Este par de palabras cada vez son más usadas, y a veces de forma indiscriminada, pero resulta importante remarcar que aunque pertenecen a una tradición espiritual oriental, también se han empleado y se siguen empleando como formas de control social. El concepto de karma se explica en el libro de Las Leyes de Manú, donde se consignaron algunas de las directrices que permitieron estabilizar la sociedad de la India. En este conjunto de leyes se proponen algunos métodos de expiación o métodos para pagar las culpas, y como se ha visto históricamente la culpa es una de las metodologías más efectivas para mantener a las personas controladas.
Dentro de los principios estabilizadores de la sociedad de la India también esta las las 4 búsquedas o purusahrthas: La supervivencia (artha), el placer (kama), luego el deber (dharma) y por último la liberación (moksha). Aquí el dharma se expone cómo el cumplir el deber social, en lugar de la popular definición de hoy que lo explica como la misión a cumplir en esta vida, y está es una modalidad más de control social porque se le obliga a la persona a que antes de buscar su propia liberación se dedique a mantener la sociedad desde el cumplimiento de su deber.
Tanto estas concepciones del karma como del dharma traen consigo ciertas trampas que puedan llevar al considerar que no hay facultad de decidir, anulando así el libre albedrío.
Alrededor del libre albedrío se pueden presentan dos extremos: El de los que consideran que todo en su vida ya está determinado, y eso les lleva a creer que que por haber nacido en una fecha específica, o en una familia especifica, todo su comportamiento ya está definido y su forma de ser ya está establecida. El otro extremo es de los que consideran que el ser humano tiene el poder de decidir todo por sí mismo, que es amo de sí mismo, y ello les suele llevar a negar la profunda interrelación que se tiene entre todo y entre todos, en donde todo lo que pasa afecta a todos. La primera desconoce la virtud del individuo y la segunda desconoce la virtud de tejido colectivo del que hace parte.
Esta visión nos ayuda a entender el karma no desde la culpa ni desde el miedo, sino desde la acción, y no una acción victima de las circunstancias, sino una acción en donde se conjugan los impulsos desde el Todo hacia el individuo, y desde el individuo hacia el Todo, y en su danza interminable estos dos impulsos nos permiten ser lo que somos en cada instante.
También se puede entender el karma como aquellas grandes tendencias que se construyen a lo largo de nuestra vida, y que los yoguis denominan el ciclo de los vrittis, vasanas y samskaras, y que hoy en día se pueden evidenciar desde los canales neuronales, que se van creando a través de todas las decisiones que tomamos en la vida, y que nos llevan a la tendencia de hacer lo que siempre hemos hecho y por ello cada una de nuestras acciones se convierte en la semilla de nuestras acciones futuras, siendo la labor de yogui refinar cada unas de los acciones, expandir su capacidad de observar sus propios patrones de comportamiento, y a la vez plantar nuevas semillas, es decir construir nuevas redes, para no terminar siendo víctima de sus comportamientos automatizados.
Los maestros suelen exponer los tres tipos de karma mediante la metáfora del arquero, quien lanzó una primera flecha, que está ya en el aire, que luego coge otra flecha que está justo a punto de ser lanzada, y le queda una tercera en su atada a su espalda para ser lanzada después. Simbolizan el efecto que llega de lo que ya pasó, es el prarabda karma, sobre este karma no se puede controlar nada, sólo se puede evitar que su impacto nos afecte. En segundo lugar está el agami karma que es la flecha que está por ser lanzada, sobre ella sí se puede tener control de decisión, porque se tiene la oportunidad de ser impecable y hacer lo que se debe hacer, y no quedarse con lo que a veces queda del karma pasado: culpa, vergüenza, miedo, insatisfacción, etc. Y el tercer tipo es el karma futuro, sanjita karma, el que aún no se ha acumulado, pero está disponible para producirse como fruto de nuestros actos, y éste es el karma que debe ser evitado según Patanjali.
Muy cercano al concepto de karma está la idea de otras vidas, que no debe ser concebida de una forma tan literal, sino entender que todo lo que somos hoy, viene de una evolución, y nuestro cuerpo, y en especial nuestro cerebro, guarda toda la información de cuando fuimos cristales, plantas, peces, reptiles o mamíferos, y hoy en día somos el resultado de la suma de todos esos estados y de todos esos comportamientos, y por ello a veces nos comportamos como los unos o como los otros, y tenemos formas de comportarnos aprendidas de esas épocas.
Eso mismo pasa con nuestros ancestros, toda la información de lo que ellos vivieron y fueron ha pasado a nosotros, y sus comportamientos tienen el potencial de convertirse en tendencias que direccionen nuestros propios comportamientos si dejamos que así sea. Pero nuestra labor es utilizar eso que heredamos como punto de partida para labrar nuestro propio camino, y no para quedarnos repitiendo los procesos de otros.
Una forma de entender ello es comprender que “somos nuestros propios ancestros” porque ellos viven a través de nosotros, y no solo nuestros abuelos, sino toda la cadena de la vida que nos permite que hoy seamos tal cual somos. El camino entonces es honrar ese pasado que nos permite ser hoy lo que somos, pero asumir nuestro rol actual y fijar nuestro propio destino, y para ello es importante romper esos patrones de comportamiento heredados, y para eso hay una par de herramientas muy útiles son el perdón y la gratitud.
El dharma podría definirse por un lado como el cumplimiento del deber en esta vida, que usualmente está asociado a nuestro rol para con la comunidad a la que pertenecemos, pero también se propone como la misión que tenemos que cumplir en la vida, pero una visión más amplia nos permite entenderlo como aquello que nos hace sentir plenos, algo más allá de nuestra propia individualidad que nos permite entendernos como parte de un Todo mayor, es decir que es aquello que nos permite reconectarnos con lo que somos más allá del sí mismo.
Hoy en día existe la tendencia de creer que el dharma es el propósito que tenemos en la vida, mientras que el karma es visto como aquello de lo que hay que liberarse, pero la trampa está en que el karma tiene justo los aprendizajes que necesitamos para encontrar nuestra liberación. No podemos negar todo lo que traemos de nuestros ancestros (karma) porque nos estaríamos negando la posibilidad de encontrar nuestro dharma. La labor del yogui es entonces aprender a generar dharma dentro del karma, es decir que su propia liberación, plenitud y realización este de la mano de la aceptación del rol que se está desempeñando en esta vida.
Sembrado por Ángela Medina y Esteban Augusto (encuentro de 29 de julio de 2019)
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