Un día entró una brigada médica a una comunidad muy apartada, toda la parafernalia con la que llegaron llamó la atención de una pequeña niña, que le pidió permiso a sus padres para acercarse a los desconocidos.

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Los médicos le dijeron a la niña que estaban ahí para traer salud a la comunidad, y le consultaron si tenía alguna dolencia. La niña les comento que desde hace un par de semanas venía con un dolorcito en el lado derecho de su abdomen, y los médicos le dieron unas pastillas, junto con algunas indicaciones de como tomárselas.

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La niña regreso donde sus padres narrándole lo sucedido, y le preguntó a su madre que qué tipo de médicos eran esos, que andaban por ahí dándole pastillas a la gente, pero que no se interesaban por cómo se sentían las personas que atendían, que no se interesaban por la historia de sus pacientes, que no preguntaban por los niveles de tristeza, ira, o miedo con los que habían estado en los últimos días, que ni se inmutaban en saber qué, cómo y cuánto habían comido o descansado, que no habían consultado por la calidad de los vínculos que tienen con las personas que les rodean, y que menos aún se habían preguntado por qué tanta felicidad tenían en sus días.

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Ante ello la madre le dijo:

-Algún día crecerás, y puede ser que seas tú quien haga una brigada médica para visitar la comunidad de donde ellos vienen, y puede ser que tú seas quien les enseñe, o les recuerde, que la salud no es un asunto sólo de medicamentos, sino que también entran en juego las emociones, los pensamientos, el pasado, las relaciones, los hábitos y el sentido que le damos al vivir.