Sobre la intención
Hoy en día nos invitan continuamente a vivir desde la intención, a hacerlo todo con una intención. El asunto es que toda intención es mental y eso termina siendo una trampa que se cierra sobre sí misma. La intención de liberación ya está limitando la liberación, cuando vivo desde la intención estoy viviendo desde la mente.
Este apartado del texto, a lo que nos invita es a aprender a disolver la intención, cuando disolvemos la intención estamos dejando de pretender. Los renunciantes, por ejemplo, renuncian incluso a la aspiración de querer llegar a algún lugar, eso los lleva a vivir en un lugar más allá de las intenciones. Hay cosas que nos sirven en cierto momento pero luego hay que soltarlas. Al inicio la intención nos puede servir para salir de la inercia, pero llega un punto en que la intención se convierte en una carga, y hay que soltarla. Más que vivir desde la intención, deberíamos vivir desde la voluntad. La voluntad no es mental, no es una ideología, no está apoyada en la idea de nosotros mismos.
Aunque todo esto no son más que palabras, la clave está siempre en ir adentro para encontrar la claridad y determinar si lo que hacemos nace de la intención o si solo es una manifestación del ser, un impulso del ser que es la voluntad.
Sobre las técnicas
El texto habla mucho del lado de la sabiduría, la autoindagación pero también se conjuga con el lado de la práctica meditativa y energética. Se habla de prana y apana, de bhandas, de asanas, de kundalini, que son la esencia energética que está envuelta en la atmósfera mental.
Es posible que hoy en día las cosas hayan cambiado, que se nos hayan olvidado algunas cosas y que intelectualmente hayamos deformado tanto el lenguaje, que los conceptos perdieron su razón de ser, las palabras mudaron de significado y nos enredemos con ellas cada vez más. En ese intento de comprender de nuevo, se han escrito textos y tratados generando más confusión y ruido. Y justamente en medio de esa confusión debemos recordar que la práctica siempre nos lleva hacia adentro, que todas las técnicas son una emanación del adentro. Diferentes pueblos en diferentes momentos y lugares han diseñado técnicas muy similares inspiradas en lo humano. Lo que en un lugar se puede llamar yoga, en otro es artes marciales, en otro filosofía, en otro religión y en otro ritual, todo eso no es más que una emanación del ser.
El poder de las técnicas es la posibilidad que tienen para conectarnos con el adentro. Cuando perdemos el sentido y estamos presos de la ideología, lo que podemos hacer es volver a la técnica, a la práctica. Una vez en la práctica, nos podemos quedar en el lado externo de ella que es lo que a veces pasa, pero en el fondo la práctica tiene ese poder tan profundo que por más densa, confusa y comercial que sea tiene el poder de despertar en nosotros algo diferente, de conectarnos con el adentro y eso es lo que evocan todas esas técnicas.
El caminar y la intención
Una fuerza nos puede llevar a caminar para llegar y la otra a pensar que si no tenemos a donde llegar mejor no nos movemos. Si entendemos que ambas fuerzas son parte de lo mismo, podemos jugar con ellas.
Casi nadie nos ha invitado a entender que caminar no es más que poner un pie delante del otro. Así como vivir no es más que poner una exhalación detrás de una inhalación. Cuando llenamos la vida de ideologías, de mente, cuando queremos darle un propósito a todo, buscar un dharma, encontrar la razón de la existencia, nos olvidamos que la vida es disfrute y terminamos queriendo limitar la experiencia.
El universo crea toda una configuración de la experiencia según nuestras propias características, pero nosotros decidimos qué hacer con eso. Cuando queremos controlar las condiciones, producimos sufrimiento y cuando no nos hacemos cargo de nuestras decisiones también generamos sufrimiento. La clave es hacernos cargo de nuestra parte, de nuestras decisiones pero dejar de luchar con las condiciones. Eso nos pone en el justo rol humano: sumisión ante el cielo y gratitud con la tierra. Sintonizarnos con el cielo y la tierra. Lo que nos hace humanos es la posibilidad de conectarnos con el cielo y la tierra a través de la columna vertebral, conectar el shiva con el shakti.
El acto de movernos no tiene que ver con la dirección ni con la meta, porque movernos es simplemente una manifestación del estar vivos. Y el llamado está en sintonizarnos con el acto de respirar, de caminar, de movernos para vivir sin ideologizar ni controlar. Para poder hacer eso tenemos que trabajar en el reconocimiento de lo que somos. Para reconocer lo que somos, tenemos que desprendernos de todo lo que no somos. Exhalamos para soltar lo que no somos e inhalamos para recordar lo que somos.
Usualmente no nos han enseñado a caminar hacia nosotros y es por eso que nos la pasamos caminando hacia los otros. A veces se nos ha desdibujado tanto el yo que sólo vivimos por el otro o se nos ha desdibujado tanto el otro que estamos sólo imbuidos en nosotros mismos. Yoga es el camino de ir hacia adentro para volver afuera. No es para quedarnos adentro ni para quedarnos afuera, es para recordar ese proceso constante de ir de adentro hacia afuera y de afuera hacia adentro.
En ocasiones puede parecer que no estamos llegando a ningún lugar pero nadie puede quitarnos cada paso que hemos dado, cada respiración. Si la vida es experiencia y la experiencia es deleite, y si encuentro deleite en cada experiencia estoy vivo. Pero si estoy ideologizando la vida, mentalizando los procesos, no estoy viviendo. Cuando vivimos desde el caminar y el respirar, se liberan todas las cargas del pretender.
Sobre las acciones del iluminado
“El que ha alcanzado el estado puro no se mancha, ya cometa pecados o actos virtuosos porque él no hace nada”.
Esta afirmación muchas veces es mal entendida y suele prestarse para que ciertas personas que creen que se iluminaron puedan hacer lo que quieran sin importar si son buenas o malas acciones, sin importar si dañan o no a otros.
Para entender mejor a que se refiere esta expresión pensemos en un gallinazo que es quien, por así decirlo, se come la basura de los demás. Este es un animal que a ojos de la mayoría es feo, que tiende a parecer el villano, y que se suele asociar con la basura, pero en realidad su labor está en contribuir a liberarnos a todos de los desechos.
Así como el gallinazo, algunas personas parecen ser los villanos de la historia, y son percibidas como las que están dañando e hiriendo a las demás. Pero estas personas lo que están haciendo es vivir desde un lugar diferente a sí mismos, y sus acciones no tienen la intención de enseñar o herir. Simplemente, asumen un rol, y a través de ese rol se están convirtiendo en alguien que con una palabra o una acción, que el otro puede considerar como una afrenta, le dan la posibilidad a los otros de conocer más sobre sí mismos.
Esta forma de entenderlo ha dado lugar a toda una tradición de los llamados maestros locos o sabios locos, cuyo rol era enseñar a través de ese lugar en el que no se involucra el pretender. Estas enseñanzas no se daban desde una reafirmación de ellos mismos sino que aprendían a borrarse a ellos y se convertían en los gallinazos de los otros, les revolcaban la basura a los demás.
Hay momentos en los que la vida nos pone al frente de alguien y nos toca hacer el papel de villanos, nuestro rol hace que seamos los que tenemos que decir no, los que tenemos que rechazar o negar o decir cierta frase que es la que esa persona necesita para moverse. Este actuar puede ser visto como malo, inadecuado o grosero, pero cuando vivimos desde un lugar diferente podemos asumir ese rol sin engancharnos a él, sin llevarlo a cabo como una reacción de las cosas que tenemos del pasado, y sin hacerlo con la intención de generar más reacción del otro. Hay que aprender a ser el gallinazo del otro y no engancharse con eso.
El sabio liberado hace lo que debe hacer según su rol, sin pretender y sin ser presa de la acción, porque ya encontró como lograr que la vida se exprese a través de él, y cumplir su papel. Todos somos el gallinazo de alguien y alguien es el nuestro, pero cuando nos salimos de las ideas de pretender hacer, enseñar o instruir podemos incluso llevar a cabo este rol sin inconveniente.
ENTRADA ANTERIOR: [EL COMBUSTIBLE DE LA VOLUNTAD]
0 comentarios