SANAR ES UNA DECISIÓN PERMANENTE
La sanación, al igual que el Samadhi, no es una meta lejana que pretendemos alcanzar algún día. Ambos son estados que se generan y mantienen con cada decisión que tomamos en la cotidianidad, son un reflejo de la consciencia que hemos adquirido sobre los patrones mentales que rigen nuestro comportamiento.
Para comprender esa relación, debemos partir del concepto de que somos seres compuestos de energía densa y energía sutil. Las diferentes estructuras del cuerpo físico como células, órganos, sistemas, huesos, etc, corresponden a la energía densa o material. Pero es la energía sutil la que nos mantiene vivos animando todas estas estructuras, permitiendo que cada componente cumpla su función; esta energía sutil o vital es llamada prana según las tradiciones provenientes del himalaya. De igual forma los pensamientos, las emociones, las sensaciones y todas las facultades mentales, también hacen parte de esta energía sutil.
El cuerpo físico y la energía sutil nos permiten interactuar con el mundo en doble vía: captando información externa a través de los sentidos y expresando en el exterior todo lo que nos sucede en nuestro interior. Lo denso y lo sutil siempre están comunicados en esa constante interacción entre el adentro y el afuera. Los pensamientos y emociones que emitimos se transmiten al cuerpo a través de las sensaciones, las cuales utilizan el lenguaje de los impulsos nerviosos y de las reacciones bioquímicas de las hormonas para generar efectos a nivel corporal.
Adicionalmente, la interacción con el mundo está guiada por la consciencia, esa sabiduría interna que nos permite discernir y decidir cómo comportarnos ante alguna situación, consultando la información captada por las experiencias previas. La acumulación de todas las vivencias y las experiencias del pasado, almacenadas como recuerdos, es lo que denominamos patrones de comportamiento, los cuales vamos creando y recreando a lo largo de la vida y terminan orientando nuestra sabiduría interior.
Esa sabiduría interna tiene disponibles varias opciones que podemos usar para decidir y actuar de una u otra forma en cada situación que se presenta en la vida cotidiana: podemos tomar decisiones basadas en el mero hecho de sobrevivir; o actuar según nuestros gustos; o tener comportamientos en función de reafirmar nuestra propia individualidad; o actuar de acuerdo a los vínculos que hemos generado con las otras personas; o quizás obrar desde el impulso a transformar nuestras realidades internas o externas; o actuar desde un profundo conocimiento intuitivo de nuestro propio autoconocimiento. Siendo estos niveles de sabiduría equiparables a los denominados chacras o centros de sabiduría interior.
Para mantener el equilibrio, podemos actuar usando las diferentes opciones disponibles según su pertinencia, pero con frecuencia nos regimos sólo por alguna de ellas, acumulando cada vez más vivencias y decisiones que refuerzan esos patrones de comportamiento, que a su vez generan las mismas emociones y por ende las mismas reacciones químicas que se manifiestan en el cuerpo físico, tornándonos, por decirlo de alguna manera, adictos a ese lenguaje bioquímico y a los pensamientos, las emociones y las decisiones que activan.
Para ilustrar esto, veamos un ejemplo: si debido a experiencias pasadas o a creencias que tenemos, solemos tomar decisiones o actuar desde el miedo y el instinto para sobrevivir, se irá creando un patrón de información y de comportamiento en el que se rechazan las situaciones de cambio por el temor que produce lo desconocido. Esa información se irá condensando cada vez más y terminará afectando una parte del cuerpo físico, en un área como por ejemplo la cadera, cuya función es permitir movernos y avanzar. Esa información de miedo se podrá expresar en una rigidez, siendo esta una forma de rechazar la incertidumbre, el cambio y de reafirmar nuestro temor.
Otro ejemplo para comprender la relación entre los pensamientos y su efecto en el cuerpo es lo que sucede cuando frecuentemente pensamos que el tiempo se está agotando, lo que nos lleva a hacer muchas cosas y muy rápido. Este tipo de pensamientos generan una información química que le indica a los diferentes órganos y sistemas que deben apresurarse y funcionar más rápido. Produciendo afecciones en la glándula tiroides, que es la encargada de manejar los ritmos del cuerpo.
Por lo tanto, comprendiendo esta relación, se puede ver la enfermedad como la densificación de un patrón de comportamiento repetitivo. Teniendo esto claro podremos utilizar el lenguaje de las sensaciones corporales, para reconocer los pensamientos recurrentes e inconscientes que emitimos para reconfigurarlos antes de que se transformen en enfermedades. Además, el tener esta perspectiva sobre la enfermedad nos libera del rol de víctimas y nos convierte en autores de nuestra propia salud, ante lo cual podemos acudir a prácticas como YOGA u otras herramientas para tener una sanación integral y duradera.
En la práctica de YOGA uno de los grandes propósitos es que cesen las fluctuaciones mentales, porque en ese silencio podemos hacernos más conscientes de esos patrones de comportamiento que tenemos instalados y así, poder desconectarlos, purificarlos y renovarlos. De esta forma, al limpiar y soltar la información vieja, podemos abrir espacio para lo nuevo.
Además, YOGA nos enseña a tomar consciencia de la manera en que interactuamos con el mundo para aprender a tomar decisiones desde la presencia y a usar equilibradamente las diferentes opciones que tiene la sabiduría interior, porque cuando dejamos de reaccionar y sucumbir ante la inercia de nuestros patrones de comportamiento, estamos yendo realmente a la raíz del problema y no sólo a mejorar los síntomas físicos resultantes. Así, estaríamos cortando desde el origen el ciclo de comportamiento que genera la enfermedad y podemos reflejar con nuestro propio cuerpo un verdadero estado de conexión, de tranquilidad interna, de paz, de confianza y de plenitud que se manifiesta a través de la salud, siendo estas a su vez, algunas cualidades que describen el estado de Samadhi.
Sembrado por Juliana Valencia.
Fruto de la convocatoria editorial del Semillero de Yoga 2020
3 comentarios
ResponderEliminarEstá reflexión me parece hermosa, pertinente y oportuna!
Sanar es una decisión permanente, q se toma día a día, minuto a minuto, segundo a segundo!
No es una meta a la cual llegar... Es un camino de vida, una elección consciente a cada instante... Aprender a amar este proceso es amarnos a nosotras mismas, inacabadas, imperfectamente perfectas, siempre en construcción, siempre en evolución...
Así q no nos quedemos con asumir la realidad cuando es turbulenta, como un "fracaso", o dándonos látigo xq "si yo esto ya lo había trabajado, ya lo había sanado"...
Déjeme decirles q comprendí q uno nunca sana algo del todo, no se supone q deba ser así... Esos desafíos son llaves mágicas q toda la vida nos van a dar aprendizajes, sólo si elegimos vivirlo así... y siquiera! Porque la otra opción es quedarse persiguiéndose la cola, sin darse cuenta q es la cola!
En fin... Me inspiré...
En Mi potencialmente equivocada opinión...
🔮🧙♀️🌝💃🔥🌪️✨
Gracias Diana, hacernos cargo en plena consciencia de nuestros movimientos,respiración, alimentación y pensamientos, trascender al dolor en la observación, sentirnos uno como parte del todo: sanación.
ResponderEliminarJuliana, muchas gracias por este artículo que nos recuerdas que es el estado de presencia lo que nos permite ser dueños de nuestro sentir y por tanto de nuestro vivir.
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