CAPÍTULO 3 KARMA YOGA

by - marzo 23, 2021


El tercer capítulo del Bhagavad Gita comienza con una gran pregunta que hace Arjuna y es: ¿es más importante la sabiduría o la acción?. Arjuna no entiende, Krishna dice que hay que actuar pero a la vez que lo importante es el conocimiento del ser. Con base en eso Krishna aprovecha para explicarle a Arjuna cómo se debe actuar, cómo la naturaleza actúa con algo que se llaman las gunas y cómo el papel del Yogui es trascender la acción de las gunas, para no actuar desde el deseo, la reacción y los patrones previos. Basados en la explicación de Krishna, se podría concluir que la acción no es lo opuesto a la sabiduría, como a veces se puede entender, sino que justo es lo que nos prepara para que se despliegue esa sabiduría.

En el Gita se plantea que es posible estar en el mundo pero libre del sufrimiento y para eso se presentan estos caminos por los que pregunta Arjuna. 


El papel del sabio

El sabio, que es el que se ha liberado del sufrimiento, puede ver la unidad en la diversidad, puede estar sin actuar desde la emoción y desde lo que está pensando; Krishna dice por ejemplo: “hasta yo que no tengo necesidad de actuar, actúo” porque si no actuara, los demás no verían mi ejemplo. Los sabios, esos seres que han evolucionado y avanzado espiritualmente nos sirven entonces de referente e inspiración.


A veces leemos las palabras o enseñanzas de los sabios y basados en eso creamos un estereotipo de que un sabio es así o hace esto o aquello, creamos un modelo de que el sabio debe ser de una forma específica, pero cuando miramos a través de la historia vemos que no hay un modelo, cada sabio es una flor única e irrepetible. Algunos salían a caminar para cambiar el mundo y a protestar y a moverse desde su sabiduría, mientras que otros se quedaban en su ashram meditando. Hay una historia de Ramana Maharshi que dice que alguna vez alguien le increpó: maestro usted por qué no va a peregrinar por la India, a ayudar, y él era tranquilo y se reía, y decía que desde ahí estaba ayudando, y se quedaba meditando mientras que otros sabios se iban a andar. No hay entonces una fórmula, un camino único, no hay una receta que diga que un sabio debe ser de una u otra manera. Sin embargo, en el Gita se plantea por ejemplo que “no hay ningún deber que realizar para el que se satisface sólo con el ser”, y esto se podría entender de dos formas, la primera es que una persona despierta o un ser iluminado ya no tiene obligación con el mundo, y la otra es que para un ser iluminado bodhisattva es innato en él y entonces lo que quiere es transformar el mundo. Y vuelve la pregunta de Arjuna: el camino de las obras, de la acción o el camino del conocimiento ¿Cuál elegir? ¿Están acaso separados? 


La acción o la sabiduría

El camino de la acción siempre genera karma si no despertamos la conciencia del desapego, de actuar sin reaccionar. Porque cuando reaccionamos, el actuar es desde el instinto y desde la emoción, pero cuando le ponemos un poquito de luz, la luz de la sabiduría, del jñana yoga, que nos enseña a reflexionar antes de actuar o analizar qué es lo que está moviendo mi actuación, cuál es la intención que va detrás de esa acción, ahí empezamos a liberarnos del resultado del karma. 


Empezar a actuar desde el desapego, desde no esperar el resultado, nos va a llevar a entender el camino del sabio o del jñana yoga, que es un ser que vive sin esperar, entendiendo la unidad en la diversidad, que es capaz de encontrarse desde la quietud de la mente sin estar impulsando sus acciones por las emociones ni por los pensamientos reactivos. Esto quiere decir que un camino nos lleva al otro inevitablemente. Debemos estar actuando sí, pero a la vez, debemos estar analizando nuestras acciones, entendiendo desde dónde las hacemos, y a medida que sucede esa observación, vamos poniendo más luz en el actuar, y de eso se trata el jñana yoga, el camino de la sabiduría, el de la luz. En este punto, con un buddhi más amplio y una conciencia más abierta, es posible estar observando las acciones, ver la esencia, ver con claridad para poder realmente actuar en lugar de reaccionar. 


Podríamos responderle a Arjuna entonces, que no se preocupe, como lo hace Krishna, que todos los caminos conducen a él, uno lleva al otro y por eso no están separados. Recorrer el camino, actuar, y actuar con consciencia y observancia hace que te vayas purificando y limpiando tus acciones, e incluso, hace que eventualmente, entiendas, no desde la mente, que no eres tú el que actúa. Con ese darse cuenta te haces sabio. Cuando empiezas a darte cuenta de la raíz de las cosas o del actuar o del por qué funciona todo, entiendes el funcionamiento de las gunas y puedes comprender que algunas veces estás actuando desde la inercia (tamas), otras desde pasión (rajas) pero otras veces actuamos desde un estado de más equilibrio (satva). Se trata entonces de darse cuenta, de estar en ese estado de observarse, preguntarse desde dónde está sucediendo mi acción; eso es lo que nos va a llevar a la sabiduría, darnos cuenta desde dónde estamos actuando. 


Por otro lado, vale la pena preguntarse sobre la relación de estos caminos. Si bien, desde el intelecto y la reflexión se puede llegar a cierto conocimiento del ser, hay que tener presente que el intelecto siempre es producto de la información que se procesó a través de los sentidos, entonces esa relación no se puede separar. La filosofía, la teorización nunca se hace desde lo que no se vive, siempre es a través de una acción, de una recopilación de experiencias que empezamos a reflexionar o a hacer todo este ejercicio intelectual. 


Hacer, sentir y pensar

Habría que contemplar además el hecho de que, ya sea que estemos por el camino de la devoción o por el camino de la sabiduría, siempre hay movimiento presente y el movimiento es acción. Nunca estamos 100 % en estado de inercia, tamásicos, esperando que llegue la iluminación sin hacer nada, así estemos sentados creyendo hacer nada, estamos actuando, porque el corazón está latiendo, los pulmones están trabajando, los riñones filtrando, etc. Pareciera entonces que el karma yoga o todo lo que involucra la acción estuviera metido en todos los caminos, fuera inherente a todos. Por ejemplo, si estamos en el camino del jñani yoga, el de la sabiduría, como ya se dijo antes, igual tenemos que actuar, tenemos que estar en un proceso constante de reflexión, de autoconocimiento. Tal vez se trata de entender la acción de una forma no tan literal, porque si estamos haciendo una pūyā, con toda nuestra devoción y nuestro corazón, de todas formas estamos haciendo un movimiento energético, hay una acción.


Todos hemos visto cómo los árboles dan flores y muchas de esas flores se caen y la flor deja de ser flor y da paso para que suceda el fruto. A veces creemos que la flor y el fruto son cosas separadas, pero simplemente son manifestaciones de lo mismo, la flor, el fruto y la fragancia no podrían separarse, no podrían disociarse pues son parte de lo mismo.


Algo similar pasa con los seres humanos, tenemos tres facultades básicas que son la facultad de hacer, de sentir y de pensar, sin embargo, a veces nos venden la idea de que hay unos caminos y que hay un camino que es superior a otro. Cuando uno lee el Gita y lee ciertas traducciones puede entenderlo así: la devoción como superior a la acción, la sabiduría como superior a la devoción, o al revés, y así se va enredando la pita. En las diferentes traducciones algunos explican la acción como el servicio devocional, otros como la práctica de la meditación, otros como seguir los preceptos o conceptos del maestro; cada uno le da un sentido diferente, pero en el fondo todos estamos haciendo y lo que ha pasado es que cada institución interpreta la acción y le da fuerza a esa interpretación desde lo que enseñan, para unos la meditación, para otros la práctica ritual, etc. 


Cuando refinamos nuestra capacidad de pensar desarrollamos la sabiduría, cuando de hecho callamos el intelecto sucede la sabiduría y eso es refinar el pensamiento, cuando refinamos nuestra capacidad de sentir, nos damos la posibilidad de sentir lo supremo, lo sagrado, lo divino y eso le da cabida a la devoción. Refinar el sentir nos lleva a la devoción, refinar el pensar nos lleva a la sabiduría y refinar nuestras acciones nos lleva al karma del que hemos venido hablando, a la acción libre de apego. Cuando dejamos de actuar mecánicamente o instintivamente le damos lugar a la acción libre de apego. 


Cada una de estas tres opciones también depende de las tres naturalezas que tiene el ser humano. Cuando refinamos nuestras acciones cotidianas, refinamos nuestro karma y eso nos conduce al dharma y tiene que ver con los tres elementos básicos de la naturaleza del ser humano que, aunque podemos verlos muy divididos, están siempre presentes, solo que hay momentos donde es más preponderante el uno que el otro. 


Una de las grandes definiciones de yoga es unir el hacer, el sentir y el pensar y para que esta unión suceda hay que comenzar por el lado en el que se tiene más fuerza. Entonces, si se es muy de la acción, se entra a través de la acción, y a través de ella se desprenden los otros caminos, con la acción es posible darse cuenta de que en eso que hacemos no somos el centro, que no somos lo más importante, ni lo único y podemos así desarrollar la actitud de hacer por los demás, transformando ese hacer en devoción. 


Todos tenemos un talento y debemos descubrirlo para ponerlo al servicio de los demás. Cuando actuamos desde el dharma, desde ese talento, nos sentimos felices y conformes, no estamos esperando nada a cambio, porque eso nos da dicha, entonces encontrar ese talento, ese dharma puede ayudarnos a refinar y elevar el camino de la acción.


Cuando desarrollamos esa actitud de hacer más allá de nosotros mismos y estar en función de los demás, nos damos cuenta de lo que verdaderamente somos y ahí se desarrolla la sabiduría. Esa es una forma y mucha gente entra por ahí, sin embargo, a otra gente le cuesta ‘hacer’, tomar las cosas en sus manos y hacerlas, pero piensan y son felices reflexionando e interpretando todo, esa gente lo que necesita es entrar por el camino que tiene más fortaleza, por el pensar, refinan el pensar, convierten el pensar en una acción y convierten esa acción en devoción, en servicio, en entrega. 


Cada una de esas tres facultades: hacer, sentir y pensar dan cabida a cada uno de los tres núcleos, de los tres caminos principales en yoga que son: el karma, el bhakti y el jñana y cada uno de nosotros de acuerdo a nuestras condiciones y a nuestros atributos le va a dar más relevancia, como ya se mencionó antes, al uno que al otro. Algunos somos súper devocionales, algunos somos súper intelectuales, algunos somos de la acción y eso es importante entenderlo porque la clave no está en homogeneizarnos, no a todos les sirve la sabiduría, por ejemplo, ya que ella florece en cada uno de diferentes maneras. Algunos tenemos cierto trabajo previo con la acción y no nos cuesta, algunos tenemos trabajo previo con la devoción y no nos cuesta, y así. 


En otras palabras, si entendemos en dónde estamos, cuál es nuestro fuerte, cuál es el núcleo en el que somos mucho más potentes, podemos utilizar eso como puerta para abrir los otros dos y ahí realizar un acto de yoga en el que el hacer, el sentir y el pensar están siendo coherentes. Es un acto de yoga en el que jñana, bhakti y karma están sucediendo simultáneamente, están totalmente trenzados, la idea de separarlos es una ilusión bastante intelectiva que pretende delimitar hasta dónde va el uno y comienza el otro. El ejercicio es aprender a conocernos tan a fondo que podamos identificar cuál es nuestro potencial, cuál es nuestra puerta de entrada más útil y utilizando esa puerta de entrada poder desarrollar o equilibrar todas nuestras facultades humanas. A veces podemos ver las cosas demasiado separadas pero el sentido real es la integración de todas ellas.


Siempre estamos pensando, siempre estamos actuando y siempre estamos sintiendo, y la clave no está en querer controlar esas acciones, ni en querer controlar lo que pienso, ni en querer controlar las cosas, está en refinar. Siempre que estamos actuando podemos darle una dirección, siempre que estamos pensando podemos dirigir esos pensamientos hacia algo o desde un lugar distinto y siempre que estamos sintiendo podemos dirigir ese sentir desde o hacia algo. 


El sacrificio, ofrendar la acción y el sentido de la ofrenda

Se suele creer que el camino del sabio es para unos pocos, que los que ya tienen muchas vidas de mucha acción hacen que florezca en ellos la sabiduría y es una forma de entenderlo pero implica una concepción temporal que a veces no podemos entender. Si nos centramos sólo en esta visión temporal, en esta existencia y más que esta existencia en este momento, cada acción, si somos lo suficientemente receptivos puede activar esa sabiduría. 


Según se explica en el Gita, la ofrenda, el yajñá, va más allá de lo ritual: la ceremonia, la puya, el fuego, el mantra, estas acciones son solo el lado externo, y si bien, para algunos de nosotros puede que sea más fácil y ‘conectador’ buscar la liberación del sufrimiento siguiendo esas acciones, para otros no. El yajñá es una excusa externa para hacer que suceda algo interno, ese es el sentido de la ofrenda. Toda la tradición Védica por ejemplo, está apoyada en el fuego ceremonial y es una religión de la ofrenda, y es algo muy bonito porque es simplemente sintonizarse con el ritmo de la vida y la vida siempre ofrenda algo para algo más. Las hojas se ofrendan a la tierra para pudrirse y volverse abono para el árbol, y la lluvia se ofrenda para nutrir la tierra, cada uno se está ofrendando para los demás. 


El sentido de entender la ofrenda es darnos cuenta de que en el fondo no podemos estar separados de nadie y lo que realmente se hace con ella, cuando cantamos por alguien o cuando prendemos un fuego por algo, cuando hacemos peregrinaje y caminamos o subimos una montaña en honor a algo o para alguien o en función de algo, lo que estamos haciendo es recordando ese vínculo que tenemos con los demás, es romper la ilusión de la separación. 


A veces nos quedamos sólo haciendo la ofrenda externa: todos los días prendo mi vela, canto el mantra, otro fin de semana subo la montaña, etc. Pero eso que hacemos afuera sólo es una excusa para desarrollar esa actitud dentro, y esa actitud es el gran sentido a dónde debemos de llevar la acción y es darnos cuenta de que cada acción que hacemos no está en función de nosotros, sino que cada acción es una excusa para reconectarnos con los demás, que es otra de las grandes definiciones de yoga. El yoga nos permite unificarnos a nosotros mismos para conectarnos con los otros. Así, en la medida en que logramos unificar el hacer, sentir y pensar y romper la ilusión de la separación podemos estar más vinculados a las demás personas. 


Entonces, el juego del yajñá es, como dice Krishna: ofrendar cada acción, cuando uno hace eso, se saca a sí mismo del centro y deja de creerse el protagonista. A veces la gente entiende el sentido de las ofrendas como si fuera un chantaje -tal vez no sea la mejor palabra-, a veces la gente ora para chantajear a Dios, “Dios, estoy haciendo esto pero dame tal cosa”, la gente trata de negociar las fuerzas de la naturaleza, de lo supremo, y si bien se puede prestar para eso, el sentido no es ese. El sentido de la ofrenda es tomar algo y desprenderse de ello para dejar que suceda otra cosa, para no aferrarme a algo. Coges una respiración, por ejemplo, y la ofrendas, la ofrendas en sonido, la ofrendas en una palabra; coges una respiración y la transformas en un mantra, y ahí estás haciendo una ofrenda; coges el movimiento y lo ofrendas en quietud, ese es el sentido. 


Cuando Krishna dice que la clave de esto, del karma yoga, es ofrendar las acciones, el sentido de ofrendar es recordar que somos parte de algo mayor, darnos cuenta que siempre está sucediendo un sacrificio. Cada célula de nuestro cuerpo está muriendo en este instante para que otra viva, se está sacrificando. Nosotros tenemos una concepción del tiempo muy rara y nos creemos muy importantes, pero simplemente estamos vivos por el sacrificio de un montón de humanos antes de nosotros, y nosotros seremos sacrificados para que otros humanos vengan, y para que otra vida venga y se manifieste de otra forma. Cuando entendemos eso, tal y como pasa con las células en nuestro cuerpo y también pasa con nosotros como humanos y con los planetas que se sacrifican para que de su material se creen otros, y pasa con los sistemas solares y las galaxias que se implosionan y explotan para crear más elementos de los cuales nacen los nuevos soles y los nuevos planetas, cuando entendemos eso, nos damos cuenta de que nuestra acción como sujetos es carente de propósito, de sentido, de significado, porque no es más que parte de una acción mayor. 


Cuando ofrendamos, aprendemos a conectarnos con esa acción mayor y estamos haciendo desde ese lugar y cuando hacemos desde ese lugar de mayor apertura, profundidad nos damos cuenta de que en el fondo no hay que hacer nada, como dice el texto “para quien simplemente está apoyado en el ser no hay ninguna acción” porque todo simplemente está sucediendo, porque nos damos cuenta de que ya estamos muriendo, simplemente estamos acá para crear material para los que vienen. Esto transforma el sentido de la acción porque ayuda a quitarle fuerza a la individualidad, al sentido del ego, y eso se hace a través de ofrendar las acciones. 


Dentro de este capítulo se plantea que la clave no está en convencer a los demás sino en inspirarlos, el sabio no quiere remover la ignorancia de las otras personas, él hace su trabajo y en la medida que lo hace, los que son más sensibles a ciertas cosas, van abriéndose a esa posibilidad, y cuando se abren a esa posibilidad, llega la persona que les inspira, les guíe y les acompaña. El sabio no está tratando de convencer a todos de que nos estamos muriendo porque la vida va a manifestarse de otra forma, etc. Si bien se puede hacer desde el lado intelectivo racional, vivirlo desde ese lugar, desde entender que cada instante nos morimos y estar en paz con eso, darnos cuenta de que cada una de nuestras acciones es absolutamente efímera y actuar desde un lugar desprendido de la individualidad es el gran sentido de lo que se propone desde el karma.


De ahí lo interesante de las palabras servicio y sacrificio, la acción no es más que un sacrificio para algo más, la acción como tal, el sentido del karma es desarrollar el servicio, que cada acto sea un acto de servicio a los demás. Cuando nos creemos separados de los otros, pensamos que actuamos sólo para nosotros mismos, pero cuando nos damos cuenta de que no estamos separados, actuamos para los demás y como consecuencia, cada acción deja de estar filtrada por el intelecto, por el calcular, el pretender, el dirigir, y cuando nos liberamos de ese interés de dirigir, simplemente actuamos y cada acción es para y por los demás y así es como toda la vida se sostiene entre sí, porque no puede dividirse, no puede separarse.


Veamos los caminos sin la idea de separación, en el Gita se presentan muchas modalidades en estos caminos y las diferentes tradiciones lo interpretan desde distintos lados, pero la clave para entender el karma es el servicio, el sacrificio como la excusa para recordar la conexión que tenemos con los otros, ese es el sentido del deber, el dharma propio o el dharma ajeno. 


Cumplir el dharma es darnos cuenta cuál es nuestro papel en esa gran estructura. Pasa con las células por ejemplo lo siguiente: la célula del hígado sabe que es célula del hígado y la del cerebro sabe que es del cerebro, porque hay una sabiduría que las orienta. A veces lo que nos pasa como seres humanos es que no sabemos si somos hígado o si somos cerebro, no sabemos si somos músculos o somos huesos, entonces hacemos lo que nos da la gana, y una célula que hace lo que le da la gana y se reproduce como le da la gana y dice lo que le da la gana, no es más que una célula cancerígena que comienza a hacerle daño al sistema. Sin embargo, cuando cumplimos nuestra acción y asumimos quiénes somos y qué hacemos, tal como una célula del ojo que se reconoce como tal y entonces hace lo que hacen las células de los ojo y cumple con su acción como célula del ojo, estamos siendo parte de un sistema mayor y cumpliendo nuestro propósito, ese es el dharma propio. Pero cuando no sabemos quiénes somos, ni qué hacemos, ni cuál es nuestro propósito o nuestra función dentro de este sistema, podemos ser células del ojo y creernos células del riñón y entonces querer filtrar líquidos. Pero eso no tiene sentido y terminamos haciendo daño. Por eso el texto dice que es mejor no cumplir con el dharma propio que andar cumpliendo con el dharma ajeno. Ese ejercicio de las células y de la sabiduría que rige las células y de la acción que ejecuta cada una es perfectamente aplicable y extrapolable a lo expuesto. 


La conquista del deseo y de la ira, los dos aspectos de la pasión

Otro tema que se expone en este capítulo es el deseo, Krishna dice: “... el enemigo tenaz del hombre sabio es la insaciable llama del deseo, que mantiene oculta a la sabiduría” y luego uno versos más adelante dice: “ Se dice que los sentidos, la mente y el intelecto son el poderoso baluarte del deseo; a través de ellos, el deseo eclipsa la sabiduría del alma que se ha encarnado, así la engaña”. Para entender esto podemos poner estos aspectos en un escalafón así: está el cuerpo, por encima del cuerpo están los sentidos, por encima de los sentidos está la mente, por encima de la mente el intelecto y por encima del intelecto está la mera presencia, y por encima de la presencia está el ser. 


El deseo se manifiesta más claramente en las estructuras más externas. Entonces en el cuerpo, en los sentidos y en la mente el impulso del deseo es muy evidente; pero en el intelecto, o en esa facultad de discernir, y en el ser, no tanto. 


Volvamos a la imagen del escalafón, la estrategia para vencer al deseo es que el elemento superior domine al inferior, así, la mejor forma de dominar al cuerpo es con los sentidos, la mejor forma de dominar los sentidos es con la mente, etc. Entonces el ser -consciencia- es el único que puede dominar los deseos y ahí va la frase que dice “domina al ser con el ser”, al yo -pequeño- con el YO -grande-. La forma de tomar las riendas y desidentificarse del cuerpo, los sentidos y la mente, es con el YO de la consciencia, de la sabiduría que discierne.


El texto plantea además que la mayoría de nuestras acciones son la consecuencia de darle fuerza a los deseos, en ese orden de ideas, los impulsos del cuerpo, los sentidos y la mente conquistan un papel preponderante. Para que el cuerpo no nos mande hay que controlar los sentidos, para que los sentidos no nos manden, hay que controlar la mente y para que la mente no nos mande, hay que direccionar desde el buddhi. Por eso, la consciencia es la que tiene que tomar las riendas de los sentidos para dejar de sucumbir ante los deseos.



Sembrado por Carol Jaramillo y Esteban Augusto (Marzo 2021)




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