CAPÍTULO 15: PURUSHOTTAMA, EL SER SUPREMO

by - agosto 20, 2021



“Quien comprende la esencia de este árbol de la vida es un conocedor de los

Vedas” (Bhagavad Gita XV:1).


El árbol de ashvatta


El capítulo XV es llamado Purushottama: el Ser Supremo, y es uno de los capítulos más breves de esta obra. Este aparte trae consigo un elemento, dentro muchos otros, llamado el ashvatta o el árbol de la vida, donde se plasma una visión del ser humano como una conjunción de elementos que se asimilan a un verdadero árbol, con la particularidad de ser un árbol al revés, cada elemento que se describe en el ashvatta tiene una simbología muy interesante a la hora de entender al ser humano como una manifestación de la Divinidad y su búsqueda natural de ella, que se ve empañada por la inercia que se opone a su conexión inextinguible con lo Supremo.


En este árbol tan particular se propone un símil en donde los cabellos humanos son las raíces, la cabeza y la columna vertebral son el tronco. y los brazos y las piernas son las ramas que incluyen las hojas y los frutos. Las raíces del ashvatta están pegadas a un cielo, un sustrato que es la consciencia cósmica, nuestra conexión con la supraconsciencia. El tronco con sus ramas, hojas y frutos, son la manifestación física del humano que incluye el cuerpo físico, astral y causal, en ellos los cinco sentidos, el intelecto, el ego, la mente y la memoria. Las hojas en particular son los órganos sensoriales que atrapan todo el tiempo experiencias.


Podemos explorar una analogía con un bonsái al que le podan las raíces, y de esta manera, se modifica su naturaleza real. En nosotros, las raíces que fueron cortadas son las mismas que nos conectan con el Ser Supremo, con nuestra habilidad de ser más sensibles al mundo sutil y a la espiritualidad, y nos hemos quedado sólo con las raíces que alimentan la idea de nuestra propia individualidad, queda enraizados únicamente en nuestros marcajes mentales (samskaras), que generalmente son los principales causantes de nuestro propio sufrimiento, creando a su vez más y más marcajes (samskaras), lo que se convierte en un circuito cerrado que nos ata y nos limita a crecer espiritualmente. 


El proceso natural es que el espíritu se conecte a la materia y la materia al espíritu y que nuestro árbol crezca y viva armónicamente. De forma que las ramas y las hojas no crezcan de manera desbordada, pero sí, que se fortalezcan cada vez más las raíces del árbol restaurando aquellas que se pudieron haber perdido. Cuando el texto habla de cortar el árbol, se refiere específicamente a cortar aquello que nos genera apego a la idea de nuestra propia individualidad y a los sentidos, teniendo presente que son estos los que desarrollan, inevitablemente, comportamientos de avidez y aversión, redundando en sufrimiento y desconexión.


Cortar el árbol con el hacha del desapego es romper ese circuito cerrado que se alimenta de los samskaras, abriendo paso al gran potencial que tiene la mente de percibir lo que está más allá del mundo, cortando las limitaciones que nosotros mismos creamos. La lucha es constante, puesto que es más fácil crecer hacia las ramas generando más identificaciones con el mundo terrenal que proyectarnos hacia la fuente de la consciencia suprema que está en la raíz.


Todo se permea con lo Supremo


El capítulo describe tres Purushas: El Purusha que cambia (Prakriti con la existencia de las gunas), el Purusha que no cambia (Kutasha, el jiva, el hijo, el Ser, el cristo) y el Purushottama (el Absoluto). Lao-Tse tiene una frase que dice “nada es como parece, el tao que puede ser expresado, no es el Tao verdadero” Las lecturas de tinte espiritual no se entienden con la mente, se sienten con el corazón, logrando ser aplicadas en la práctica.


Somos seres sostenidos por el cielo; el árbol describe aquello al decir que tenemos raíces en lo Supremo, en el cielo. Somos seres que venimos de la nada, vivimos de la nada y volvemos a la nada. El Ser nunca es lo que parece y nuestros sentidos siempre nos van a engañar. El cielo siempre mueve la vida en la forma adecuada, no necesariamente igual a como nosotros la deseemos o pensamos.


Es nuestro deber entender y fluir con esta realidad eterna. Este capítulo nos invita a conectarnos más con el corazón y no con la mente. Podemos perdernos en simbologías, al final ¿sería tan necesario entender tanta simbología? Veamos esta frase que simplemente es profunda y hermosa: 


“Estoy asentado en el corazón de todos. De mi proceden la memoria y el conocimiento, así como la ausencia de ambos. Soy eso en verdad que hay que conocer mediante todos los Vedas. Soy el autor del Vendanta y conocedor de los Vedas”

(Bhagavad Gita XV:15).


El esfuerzo del ser humano por entender lo Supremo, que está más allá de su comprensión, refleja su necedad y a la vez muestra su gran potencial para restaurar la comprensión de que somos parte de lo Supremo, de Dios, que somos Dios mismo.


Como parte del camino de darnos cuenta de que somos uno con el todo, tendremos que abrir el “Ojo de la Sabiduría” afinar el Budhi, esto es el intelecto superior, desarrollar una mente no reactiva que tenga la capacidad de discernir y volverse el observador de todo cuanto nos rodea. Este budhi tiene la particularidad de poder observar todo el árbol, desde donde nacen las raíces hacia abajo y desde estas hacia arriba. Inicialmente desde donde nacen las raíces hacia abajo observa el tronco y las ramas (el cuerpo) incluyendo, Ahamkara (ego), chitta (memoria), y manas (mente) ayudándonos a conocernos y a evolucionar. Y desde donde nacen las raíces hacia arriba el budhi podrá ver el Supremo, aunque solamente cuando esté altamente refinado el ojo de la sabiduría. 


Esa es nuestra tarea, afinar esa facultad de ser el observador, refinar esa metacognición que ofrece el trabajo en uno mismo para ir despejando todo lo que nubla nuestro entendimiento superior y poder recordar nuestra conexión con el infinito y experimentarla realmente. Aquí nace una pregunta ¿desde dónde vivo? Desde una vida automatizada y condicionada por las inercias colectivas o desde la búsqueda propia para ser verdaderos Seres Humanos, árboles que se despliegan en completa armonía conectando el mundo de lo sutil con lo terrenal.


Sembrado por Mary Luz Agudelo y Esteban Augusto (Encuentros Junio 2021)





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1 comentarios

  1. Gracias Mariluz, me encantó este capítulo con este elemento del ashvatta, el árbol al revés, seguir con nuestro proceso de observadores y limpiadores para desplegar el movimiento fluido de las ramas del árbol siempre en la unión con el todo.

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