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SEMILLERO DE YOGA



Encuentro alrededor de la sangha, 2024


Hoy nos reunimos para celebrar simbólicamente los 20 años de nuestro SEMILLERO DE YOGA, digo simbólicamente porque la fecha oficial fue hace varios meses, pero por fin tuvimos el valor de hacerlo. No quisimos hacer una gran convocatoria para quienes alguna vez pasaron por ahí, porque, si bien el aniversario es motivo de celebración, a la vez estábamos compartiendo la noticia que el semillero llega a su final.


Pararme frente a este momento y poder comunicar esto, me lleva a mirar atrás, a ver todo lo que ha sido de mí en los últimos 20 años, ver cómo mi propia historia se ha tejido con la historia del semillero, poder recordar y agradecer a todos los que han hecho posible que nos hayamos podido encontrar este tiempo.

Semillero de instructores de yoga 2013


Semillero de yoga 2023

Debo aclarar que el semillero no fue un invento mío, siempre hay seres detrás de uno que abren el camino, y esta vez no fue la excepción; acá honro a la figura precursora de todo esto, mi viejo hermano y amigo Jhon Ramírez. Él fue el creador de las típicas frases "el aporte es voluntario, pero el abrazo es obligatorio" y "uno los viernes a las seis de la tarde está donde quiere estar". Jhon empezó a convocar gente, amigos, conocidos y alumnos para abrir un espacio en el que pudiéramos conversar sobre yoga, estudiar yoga y sobre todo en el que pudiéramos vivir el yoga. En aquella época todo lo relacionado con yoga era muy incipiente; yoga era un término desconocido para el público general; no existía casi ninguna de las escuelas de hoy. Este espacio nació como un lugar para aprender sobre yoga y para formar futuros profesores, ya que no había ninguna oferta de este tipo en la ciudad.


John también tuvo su mentor, Memo, otro viejo amigo y hermano, quien de hecho lo formó en estas cosas místicas del yoga y más, y lo impulsó a abrir espacios como el del semillero para compartir estas enseñanzas, libres de doctrinas, escuelas y dogmas. Siguiendo los pasos de ambos entro yo, que en aquella época era joven, aunque no me consideraba así, y es raro que haya empezado a ser parte de esto porque, aunque había estado inmerso en este mundo desde la infancia, no era algo que me llamara, y mucho menos para compartir. Por aquella época era un ferviente practicante de artes marciales y un estudioso de todos sus fundamentos filosóficos, pero el yoga no me llamaba, no lo sentía parte de mí, y eso de ser profesor, menos. De hecho, ni me veía dando clases de kung fu, yo sólo entrenaba para mí, creo que en esa época me había comprado muy bien esa idea de la búsqueda de la iluminación individual. Sin embargo, nuestras vidas empezaron a tejerse de muchas formas, yo era un aprendiz consagrado y receptivo, y recuerdo que Memo me dijo que debería complementar las artes marciales con yoga, y yo seguí ese consejo, así fue que empecé este camino.


En un principio el semillero tenía dos fases, una externa hacia el público, y era la que lideraba John y funcionaba los viernes. Era un espacio para practicar con la guía del profe y para conversar sobre ciertos temas alrededor de yoga, donde siempre estaba abierta la palabra para que todos aportáramos. John, con sus historias y explicaciones divertidas, siempre permitía encontrar claridades y llevar a feliz término cada temática, eso sí, no era un espacio para todo el mundo, había dos requisitos básicos: tener algún tipo de conocimiento o experiencia previa sobre yoga y los asistentes debían comprometerse a sostener la práctica personal.


Retiro de ayuno del semillero en Cisneros 2012 o 2013

La segunda cara del semillero era interna, liderada por Memo, ahí estaba yo. Era un espacio para unos pocos, nos reuníamos los lunes en la noche, y ahí todos teníamos el compromiso de liderar, nos rotábamos para ello, y era sin previo aviso, es decir, que a cada encuentro todos llegábamos dispuestos para compartir la práctica. Adicionalmente había una propuesta de temario; cada lunes alguno de nosotros debía exponer ante el grupo, la dinámica era que todos debíamos exponer todos los temas, por lo que un tema era abordado muchas veces y así nos nutríamos de múltiples perspectivas. Esta modalidad hacía que fuera un espacio donde todos teníamos un rol activo, y ninguno podía ser un mero espectador.


Se me hace muy bello ver en retrospectiva estas metodologías, no había un precio por todo el proceso, eso lo hacía invaluable, teníamos que pagar con la disciplina, con la constancia, con nuestra propia preparación, pero sobre todo con nuestra disposición a compartirnos. Tampoco había un punto de partida ni uno de llegada, era una espiral constante, siempre abierta a lo que emergía.


Con el tiempo, este grupo interno se fue decantando, a pesar de eso, duramos así varios años, la mayoría de los que participaban no lograron sostener el ritmo de estar estudiando y compartiendo constantemente, ahí comprendí lo difícil que es encontrar personas dispuestas a aprender con esas metodologías, ya que la mayoría quiere ir sólo para que le enseñen, pero poca gente esta dispuesta a aprender desde el enseñar. Esta metodología intenté implementarla en múltiples ocasiones, pero generalmente con los mismos resultados.


Semillero de instructores de yoga 2008

Con este giro, Jonh me invitó a ser parte del grupo de los viernes, con la propuesta de que lo guiáramos entre los dos, y así lo hicimos; fue una etapa muy bella para el Semillero de Yoga, que por aquel entonces no se llamaba así, sino El semillero de instructores de yoga, y esta palabra adicional marcaba la dirección de todos nuestros encuentros. Ya en sinergia, John y yo le inyectamos nuevas metodologías y nuevas temáticas. De esa época recuerdo muy claramente a John explicando a principio de año cómo funcionaba la metodología de los encuentros; contaba que el semillero era como la huerta de la abuela, enfatizando en que había lugar para todos, que cada uno crecía y daba frutos a su propio ritmo, y que cuando llegaba el momento cada uno debía trasplantarse a otros lugares para continuar compartiendo sus semillas.


Unos años más tarde empezaron a aparecer en la ciudad varias formaciones para hacerse profesor de yoga, cuando eso sucedió, John y yo nos miramos y sentimos que el semillero había cumplido su propósito. Les dijimos a todos que fueran a formarse y a nutrir esos otros espacios que estaban germinando. Nos despedimos y dejamos de encontrarnos, pero esta pausa no duró ni un año porque las propuestas que fueron llegando eran muy dogmáticas, excluyentes, cerradas a otras visiones, y muchas personas nos pidieron que volviéramos, así que reavivamos nuestros encuentros, y vino una época muy floreciente, con asistencias muy generosas y la integración de visiones muy complementarias.


Más adelante se nos metió una idea en la cabeza, crear de todo lo que se había gestado en el semillero un curso para ofrecer desde la universidad, era una idea loca, había que hablar el lenguaje académico para poder convencerlos, pero antes cambiamos todo el formato del semillero, ahora desde inicio del año teníamos asignados temas para cada encuentro, y nos dimos la libertad de explorar múltiples metodologías para compartir cada uno de esos temas, y con toda esa experiencia y ese pilotaje construimos una propuesta que presentamos a la universidad. Ellos aceptaron, pero no nos convencieron los términos que nos propusieron; querían que fuera sólo para sus egresados y nosotros queríamos que fuera abierto a todo público, así que abandonamos la idea loca de poder llegar a más personas haciendo sinergias con la universidad.


El tiempo siguió pasando y pudimos ser testigos del rumbo que estaba tomando el yoga. Todo cada vez era más caro, había más y más formaciones, cada una más cara que la anterior, y cada vez estaban más de espaldas a la gente menos favorecida. Todos querían crear sus propias escuelas, todos estaban buscando cómo librar las inversiones de los cursos costosos que habían hecho, y ahí, en medio de tanta indignación me dió por escribir un manifiesto que titulé "Yoga para todos". Este texto le dio lugar a uno de los primeros hijos del semillero, una iniciativa con la que convocamos a muchos profes de yoga de múltiples tradiciones a compartir estas enseñanzas en hogares de paso infantiles, con personas en situación de calle y muchos otros públicos en situaciones vulnerables.


Fue una etapa muy bella, yo particularmente me sentía muy feliz de poder expandir este compartir, sin embargo, con el tiempo, los profes fueron manifestando que no se sentían lo suficientemente bien para acompañar estos grupos, que ver el dolor y el sufrimiento de frente les desestabilizaba mucho y no tenían cómo manejarlo. Debido a eso, el grupo de profes también se fue decantando, al final quedamos muy pocos, tan pocos que ya no podíamos cubrir los espacios que nos habíamos propuesto y nos tuvimos que retirar. Aunque nos despedimos de esta forma de compartir, nos quedaron muchos aprendizajes, el principal de ellos venía del reconocer que las formaciones de yoga de donde habían salido todos estos profes, los habían preparado para "enseñarle" a gente joven, saludable, bonita y con plata, pero no los habían sensibilizado para reconocer que la mayoría de la población no tiene esos privilegios y mucho menos les habían dado herramientas para traducir las enseñanzas del yoga a estos públicos. Entendimos entonces, que para poder hacer que una iniciativa como "Yoga para todos" funcionara, primero había que capacitar a los profesores sobre otras maneras de compartir la práctica más allá de las formas externas y que había que crear lazos y conexiones para que entre todos los profes pudiéramos sostenernos, aprender mutuamente y concebir nuevos proyectos que permitieran que el yoga floreciera en las grietas de nuestra civilización. Ese fue entonces el rumbo que nos trazamos.

Semillero de yoga 2014

Un suceso inesperado reformuló todo. Un martes, hace más de diez años, John murió en un accidente de moto. Fue un momento muy fuerte, creo que pocos eran conscientes del impacto que había tenido John en la vida de tantas personas, fueron muchos años acompañando procesos, dando clases, guiando a otros profes, abriendo el camino de lo que sería la masificación del yoga en la ciudad. Con su partida tuve el honor de acompañar muchos espacios en la ciudad donde cientos de personas honraron su vida, y mientras intentaba estar ahí para todos ellos, mientras intentaba hacer lo mejor posible para acompañar a su familia, y mientras me derrumbaba por dentro al perder a una de las figuras que más me habían impulsado y apoyado en los últimos años, también me debatía sobre qué hacer con el semillero. Una parte de mí sentía que la mejor forma de honrarlo era llevando el semillero a feliz término, además no me sentía lo suficientemente seguro de poder liderarlo solo, otra parte de mí quería seguir sosteniendo el espacio, quería encontrar el valor y la sabiduría necesarios para poder hacerlo; al final, esta segunda parte mía, no se cómo, ni mucho menos cuándo, ganó la partida. Logré rearmar todo lo que dentro de mí se había derrumbado, pararme frente a todos y decirles: esto continuará en la medida en que todos sigamos sosteniéndolo; yo voy a estar aquí, si ustedes vienen, esto va a seguir. Ellos siguieron yendo, y yo también, y así iniciamos un nuevo capítulo en la historia del semillero.

No quisiera seguir este texto sin antes honrar los aprendizajes que me dejó este hermano de la vida, y es que de él aprendí a escuchar, para desde ahí improvisar; de él aprendí que lo más importante para enseñar era el humor, puede que no me lo crean, pero yo la mayor parte de mi vida hasta esa época era muy amargado, y fue gracias a John que logré reconocer la importancia de reírme y de hacer reír. También aprendí sobre la disposición; él era de esos seres que siempre estaban disponibles para conversar con todo aquel que se lo pidiera. Recuerdo muchas veces verlo atravesando la ciudad en medio de un aguacero solamente para estar ahí para alguien que lo había llamado. La generosidad fue otro gran aprendizaje, al final de los encuentros sacaba un taleguito y recogía en aporte voluntario, y decía: y si no tiene para echar algo, entonces es porque le hace falta, así venga y saque algo al menos para que tenga los pasajes para regresar a su casa, tamaña generosidad. Con todo lo que hizo me dejó una marca que aún vive, una invitación a abrir las manos, a nunca cerrarle las puertas a aquel que quiera aprender y a apoyar a todos aquellos que necesiten una mano para labrarse a sí mismos. De él también aprendí la rebeldía de no tragarse los protocolos ni las instituciones, y la nobleza de traducir todos estos conocimientos con los lenguajes más entendibles para todo público. La confianza que depositó en mí para que creáramos juntos, independiente de que yo tuviera mucha menos experiencia que él, me dejó el aprendizaje de abrirme, reconocer el potencial de los demás e invitarlos a que caminemos y creemos juntos. Dicho todo esto, debo aclarar que el principal aprendizaje que me dejó es siempre estar dispuesto a morir y a dejar morir.


Semillero de yoga 2018

Después de sortear y sostenernos tras este trágico momento, pasó algo muy gracioso, y es que se volvieron a abrir las puertas con la universidad, así que sin tanto esfuerzo y en los términos que queríamos logró germinar el que ha sido el hijo más prominente del semillero, la Diplomatura en Yoga. Para mí era muy raro estar ahí sin mi viejo amigo con quien me había soñado todo eso, pero hoy puedo reconocer que no he estado solo, siempre he estado rodeado de viejos amigos, colegas y alumnos con los que hemos sostenido la diplomatura ya diez años.

Diplomatura de yoga cohorte del 2020

La diplomatura siento que fue como un florecimiento muy bello, todo lo que habíamos piloteado en el semillero en el pasado encontró su lugar, y desde ahí logramos acompañar procesos formativos de largo aliento, tal como nos lo habíamos soñado, logramos invitar a tejer sueños personales y colectivos, tendimos un puente entre el mundo académico y este mundo místico, alzamos voz para recordar que el mundo no necesita más profesores de yoga sino más humanos cotidianos que se cultiven a sí mismos, y desde la diplomatura nos permitimos recobrar un yoga conectado con la vida cotidiana, basado en los principios y no en los protocolos.


Pareciera que el nacimiento del diplomado iba a ser el fin del semillero, ¿qué sentido podría tener un espacio como el semillero, que no tenía ni principio ni fin, que no tenía temáticas preestablecidas, que era basado en lo espontáneo, al lado de un proceso formativo estructurado? Lo gracioso es que fue todo lo contrario, las generaciones de estudiantes que fueron pasando por el diplomado terminaron enriqueciendo el semillero, querían sostener el tejido, querían seguir alimentando el fuego, querían seguir enriqueciéndose de un compartir donde todos tenían voz y donde las conversaciones giraban alrededor del yoga de la vida. Todo esto le dio lugar a una época muy preciosa en donde el semillero se expandió, creamos grupos de estudio sobre libros y temáticas específicas, incluso logramos contar con diferentes grupos que operaban en simultáneo en diferentes regiones de la ciudad.


Retiro del ayuno del semillero San Carlos 2016

De esta época germinaron muchos hijos más del semillero: el blog donde nos permitimos escribir nuestras reflexiones, críticas y propuestas y a la vez sistematizar muchos de los contenidos alrededor del yoga, que con el tiempo rebrotaron en la forma de nuestros libros de apuntes peregrinos. También nacieron los peregrinajes, que fueron una forma de poner en práctica esta conexión con la sabiduría de la vida visitando diversos santuarios naturales y aprendiendo de ellos. Además, emergió un proceso colectivo que llamamos Yoga como Filosofía Viva, desde el cual nos propusimos seguir compartiendo espacios formativos, sin prisa, sin doctrinas, sin necesidad de certificados, promoviendo la forma de aprender desde los principios, honrando la forma como la aprendimos. También surgió el Yogaverso como un podcast para hablar sobre el yoga cotidiano y sembrar reflexiones que pudieran llegar mediante la virtualidad a polinizar otras latitudes.


La primer sadhana itinerante en Tamesis 2018 o 2019

Hoy, al escribir sobre todos estos hijos del semillero, que sumados a todas las semillas humanas que son todos los que han pasado por este espacio y todos los proyectos que de ellos han salido, siento mi corazón rebosante de alegría y gratitud por todo lo que hemos ayudado a gestar para sembrar el cambio que queremos ver en el mundo, y siento que por todo ello es que no me duele decir que este es el momento adecuado para despedirnos del semillero como ha sido, sé que está y estará vivo en todos los que han pasado por él, y siento que me puedo despedir en paz porque no siento que hayan quedado pendientes.

Semillero de yoga 2017

Semillero de yoga 2025

Al ver lo que se ha vuelto el yoga hoy en día, siento que el semillero como ha sido hasta ahora no tienen lugar para florecer, y no lo digo solamente porque no tenemos una sede fija para nuestros encuentros (esto, si bien nos ha afectado, también nos ha permitido hacer depuraciones periódicas) sino porque he notado que la mayoría de la gente hoy no quiere procesos de largo aliento, no quiere co-crear y menos si no hay rentabilidad garantizada, la gente hoy sólo quiere experiencias, experiencias consumibles, instagrameables, experiencias que se puedan capitalizar, quieren dedicarse a coleccionar títulos y certificados, y sólo valoran lo que está mediado por el dinero, esos no son los idiomas que quiero hablar. Durante dos décadas hemos ofrecido una alternativa ante tanto ruido, y siento que es mejor despedirse acá, honrando y agradeciendo lo vivido, en vez de quedarme ahogándome en la amargura de sentir que la gente hoy no se compromete, que dan por sentado que siempre estaremos ahí, y que los profes no se animen a asumir el reto de cooliderar estos espacios ni a apoyar a los que sí lo hacen.


Seguro yo soy el principal responsable de todo esto, por no hacerlo rentable, por no enganchar a la gente, por no hacerlo deseable y consumible, por no hablar el lenguaje del mundo de hoy, por abrirme a confiar en otras personas y sé que debo asumir esa responsabilidad, pero para ser sincero prefiero despedirme con paz y coherencia por haber sostenido mis principios, que haberme unido al ruido de lo que está pasando hoy. De igual forma reconozco que han surgido otras perspectivas críticas que nutren y cuestionan el panorama, confío en que ellas puedan ser faros que guíen las transformaciones que el yoga necesita. Yo por ahora aprovecharé para dirigir mi energía hacia otros procesos, y me despido confiando en que todas las semillas que preservamos y cuidamos durante tantos años puedan encontrar tierras fértiles donde echar raíces y compartir sus frutos para hacer de este un mundo más bello.


Encuentro final del semillero de yoga  noviembre 2025

 

Honrando y agradeciendo a los cientos de personas que han pasado por las diferentes actividades, encuentros, cursos que han nacido del semillero, a todos los que han leído, visto o escuchado nuestras reflexiones, y a todos los que han sabido recibir, cuidar y compartir todo lo que hemos compartido.


Sembrado por Esteban Augusto (Noviembre 2025)



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No se que es lo que ha pasado con todo esto de yoga en estos tiempos recientes


- Se suponía que era de acompañar procesos, pero se dedicaron a promover la acumulación de títulos y certificados de no se cuantas horas. 


- Se suponía que era para compartir principios, pero se dedicaron a impartir doctrinas


- Se suponía que era de practica, pero se quedaron teorizando el movimiento y repitiendo palabras como loros.


- Se suponía que era de constancia pero se quedaron vendiendo experiencias y formaciones express.


- Se suponía se promovían el servicio, pero se dedicaron a impulsar la explotación, la de los otros, que llamaron karmayoga y la de sí mismo que la llamaron emprendimiento y marca personal


- Se suponía que era de para honrar la diversidad, pero se quedaron ofreciendo un monocultivo de recetas prefabricadas.


- Se suponía que trataba sobre la libertad, pero terminaron haciéndose esclavos de las dinámicas del mercado.


La verdad no se si lo que hagamos valga la pena, nos han dicho que no hablamos el lenguaje del mercado actual, que deberíamos hacer cosas más cortas, virtuales, cobrando caro para que la gente lo valore, que nos adaptemos a mundo actual, pero como bien decía un yogui de estos vieja guardia “no es sano adaptarse a una sociedad profundamente enferma”


Por eso nos sostenemos en compartir esto según lo hemos recibido, 

Sin prisa…

Sin certificados…

Sin doctrinas…


💚Tomándonos el tiempo para acompañar los procesos, 

💚Invitando a que la práctica sea la maestra, 

💚 Honrando los principios e invitando a traducirlos a los contextos cotidianos.


Sembrado por Esteban Augusto (Octubre 2025)

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¿Por qué ayunar? 

Cuando suspendemos la ingesta de alimentos, iniciamos en nuestro cuerpo un proceso de depuración y limpieza, además toda la energía que empleamos en digerir la comida podemos direccionarla hacia un propósito espiritual. Es importante entender que ayunar es muy diferente a dejar de comer, ya que el ayuno implica un profundo estado de recogimiento y reconexión interior, y lo que hacemos es que durante unos días cambiamos la fuente de nuestra energía, por ello conservaremos una práctica constante de diferentes artes y terapias meditativas que favorezcan nuestra capacidad de estar presentes en cada instante. Proponemos hacer un ayuno en retiro para desacelerarnos de nuestra cotidianidad, para recargarnos, reconectarnos con nosotros mismos y volver a mundo con una capacidad ampliada de amar y servir. 


 ¿En qué consiste? 

Estaremos cinco días de retiro, de los cuales tendremos tres días de ayuno total, y dedicaremos el primer día a la instalación y a una alimentación frugal que facilite la entrada al ayuno, y en el último día contaremos con una retorno gradual a la ingesta de alimentos. 

Durante cada día tendremos una Sadhana específica, conjugando diversas técnicas y prácticas alrededor de Yoga y Meditación, que comenzarán antes de la salida del sol y nos acompañarán a lo largo de la jornada. Observaremos estrictos momentos de silencio y también momentos libres de esparcimiento consciente. Durante cada uno de los días contaremos con diálogos y tareas específicas favorecer el proceso de autoconocimiento. 


Recomendaciones previas: 

  •  Abstenerse de consumir carne, bebidas alcohólicas, drogas, azúcar en exceso durante la semana previa al ayuno. 
  •  Hablar consigo mismo para prepararse para ese regalo de varios días de reconexión interior a través del ayuno. 


 Este ayuno es para ti : 

  • Si buscas conocer más sobre ti mismo.
  • Si sientes un llamado a purificarte en los diferentes niveles de la existencia: física, vital, emocional y mental. 
  • Si quieres profundizar en la práctica de Yoga, la meditación y el silencio. 
  • Si quieres tejer comunidad con otros practicantes y profesores de estas disciplinas. 
  •  Si sientes que te vendría bien una jornada de autoconocimiento y autotransformación desde un proceso colectivo y una guianza personal. 


¿Qué debes llevar? 

  • Ropa cómoda para la práctica, de baño y de abrigo.
  • Elementos de aseo personal. 
  • Una agenda en blanco. 
  • Un velón mediano.
  • Mat o estera para hacer yoga. 
  • Cojín para sentarse a meditar. 
  • Manta para abrigarse en las prácticas
  • Botella para el agua. 
  • Elementos para el altar

Itinerario 

Día 0: Viernes 5 de Diciembre: Llegada al municipio San Rafael, cuenca del arenal, por cuenta de cada uno de los participantes,  y procederemos a las labores de adecuación, práctica de yoga, cena para nuestra última ingesta (6:00pm). Instalación del ayuno.
Día 1-2-3: Sabado, domingo, lunes: Jornadas de ayuno completo acompañadas de secuencias de cultivo de pranayamas, prácticas de depuración (satkarmas), ejercicios de autoconocimiento, clases de yoga, ejercicios de contemplación y meditación, círculo de palabra (satsanga).
Día 5: Martes 9 de Diciembre: Práctica matutina y vuelta a la alimentación, labores de adecuación. Salida del lugar hasta las 12:00 m


Detalles logísticos

Para llegar a nuestro punto de encuentro en el municipio de San Rafael, se puede llegar en transporte público, o podemos coordinar entre todos los asistentes compartir algún vehículo particular, se dospondrá de un grupo de Whatsapp para ello.

Guianza a cargo de Esteban Augusto: 


 Actualmente se dedica a compartir procesos de acompañamiento, formación y enseñanza de Yoga. Ha recorrido diversas escuelas de Yoga, recogiendo de éstas aprendizajes, acreditaciones nacionales y certificaciones internacionales en diferentes métodos y estilos de Yoga (Yoga Integral, Hatha Yoga, Raja Yoga, Kriya Yoga, Kundalini Yoga, Yoga Terapéutico, AcroYoga, Sivananda Yoga), pero su recorrido lo ha llevado a practicar y enseñar otro tipo de artes como el Tai Chi y el Kung Fu. Coordinador de Semillero de Yoga, y creador de la Diplomatura en Yoga que se ofrece actualmente desde la Facultad de Medicina de la Universidad de Antioquia y el Parque de la Vida. Se ha dedicado a compartir la práctica durante más de 20 años en la ciudad, y ha coordinado y direccionado retiros de ayuno desde hace más de 15 años. 



Nuestro hogar será: 

@sanawa_colombia
Sanawa: conexión natural para el bienestar
Municipio de San Rafael, Antioquia, 
















Aporte Logístico:

$570.000


Incluye: Estadía, materiales, logística y alimentación del primer y último día.
NO incluye Traslados al lugar del encuentro.


 Aporte voluntario:

 Este aporte será exclusivamente para la guianza, se hará al final del encuentro.

En caso de dudas o asesorías por favor escribir directamente al 3164963370


Procedimiento para acompañarnos en este retiro:

1º Completar el formulario presente al final del enlace.
2º Cuando te contactemos de acuerdo a los datos que hayas dejado en el formulario, te compartiremos la cuenta para hacer el pago.
3º Enviándonos en comprobante de pago queda asegurado tu cupo para sumarte a esta experiencia.


 “El ayuno en su versión terapéutica genera un proceso de limpieza y desintoxicación física y emocional. En su versión espiritual fortalece la voluntad y nos permite proyectarnos claramente en nuestras vidas”



Puedes comenzar tu proceso de inscripción aquí o escribirnos para más información. 

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Hace algún tiempo estudiando sobre la tradición budista, recuerdo que hablaban de tres raíces que nos atan al sufrimiento, la codicia, el odio y la ignorancia. De hecho también se les nombra como los tres venenos, porque cuando permitimos que entren a nuestro sistema terminan intoxicando todas las dimensiones de nuestra vida, impactando nuestras decisiones, nuestras relaciones, y conduciendo nuestros pasos en esta existencia de separación y aflicción.

El primero de estos venenos es la codicia, entendido como el ansia de poseer, el impulso de querer cada vez más, y se hace manifiesto en el apego y en la avaricia. La codicia se apoya en la creencia que podemos ser dueños de algo, para ello se necesita de alguien que posea y algo a ser poseído y por eso en ella esta el germen de la separación. Si bien la codicia a regido gran parte de nuestras decisiones como humanidad, como las grandes exploraciones, las conquistas, y las invasiones hoy se hace muy evidente en su variación actualizada, el consumismo, que no es más que la insatisfacción disfrazada de plenitudes efímeras. Es esta codicia hecha consumismo la que nos lleva a creer que podemos ser dueños de todo lo que nos propongamos y no medir las consecuencias de nuestras ambiciones para con los demás y para con la Tierra.

 

El segundo veneno es el odio, que nace de nuestros juicios, y que nos lleva a etiquetar todo de acuerdo a nuestras apetencias, generando una incapacidad de validar y valorar todo aquello que es diferente, de él se desprenden manifestaciones como la aversión y el desprecio, que suelen matirializarse en la agresión. El odio también refuerza el sentido de separación, porque niega la capacidad de tender puntos de encuentro, y refuerza la ilusión del yo, bien sea un yo personal o un yo colectivo, que se sostiene por sus diferencias hacia un otro u otros. Una forma muy tangible de reconocer el odio en nuestros tiempos, es en todo el belicismo que permea desde nuestro lenguaje hasta nuestras acciones, haciéndose muy manifiesto en toda la estructura militarista dedicada al exterminio de aquello que es diferente, pasando por alto que al destruir al otro, estamos destruyendo también una parte de nosotros mismos.


El tercer veneno, la ignorancia, parte del desconocimiento de lo que somos, y se hace manifiesto cuando caemos en la confusión y el engaño, cuando nos identificamos con aquello que nos limita. Es la ignorancia la que nos lleva a la ilusión de la separación, la que alimenta los actos autodestructivos y la que nubla nuestro discernimiento. En nuestros tiempos ésta ya no es sólo una ignorancia de nuestra naturaleza más íntima, sino que hemos caído en la confusión propia de la realidad, y los medios de comunicación y las plataformas virtuales de información al servicio de las corporaciones se han convertido en los grandes promotores de toda esta ignorancia colectiva, vendiéndonos cada vez más narrativas de ambición y más motivos para odiar lo diferente, con la cual reinician y potencian la acción de los otros venenos.


Si la gran proeza propuesta por el Budha era liberarnos de estos venenos en nuestra vida diaria, nuestro reto actual va más allá de la mera acción individual, porque hoy en día resulta importante plantarle cara a sus evoluciones colectivas: el consumismo, el militarismo, y la confusión mediática, para ello la tradición enseña aprender a incorporar los tres grandes antídotos: la generosidad que nos permite abrir las manos para dejar de acaparar y empezar a compartir; la benevolencia que nos conduce a aspirar siempre lo mejor para la vida de todos, en especial aquellos que son diferentes a nosotros; y la sabiduría que nos permite discernir con claridad entre lo real y lo ilusorio. Pero más allá de estos, la medicina más poderosa contra estos venenos siempre será el despertar a la realidad de la interexistencia, porque en ella podemos desvanecen todos los velos de la separación, comprendiendo que lo que somos es mucho más que aquello que queremos, repudiamos, o desconocemos.


Sembrado por Esteban Augusto (junio 2025)

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Hace años, todas las panaderías que visitaba servían sus productos en cestas, y había una gran cantidad de artesanos que derivaban su vida y su sustento de producirlas, pero desde hace algún tiempo las prohibieron, argumentando razones de salubridad. Con ello los recipientes pasaron a ser de plástico, y todos aquellos artesanos tuvieron que encontrar otras formas de sobrevivir. Muchos agradecieron por pensar en la salud de los humanos, pero casi nadie se preguntó por el impacto que tendría este tipo de cambio a la salud del planeta, de hecho hasta argumentaban que era mucho más ecológico dejar de cortar bejucos y trenzarnos, viendo que el plástico era mucho más barato, aséptico y fácil de producir.

Con el paso de unas cuantas décadas, el oficio de cestero, y las cestas en sí mismas quedaron casi que en vía de extinción, y ahí es donde unos cuantos sujetos, vieron la oportunidad de explotar la necesidad y hacer de las cestas un articulo de lujo, artesanías hechas a mano por personajes exóticos, vendidas a precios exorbitantes, y empleadas en lugares exclusivos, y a quienes las hacían se les pagaba solamente como un favor por no dejarlos morir de hambre, hasta que aquellos explotadores de oportunidades lograron aprender el oficio de trenzar el mimbre, para así quedarse incluso con las ganancias de los artesanos y contar con el monopolio de su producción, elevando mucho más los precios y con ello sus ganancias.

Pero este no es un caso curioso y aislado, porque si ampliamos el espectro de nuestra visión, podemos ver que ese mismo patrón se repite constantemente en un montón de oficios y de modos de vida, es un patrón de despojo y apropiación, mediante el cual desvalorizan algo tildándolo de paupérrimo, poco saludable, improductivo, entre otras denominaciones, para luego coaptarlo y empezar a ofrecerlo como un marcador de abolengo y estatus, y así algo que era común y cotidiano termina siendo casi que inalcanzable incluso para quienes se dedicaban a ello.

Para revisar el patrón, nos es sino explorar unos cuantos ejemplos. Con una dinámica muy parecida están la herbolaria y la partería, eran oficios muy valorados antaño, antes todos nacíamos en casa y nos curábamos usando plantas, pero luego dedicaron a denigrar de estos saberes, a tildarlos de poco efectivos, de riesgosos, incluso de brujerías, y prohibiendo su práctica fueron desmontándolos, pero ahora que han accedido a las patentes y las regulaciones reviven en forma de costosos cursos y procedimientos accesibles sólo para unos cuantos.

El vivir en el campo, y el tener tiempo libre, pasaron por algo parecido. La ruralidad la convirtieron en sinónimo de decadencia, y tener tiempo libre en improductividad, así sacaron a mucha gente del campo, quitándoles las tierras, y dándoles a cambio la esperanza de una vida más próspera en las urbes. Y al ocio que antes era disfrute lo volvieron algo a evitar, llenándole así la agenda a las personas, para librarles del mal de andar desocupados. Y ahora los pocos que tienen tiempo libre para estar en el campo son aquellos que habitan en una burbuja de privilegios.

A algunas formas de relacionarse con la vida, como el budismo y el estoicismo, les pasó algo parecido, las atacaron desde múltiples ángulos queriéndoles desmontar sus argumentos, tildándolos de anticuados y de desconectados de la realidad, hasta que pudieron crear sus propios productos con grandes rentabilidades y dedicados sólo para las elites, despojando a los antiguos prácticantes de la potestad para compartir lo que hacían, y según estas dinámicas, ahora los monjes así lleven toda la vida meditando, ya no meditan porque no han hecho el curso de no-se-cuántas horas certificado por no-se-qué institución internacional que se acabaron de inventar, y que existe porque lo avala una página en la internet, y se nos olvidó que el filósofo no es que el lee libros de de autores rimbonbantes y recita de memoria los grandes eruditos del pasado, sino el que vive de acuerdo a los principios de amor y la sabiduría.

Pero hay un giro más en la instalación de todo este patron, y es que lo que antes era un marcador de privilegio, para seguir produciendo ganancias debe abrir nuevos mercados, y ahí es donde comienzan a masificar todo esto, siempre y cuando sirva para perpetuar el mismo sistema. Entonces vuelven las cestas a los mercados, pero fabricadas al otro lado del océano, vuelve el tiempo libre pero en forma de tiempo para consumir o ser consumido por las pantallas, se induce a la gente a meditar pero para que sea más productiva, o se le incita a que adopte los principios de estoicismo para que acepte sin cuestionar todo lo que le están haciendo tragar. y es curioso ver como en estos últimos, lograron hacer de la aspiración a al liberación una forma más de esclavitud.

¿y ahora?

¿será muy exagerado esto que estoy diciendo?
O
¿será una visión que no estamos dispuestos a aceptar, porque de alguna manera u otra somos parte de los que replicamos este patrón?

Sembrado por Esteban Augusto (mayo del 2025)

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