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SEMILLERO DE YOGA

 



“Muchas veces les he oído hablar de aquel que comete un crimen como si no fuera uno de ustedes, sino un desconocido y un intruso en su mundo.Pero yo les digo que así como el más santo y más justo no puede subir más allá de lo más elevado que existe en ustedes, tampoco el más malvado y el mas débil pueden caer más abajo que lo más bajo que existe en ustedes. Y así como una la hoja de un árbol no se marchita sin el conocimiento silencioso de todo el árbol, también el que hace el mal, no puede hacerlo sin la voluntad oculta de todos ustedes”


Para estos días de querer buscar culpables vale la pena recordar las palabras que Khalil Gibran puso en el El Profeta a la hora de hablar sobre el crimen y el castigo.


Considerando que de alguna u otra manera todos somos cómplices, culpables, víctimas, verdugos, en formas que ni imaginamos, pero por triste que pueda parecer esto de reconocer que todos estamos igualmente heridos y que somos igualmente frágiles, ahí esta la llave para salir de esta situación, ya que al reconocerlo, podemos darle el lugar a la vulnerabilidad y con ella a la esperanza, porque del aprender a escucharnos y a perdonarnos desde nuestra vulnerabilidad es que podemos reconstruir vínculos amorosos que sean la base para una humanidad más justa y más armónica.


Sembrado por Esteban Augusto (Mayo 2021)
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Serpiente con la que compartimos un sendero en Isla Gorgona 2018.


Sin darnos cuenta, a lo largo de la vida hemos ido acumulando contenidos, como emociones, juicios pensamientos, comparaciones, ideologizaciones y demás, que con el tiempo de no ser tramitados ni gestionados se van convirtiendo en venenos, que guardan un profundo potencial de causar sufrimiento.

A veces no sabemos de donde viene ese veneno, porque nos cuesta aceptar y asumir muchas cosas de nuestro pasado y de nuestras decisiones. Cuando nos damos cuenta que lo tenemos adentro, y nuestra respuesta primaria es buscar formas de librarnos de él, escupiéndolo a diestra y siniestra con nuestras palabras y nuestras actitudes.

Si bien sacarnos ese veneno del sistema es algo que nos aligera, para evitar terminar intoxicados por él, es fundamental considerar a quién le estamos tirando ese veneno, porque usualmente, lo que pasa, es que quien lo recibe, lo absorbe, y luego va a estar encartado buscado sacárselo, buscando con quien desquitarse por lo que recibió. Creando con ello una cadena de envenenamiento, en donde todos nos la pasamos escupiendo nuestros venenos sobre los otros, generando un ciclo casi interminable de reacciones destructivas.

Esta cadena de envenenamiento, que es la forma en la que solemos relacionarnos, funciona de la misma forma que una explosión nuclear, en la cual un pequeño electrón (una palabra o una actitud cargada con nuestro veneno) irradiado hacia otros átomos (dirigido hacia otras personas) lleva a que cada átomo se desestabilice y termine afectando a los demás, detonado una reacción en cadena en donde todos somos partícipes de nuestra propia destrucción.

Para evitar esa irradiación venenosa, tenemos dos herramientas, la primera es hacer “detonaciones controladas” es decir sacarnos el veneno, porque definitivamente es mejor el veneno afuera que dentro, y así aligerarnos de todas esas cargas internas, pero sin envenenar a otros, cortando el ciclo y dejando de producir más víctimas al veneno que luego quieran desquitarse con otros.

Y la otra estrategia es aprender a convertir el veneno en medicina, y esto se hace con la alquimia de autoconocimiento, aprendiendo a sublimar todos estos contenidos internos y ponernos a disposición de la sanación propia y colectiva. Algo así como tomar el rencor, la culpa o el miedo que envenenan, y transformarlos en cariño, dulzura y confianza que tienen el potencial de sanar. Y tras esta transformación se tiene el mismo potencial de producir una explosión nuclear, generando un efecto en cadena pero ahora con carga medicinal.

Se imaginan un mundo en donde todos sepamos sacarnos el veneno sin herir a otros, en donde nos dediquemos a cortar los ciclos de envenenamiento colectivo que hemos alimentado durante generaciones, en donde podamos convertir esos venenos en medicina, y en donde podamos hacer una irradiación a gran escala de cariño, dulzura, confianza y amor. 


Sembrado por Esteban Augusto (Mayo 2021)

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Desde pequeños nos han enseñado a agarrar, a aferrarnos, a cerrar nuestros puños pretendiendo abarcar lo que más podamos en nuestras manos, y nos hemos acostumbrados a medir a los demás y a ser medidos por aquello a lo que nos aferramos y consideramos nuestro.

Ese afán de posesión nos ha conducido a creernos dueños de un pedazo de tierra que llamamos patria, un conjunto de ladrillos que llamamos casa, incluso de otras personas a las que les damos el título de “mías” como mi madre, mi hija, mi esposo, mi hermano, etc. Es más, también nos aferramos a las ideas y las creencias, considerándolas como nuestras y nos identificamos con ellas a tal punto que armamos bandos con aquellos que tienen creencias similares a las propias, y nos dedicamos a discutir (si no a aniquilar) a todos aquellos que piensen diferente.

Ese acto de cerrar las manos para atesorar cosas, personas e ideas, ha sido el eje central de la educación que recibimos. Aunque hoy en día se hace más evidente la inconformidad social y nos cuestionamos la forma en la que vivimos, solemos quedarnos solamente en los síntomas externos más evidentes como la injusticia, la desigualdad, la corrupción, la falta de oportunidades, pero no somos capaces de cuestionar a fondo o de proponer soluciones reales a la raíz de la enfermedad, que podría ser esa educación basada en el individualismo y el atesoramiento. Y todos sabemos lo que pasa cuando un tratamiento se queda sólo pretendiendo contrarrestar los síntomas y no hace nada para ir a la raíz de la enfermedad.

Por eso es que soy más amigo de proponer una revolución en la cual aprendamos a abrir las manos, y nos libremos del querer relacionarnos y medirnos por lo que tenemos, y empezamos a reconocernos por lo que somos. Porque cuando nos damos la posibilidad de abrir nuestras manos y nos despojamos del sentido de posesión sobre las cosas, las personas o las ideas podemos reencontrarnos con lo que somos, y restablecer nuestra relación con el Ser debe ser el eje central de la revolución educativa de nuestros tiempos.

Sembrado por Esteban Augusto (Mayo 2021)

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La respiración es el eje de la vida, y en ella se encuentran gruadadas muchas claves para llevar una vida con sabiduría y propósito. Cada una de sus fases, inhalar, retener, exhalar y contener, tienen muchas cosas para enseñarnos, y la práctica de yoga ofrece una multitud de herramientas para conectarnos con toda esta sabiduría.




El camino comienza con aprender a hacernos conscientes de que respiramos, a romper los patrones automáticos y mécanicos de la respiración, para con ello aprender también a romper los patrones mecánicos y automáticos de nuestra forma de pensar, de actuar y de vivir. Con el cultivo de esta facultad, luego se practican múltiples ejercicios que ayudan a expandir al inhalación, a regular la exhalación, y a habitar la retención y la contención.


Aunque pareciera que todas estas técnicas son muy artificiales, su propósito es aprender a renaturalizar nuestra respiración, y con ello renaturalizar nuestra propia vida. Por esto es que después de jornadas completas de ampliar el tiempo y el espacio de cada una de nuestras respiraciones luego, simplemente nos dedicamos a la respiración espontánea, aquella en la que pereciera que el flujo respiratorio se suspende, y junto él se suspende también todo el ruido mental experimentando un estado de total presencia.



Acá un breve video para integrar todos estos elementos




Sembrado por Esteban Augusto (Mayo 2021)

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Sembrando árboles, Cerro El Capiro, 2021 

Así como el una semilla, por diminuta que sea, guarda en su interior la sabiduría para ser un árbol, incluso para saber diferenciar entre ser un árbol de tal o cual variedad. Así también cada una de nuestras células guarda la sabiduría para saber cual es su función como parte de un todo mayor, y a la vez conserva la sabiduría para restablecer su estado de balance que se expresa mediante la salud. De esta misma manera, en cada uno de nosotros está la sabiduría para recordar nuestro lugar y propósito en el mundo.

Pero por la artificialidad del mundo que hemos construido, es que nos hemos desconectado de esa sabiduría, y nos pasa como a las semillas que sobre el asfalto son incapaces de crecer.

Esa artificialidad de la civilización actual, es la que hace que a las células de nuestro cuerpo les cueste restablecer su estado natural dando pie a la enfermedad, y que nosotros nos sintamos embotados e incapaces de desplegar todo nuestro potencial y nos sintamos embarcados en una vida sin sentido.

Pero así como la semilla simplemente necesita ser reubicada del asfalto hacia la tierra fértil para poder medrar, y nuestro cuerpo necesita recuperar un ambiente óptimo para que todas sus células puedan prosperar. Nosotros mismos necesitamos retornar a esos ambientes y prácticas que nos renaturalicen para recargarnos y reconectarnos con esa sabiduría interior que guía nuestro florecimiento humano.

Para algunos bastará con caminar en un bosque, sembrar un árbol, disfrutar de un charco, o deleitarse con una puesta de sol. Pero otros, quizás más intoxicados de esa artificialidad necesitaremos procesos más extensos y profundos para sintonizarnos con esa sabiduría interior, y encontrar aquel lugar desde el cual podamos dedicarnos a compartir nuestros mejores frutos.

Tal y como un árbol para poder proyectarse hacia el cielo, debe primero enraizarse en la tierra, nosotros para reconectarnos con lo Infinito de la Vida, primero debemos aprender a reestablecer nuestro estado natural.

“Para volver al Padre/Espíritu, primero hay que pasar a través de la Madre/Naturaleza”


Sembrado por Esteban Augusto (Mayo 2021)

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Mi padre solía decir que aunque tuviéramos teléfonos, televisores y tarjetas de crédito, como humanidad, seguimos siendo los mismos cavernícolas de siempre.

Pareciera ser que lo único que hemos hecho con todos estos años, ha sido potenciar las formas en que podemos hacernos daño, en que podemos ser crueles con nuestros semejantes, en que podemos creernos dueños de la naturaleza, en que podemos acercarnos al umbral de la autodestrucción. Al parecer seguimos siendo los mismo cavernícolas, pero con la capacidad de estallar arsenales nucleares frente a las reacciones más primarias, o en una escala más local, a “solucionar” nuestros conflictos a punta de guarapazos y garrotazos.

Puede que aún no sea el tiempo para que comprendamos que somos mucho más que los odios heredados, que las venganzas acumuladas, que el individualismo pisoteador, y de hecho, puede que nunca sea ese tiempo, pero mientras tanto me prometí dedicar cada una de mis respiraciones a sumar para que dejemos de ser tan “cavernícolas” (con total respeto por ellos, paz en sus tumbas) y nos acerquemos a ser más humanos.

Sembrado por Esteban Augusto (Mayo 2021)

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y

Ilustración realizada por Felipe Campuzano para la edición final de la tesis de maestría.


Yoga puede entenderse como el método para alcanzar el estado de unión, pero también como el resultado de un proceso de unificación que ocurre en diferentes niveles. El primero, tiene que ver con la unificación de tres facultades humanas que son: hacer, sentir y pensar. Cada una de estas sirve de base para diferentes modalidades de Yoga conocidas como el Karma, el Bhakti y el Jñana, las cuales proponen refinar la actitud sobre lo que se hace (Karma), aprender a percibir lo sagrado de cada vínculo (Bhakti), y dedicar cada pensamiento al autoconocimiento (Jñana). Cada una es un punto de partida, y aunque parezcan diferentes, se conjugan para entrelazarse con el propósito de permear cada acto de nuestra vida. 


Un segundo nivel de unificación implica la integración de las denominadas Koshas, o envolturas, que pueden verse como cada uno de los componentes que tenemos como seres humanos, las cuales son: Anna Maya Kosha, Prana Maya Kosha, Manu Maya Kosha, Vijñana Maya Kosha y Ananda Maya Kosha. Las palabras maya kosha pueden traducirse como “envoltura o proyección hecha de” y el significado de cada una, en orden respectivo, sería: alimento, energía, mente sensitiva, intelecto, presencia o conciencia. Cada una de estas se considera una puerta de entrada a la práctica de Yoga, tal como lo expondremos más adelante. 


La integración de estas envolturas comienza desde un proceso de armonización que incluye diferentes técnicas para cada una de ellas. Lo cual se hace más entendible tomando los cinco componentes centrales del camino de los ocho pasos (Ashtanga) propuestos en el Raja Yoga de Patanjali, que se equiparan a los trabajos con cada una de estas envolturas: lo físico (Anna) con las posturas (Asanas); lo energético (Prana) con las técnicas de cultivo de la respiración (Pranayama); lo sensitivo (Manu) con las técnicas de introspección sensorial.(Pratyahara); lo intelectivo (Vjnana) con los ejercicios de concentración (Dharana); la presencia (Ananda) con la meditación (Dhyana). Por lo que podría decirse que vivir desde el Yoga implica que todas estas estructuras estén en armonía y en la misma direccionalidad. 


Ahora bien, este proceso de armonización y unificación de las cinco envolturas, cumple un papel de preparación para poder percibir el Ser interior que las subyace y al cual envuelven, denominado Atman o Purusha, y trascender la barrera de lo subjetivo y lo objetivo mediante la técnica del Samadhi. De esta forma, se completaría un tercer nivel de integralidad, que implica unir el pequeño yo, conocido como el ego y entendido como el sentido de individualidad, con el gran Yo o Ser. Todo esto para realizar el cuarto nivel de unión, que es con toda la existencia, es decir que el Ser se da cuenta de que es parte de algo más grande que sí mismo, y se compromete con el entorno de la práctica de Yoga.  





Sembrado por Esteban Augusto (Fragmento de la Tesis de maestría "El cultivo del saber (trans)formador de la práctica y la enseñanza de Yoga: La Diplomatura de Yoga en Medellín" )


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“Desvanecidos los velos de luz y sombra, esfumado todo vapor de tristeza, dispersas las auroras de las efímeras alegrías, disuelto el sombrío espejismo sensorial.

Amor y odio, salud y enfermedad, vida y muerte, sombras falsas en la pantalla de la dualidad, perecieron.

Acallada ha quedado la tormenta de la ilusión, por la varita mágica de la honda intuición.

Presente, pasado y futuro no son ya para mí; sólo el siempre presente Yo, que todo lo abarca: Yo en todo.

Planetas, estrellas, polvo de estrellas, la Tierra, erupciones volcánicas de cataclismos finales, la hornaza donde se forja la creación, glaciares silenciosos de rayos x, inundación de ardientes electrones, pensamientos de todos los hombres, pasados, presentes y venideros, cada hoja de hierba, yo mismo, la humanidad, toda partícula de polvo universal, ira, codicia, bien y mal, salvación y lujuria, todo lo transmuté, todo lo asimilé en el basto océano de la sangre de mi propio y único Ser.
Humeantes rescoldos de gozo, avivados por la meditación, que cegaban mis llorosos ojos, ardieron en llamas inmortales de dicha, consumieron mis lágrimas, mi cuerpo, mi todo.

Tú eres yo, yo soy Tú.

Cognoscente, Conocedor y Conocido, ¡todo Uno!

Apacible, inalterable emoción, eternamente viviente, paz siempre renovada, gozo más allá de toda expectación imaginada, es la ¡bienaventuranza del samadhi!
No un inconsciente estado o anestesia mental sin regreso voluntario, el samadhi extiende mi reino consciente más allá de los límites de mi ser mortal hacia el más lejano confín de la eternidad, en donde Yo, el Mar Cósmico, contemplo al pequeño ego flotando en Mí.

Los móviles murmullos de los átomos resultan audibles; la oscura tierra, las montañas y los valles ¡se licuan! ¡Fluyentes océanos tórnanse vapores de nebulosas! OM sopla sobre los vapores, abriendo prodigiosamente sus velos, los océanos aparecen revelados en luminosos electrones, hasta que al fin el sonido del tambor cósmico desvanece las materiales luces en eternos rayos de omnipresente bienaventuranza.

Del gozo vine, por el gozo vivo, y en le sagrado gozo fundo mi ser.

Océano de la mente, bebo todas las olas de la creación. Los cuatro velos de sólidos, líquidos, vapores y luz se elevan libres.

Yo, presente en todo, entro en el Grandioso Yo.

Partieron para siempre las ágiles y cintilantes sombras de la mortal memoria; mi cielo mental está totalmente despejado: abajo, adelante y muy en lo alto; la Eternidad y yo, un solo rayo unidos somos. Yo, una pequeña burbuja de risa, me he convertido en el mismo Mar de la Dicha”

Sembrado por Yogananda (Tomado del libro, autobiografía de un yogi)

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Este capítulo de la Gita comienza revelándonos el poder que se esconde en el desarrollo de la sabiduría intuitiva, “la reina de las ciencias, el secreto regio, el purificador inigualable, la experiencia directa de la verdad”, que finalmente es la meta suprema del ser humano y que nos lleva a la reconexión con lo divino, con el propio Ser.


Es importante comprender que la palabra regio se refiere a real (de la realeza), por lo que la

invitación es a poner al verdadero gobernante en el trono, darle el lugar que le corresponde al Espíritu.


Por otro lado, en este capítulo se hace una distinción entre el sabio y el ignorante desde la negación o la rendición/aceptación del Supremo. Nos muestra también cómo aprender a percibir a lo supremo en lo múltiple, verlo en todas las cosas para luego aprender a verlo en lo unitario.


Esto lo podemos ver ejemplificado en los cientos de dioses de la India, quiénes son solo una excusa para ver a Dios en las múltiples manifestaciones de la vida, son solo una posibilidad para reconectarnos con eso divino presente en todo.


De igual forma en este apartado del texto se nos habla una vez más de la ofrenda, del accionar desinteresadamente y por un propósito mayor a nosotros mismos. Es una invitación a que cada acción, por común o sencilla que parezca, incluso el mero acto de respirar, puede ser ejecutada como una ofrenda.


De este capítulo llama especialmente la atención el verso 30 que dice: 

“Incluso un malhechor consumado que se aparta de todo para adorarme exclusivamente a Mí puede contarse entre los hombres buenos a causa de su virtuosa resolución” 

¿Qué razón tiene entonces ser bueno? ¿Dónde está el sentido de justicia? ¿Si obro mal y me arrepiento tengo la “salvación” asegurada? ¿Quién determina qué es bueno y malo? Son muchas las enseñanzas y a la vez inquietudes que se suscitan al adentrarnos en estas palabras.


Podríamos relacionarlas con la parábola del hijo pródigo que nos recuerda que siempre podemos volver al “Padre”, siempre tenemos la posibilidad de cambiar, arrepentirnos, aprender y ser aceptados.


Arrepentirse implica morir a eso que se hizo, dejar de estar atado a las acciones del pasado, reconocer que ya no tengo que ser eso que siempre creí que era, o que siempre me dijeron que era. Solo cuando se aprende a morir a lo que se fue, se puede reencontrar con aquello que sí se es.


También recordarnos que justicia, bien y mal, son términos del campo mental, que el mal siempre va a existir para dignificar el bien y que, como dice Siddharta en la novela de Hermann Hesse: “jamás un hombre o un hecho es del todo samsara o del todo nirvana, nunca un ser es completamente santo o pecador”. Entender que todos estamos en un camino y que obramos de acuerdo a nuestra propia realidad y contexto.


Hacemos el bien no por esperar el cielo o un premio, sino porque genuinamente sentimos que es la mejor elección, es lo más inteligente, es el mundo en el que queremos vivir, es una invitación a ver la vida como que todo importa y a mantenernos en el camino de la coherencia.


El enfoque no debe estar tanto en lo que se hace o no se hace sino en cuestionarnos constantemente al servicio de qué o de quién están esos actos.


Sembrado por Estefanía García (Encuentros abril 2021)





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En este capítulo, las preguntas de Arjuna van hacia lo místico: ¿Qué es eso que llaman el absoluto? ¿Qué es lo divino, lo supremo? Lo que está más allá. ¿Qué pasa cuando el yogui muere? ¿Cómo retornar hacia el absoluto?


Krishna, resuelve sus inquietudes explicando a Arjuna cuál es la técnica para acercarse al absoluto y la importancia de practicarla durante la vida, para que al momento de la muerte sea un proceso por defecto. Le explica cuál es el sendero de la liberación y el sendero del renacimiento.

El capítulo invita a tener sentido en todos los momentos de la vida, a vivir pequeñas y grandes muertes con la conciencia de lo Supremo, enfocado en Él, confiando en que la vida premia el esfuerzo personal, la disciplina y la voluntad. Nos invita a tener la decisión constante de conectarnos con las sutilezas y con todo como divino en la vida: devoción a las personas, la divinidad representada en todo lo que nos rodea.

Empieza definiendo las 3 dimensiones del cosmos:
Adybutha: butha = denso, lo físico
Adydayva: dayva = lo divino, la divinidad. Lo astral, fundamento de lo divino, Tiene el germen de lo supremo
Adyyajna: yajna= Lo causal, el origen de las cosas. Sacrificio, el fuego ceremonial. La causa central, es un sacrificio como la posibilidad de ofrendar algo, de salir de algo para aspirar a algo.

Todo origen parte de una acción y toda acción es sacrificio, es un karma. La muerte es la causa que permite el origen de la vida.

La experiencia del Yogui en el momento de la muerte:

“Alcanza al Supremo Señor resplandeciente, ¡oh Partha (Arjuna), aquel cuya mente, estabilizada por el yoga permanece inamovible con el pensamiento fijo en Él”

¿Quién alcanza el Supremo?

- El que ha desarrollado amor, el que aprende a amar, aquel que tiene la capacidad de crear vínculo con todo
- El que ha estabilizado su mente, dejó de sucumbir a los patrones reactivos: calificar, comparar, juzgar, calificar. El que controla la oscilación mental que tenemos por defecto los seres humanos
- El que desarrolla el poder del yoga, la capacidad de concentración, de enfocar la mente, de darle una dirección

¿Quién las desarrolla?

Se tiende a pensar que este camino invita a trascender lo humano, pero es precisamente aquel que decide ser más humano, quien desarrolla estas habilidades. La forma humana por defecto nos lleva a ser individualistas: a vivir en el YO, por esa razón no creamos vínculos desde el amor, somos reactivos y dejamos a nuestra mente pasar de un pensamiento a otro sin poder enfocarla.

¿Qué implica prepararse para morir para que la muerte sea realmente un camino para la liberación?


Implica desarrollar nuestras habilidades verdaderamente humanas: la habilidad de no reaccionar, de enfocarnos y de amar. Prepararse para morir, implica practicar durante la vida para construir un patrón que quede instalado en el sistema. Al vivir las pequeñas muertes desde el amor, sin reaccionar y enfocados, conscientes, nos estamos preparando para que al momento de morir, ese, en el que el YO lucha por no desvanecerse, tengamos la preparación suficiente para mantenernos enfocados en Él, en el Supremo.


Enfrentarnos al momento de la muerte sin esa preparación, sucumbimos al YO, dejamos este plano en la lucha, lo que marcará nuestra siguiente existencia. Esa marcación sucede también en las pequeñas muertes, donde asumimos las consecuencias de nuestras reacciones, de actuar desde la falta de amor y de perder el enfoque y la posibilidad de haber mantenido la ecuanimidad asumiendo esa muerte sin resistirnos a ella.


Krishna le explica a Arjuna el proceso:

1. Cerrar las 9 puertas, los sentidos y los órganos de la acción. 

Son puertas que nos permiten movernos en el mundo. Los sentidos abren el camino a la calificación, a la comparación y al juicio. Nuestros sentidos son puertas que se abren solas, es su función. Aprender a ser conscientes y no reaccionar, es tener la llave y usarlas cuando se necesita, no dejarlas que se abran a voluntad, lo que evidencia el mecanismo de la inercia de la vida.

2. Confinar la mente en el corazón. 

Todas las tradiciones buscan la sintonía de los procesos neuronales de los diferentes órganos y sintonizarlas en el corazón. Eso recibe el nombre Coherencia Cardiaca. Confinar la mente en el corazón, es la facultad de desarrollar la concentración, en esas regiones, hay ciertos puntos que pueden considerarse místicos, pero que tienen una explicación desde lo orgánico que permiten que la conciencia se estabilice.

3. Fijar la fuerza vital en el trikuti, en el centro de la frente. 

Tiene que ver con el proceso de direccionar la fuerza vital, al punto de conjunción, donde se unen los dos canales, así se cierran las puertas de los sentidos, propiciando el ascenso de la energía en el cuerpo, ese punto es el tercer ojo.

4. Establecerse en el OM. 

En la resonancia del OM, en el vacío, en el silencio que está presente en el corazón.

Estos cutro elementos son a los que nos lleva toda la práctica de Yoga, de la Meditación Yóguica.

Todas las técnicas apuntan a esos cuatro elementos. Prácticas como la visualización, mantras, pranayamas, etc. son técnicas nos permiten acercarnos a este proceso.

¿Qué pasa con quienes no tienen esa preparación, que pasa al momento de morir?


Depende de qué aspira cada humano, si no desea quedarse en lo ordinario de la vida empieza a buscar alternativas, empieza a tomar conciencia. La mayoría de los seres humanos no encuentran el camino de los cuatro pasos y la inercia de la vida los consume y así mismo la muerte. De ahí la afirmación que la vida premia el esfuerzo, la voluntad y la disciplina.

¿No se liberan los que no meditan? ¿Los que no cantan mantras? ¿No se liberan los que no hacen ciertas prácticas?

Entender la muerte en el Gita, es darle sentido a la muerte como parte de la vida, a cada instante morimos. Morir no es el antónimo de vivir, no es lo opuesto. Es una parte del ciclo para alcanzar lo Supremo.

Los ciclos de la creación cósmica

“Una y otra vez, ¡Oh, hijo de Pritha (Arjuna)! la misma multitud de hombres renace irremediablemente. Su serie de encarnaciones concluye con el advenimiento de la Noche y comienza con el nuevo amanecer del Día”.

Algunas prácticas utilizan el sentido de los reinos (Lokas), y del sentido de los tiempos (Yugas), eras, periodos de tiempo. Cada divinidad (atma) tiene un territorio, un mundo distinto.


Las yugas o eras, como las constelaciones en el universo, están regidas por los movimientos elípticos, en estos ciclos (Yugas), hay momentos en que la distancia del centro es mayor, más distantes de la luz, hay yugas en que estamos más cerca del sol central, hay más sensibilidad al espíritu, más posibilidad de despertar.


Los procesos en el cosmos en su ciclo constante de girar (expansión y contracción, “Día” y “Noche”) vuelven al origen, la evolución de la consciencia vuelve también al absoluto, vuelve conscientemente cuando el Ser ha desarrollado las cualidades ya descritas, ese proceso de camino a lo sutil, es el proceso de renacer para transitar por los reinos.

Es un circuito que está sucediendo siempre. Cada inhalación tiene una dimensión física que es hacia abajo y una dimensión energética que es hacia arriba, y cada exhalación tiene una dimensión física que es hacia arriba y una energética que es hacia abajo, está en función de los chacras de los nadhis.

Así como en las constelaciones, el cielo se divide en 12, el ser humano está dividido en 12: los 6 centros energéticos desde el ajna hacia abajo, el circuito energético se realiza en movimiento descendente en los 6 chacras por un lado y en movimiento ascendente por los 6 chacras por el otro.

Estos ciclos se repiten en el microcosmos y en lo macrocosmos, así como en el ser humano, una respiración es un ciclo ascendente y descendente, un año es un ciclo ascendente y descendente, una vida humana va en camino descendente cuando está en función de la materia o subiendo cuando va en camino al espíritu. Son 2 caminos el de la luz y las tinieblas, los que forman parte del ciclo.

¿Quién renace?

El que muere en la fase descendente, equinoccio meridional, del humo, de la luna. La inercia nos lleva hacia la materia.


¿Quién se libera?

El que va en la fase ascendente, equinoccio septentrional. Es el camino de retorno al absoluto. En el cuarto de luna creciente, de la luz.


¿Qué implica desarrollar estos cuatro elementos?

Significa activar el circuito ascendente. Sintonizarse en ese fluir, con la práctica. Significa que al momento de la muerte podemos entrar en el ciclo ascendente que permite reconectarse con la fuente y no quedarse anclado a los patrones de dispersión, individualidad y reacción.


Sembrado por Claudia Lopez y Esteban Augusto (Encuentros abril 2021)


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Después de tres días de ayuno confirmamos que no solo nos nutrimos de la comida, sino que hay muchas formas de alimentarnos. Experimentamos aquello que quizás algunos hemos escuchado, de que no solo nos nutrimos por la boca, sino también por los ojos, los oídos y el tacto. 

Nos dimos cuenta que podemos recargarnos mirando el sol en la mañana, y recibiendo sus primeros rayos, caminando descalzos en la manga y sobretodo, respirando. 

Esto tal vez se haga más comprensible; pero lo más sorprendente fue vivenciar como podemos nutrirnos unos a otros. Cómo una persona puede recargarnos con una mirada, con una sonrisa, con un abrazo, con un masaje. 

Esto nos llevó a reflexionar sobre cómo estamos sirviendo de alimento para los demás en nuestra vida cotidiana. Comprender esto se convierte en una invitación a procurar aportar y no quitar, a no cargar a los demás con nuestros miedos, o con nuestra rabia. A preguntarnos y reflexionar por las acciones, las palabras que usamos cada día, para así, sumarnos a nutrir, y evitar cargar a los demás.

Además de comprender lo que nos nutre, el ayuno nos permitió también experimentar como algunas emociones y pensamientos reducen el presupuesto de energía con el que cuenta nuestro cuerpo. Mantener la atención en la respiración y en las sensaciones del cuerpo, evitar reaccionar a la sensación de hambre o de sed, al dolor de estar sentados o de estar haciendo una postura de yoga, nos permitió comprender la cantidad de energía que invierte nuestra mente normalmente, luchando, en fricción, pretendiendo que todo sea diferente. 

Finalmente, estar estos tres días ayunando en colectivo, fue una prueba más para demostrar el poder del tejido colectivo, en el que no hay jerarquía de poder y en el que todos asumen un rol y una responsabilidad, en el que se demuestra que es posible servir desinteresadamente, cooperar, respetarnos y entregarnos amor. Fue una prueba más para entender que al permitirnos estos espacios de silencio, de auto-obervación, de limpieza, de sanación, podemos servir más a la humanidad, pues si queremos aportar en algo, tenemos que estar en las mejores condiciones para ofrecer lo mejor que tenemos, para nutrir, en vez de seguir desnutriendo.


Sembrado por Isabel Jaramillo ( Ayuno Mayo 2021)

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“Ante todo debes saber que yo tengo dos aspectos, uno inferior y otro superior. Mi inferior es el reino de la naturaleza [prakriti] que, según la antigua sabiduría, se compone de ocho elementos básicos: la tierra, el agua, el aire, el fuego, el éter o espacio, la mente, el intelecto o mente superior [buddhi] y el ego”.

Ahora la conversación entre Arjuna y Krishna, que simbólicamente representan la alegoría del diálogo interno del ser humano, nos presentan los dos aspectos de la divinidad: Prakriti y Purusha o Jiva.

Prakriti, entendida como la manifestación de la naturaleza, está compuesta por los elementos y las gunas, que son sus estados.


“Toda la naturaleza, Arjuna, consta de tres cualidades [gunas]. La primera es la perfección [sattva], la segunda es la pasión activa [rajas], la tercera es la oscuridad, la indolencia, la inercia [tamas]. 


Estas tres gunas, pueden compararse con los tres colores primarios (amarillo, azul y rojo), que permiten crear diversas combinaciones o matices, así como es el ser en sí mismo: diverso.

En este sentido, todo en la naturaleza tiene una escala de los colores, todo lo que vemos es una combinación de cierta cantidad de estos. Ahora, todas estas mezclas y visiones se desprenden de una sola fuente: la luz blanca, que para esa analogía sería el Jiva.

Esta analogía funciona para aclarar y dar entendimiento a la distinción entre Prakriti y el Jiva, que es otro de los conceptos que se nos aclara en este relato.

En medio de esta gran variedad de colores, de formas en la naturaleza y diversidad en el ser humano, hay un algo que atestigua todo, y es el Jiva. Es el gran Ser, o el Atma. Es aquello que es inmutable, que está más allá de los elementos, la mente sensitiva, del sujeto o de la idea del que cree que percibe.

Hay algo que es autoconsciente, y este es el Jiva. Es otra manifestación más del absoluto, de lo infinito, y en su interior está la estructura finita, Prakriti.

Al comprender estas dos distinciones, logramos profundizar en otros conceptos que nos brindan los cimientos hacia el entendimiento del llegar a la consciencia: maya (ilusión) y la impermanencia.

“Quienes son incapaces de ver más allá del velo no pueden discriminar lo Real de lo no Real. Ajenos a la Realidad de su propia naturaleza superior, se sumergen en su naturaleza inferior y cometen malas acciones, las que los apartan de la Divinidad. Como no distinguen lo sagrado de lo que no lo es, no pueden ser devotos de Mí, de la Divinidad” 

Vivimos bajo la ilusión de la naturaleza, por lo tanto, el llamado es a traspasar esa barrera y recordarnos lo que somos, el llamado al camino del retorno. Hay formas finitas de lo divino, la apuesta es volver a lo infinito. Las gunas, como el concepto que sustenta Prakriti, permiten la naturaleza del cambio, que nos hablan de la polaridad y su balanceo constante.

Maya puede entenderse como ilusión o como proyección (algo que se proyecta de). Esta proyección tiene un origen, es decir, se proyecta desde algo. Lo que nos permite ver que todo lo que hay en la naturaleza es una proyección del espíritu, es decir, todo lo que hay es una proyección de la misma naturaleza.


De esta forma, la impermanencia, entendida como todo lo que cambia y se transforma o que aparece y desaparece, nos habla de un proceso de transformación. La idea que tenemos de nosotros mismos, nuestras estructuras de pensamiento, nuestras células y tejidos, todo esto que está en nuestro interior, así como lo que vemos en el interior, cambia, se transmuta. Ahora, ¿qué es lo que aparece y no desaparece? Es Jiva, el ser.

Al llevar el entendimiento a la diferenciación entre estos dos aspectos: Prakriti y Purusha o Jiva, nos damos cuenta que todo está vivo, que lo Supremo está en todo.


“¿Por qué, te preguntarás, la gente no comprende esta verdad profunda? Porque desde que nace es llevada a creer que el mundo que la rodea es “real”. Olvida su unidad con lo Divino y cae en atracciones y rechazos que dan origen a toda suerte de deseos, apegos y aversiones. (…) En cambio, quienes purifican sus actos dedicándolos a la Divinidad, son cada vez menos influidos por su hábitos y deseos. Paso a paso, superan su ser inferior y me adoran a Mí, el Uno inseparable” 


Sembrado por Alejandra Echavarría y Esteban Augusto (Encuentros Abril 2021)




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Un día te sientes abrumado porque el mundo está colapsando y sientes que no haces nada para salvarlo...

Pero un día te das cuenta que no eres el encargado de salvarlo, es un peso muy grande para recaer sobre una sola persona, y te dedicas a hacer lo único que puedes hacer, ser amoroso en todo lo que haces...

Y ese ser amoroso implica cultivarte a ti mismo, cuidar las palabras que dices, escuchar profundamente a todos con los que compartes, cuidar los vínculos que creas, ponerte en los zapatos de tus semejantes, tomar acciones para aligerar el sufrimiento... pero pareciera que el mundo sigue llendose al carajo y que lo que haces no es suficiente...

Pero un día sucede la magia, y te das cuenta que todos aquellos con los que compartiste el amor, mágicamente se han dedicado también a compartirlo, y ahí sonríes porque encuentras una pequeña esperanza que disipa las lágrimas...

Y comprendes que lo que puede salvar al mundo, no son unos cuantos sujetos en posiciones de liderazgo, sino el tejido humano colectivo, que se construye con los actos cotidianos y se potencia con el amor que irradiamos, y que la labor más poderosa, pero más simple que puedes hacer es reafirmar esa humanidad amorosa en todo lo que haces...

Los actos sencillos, simples y cotidianos cargados de amor, son la revolución silenciosa que está condenada al éxito.

Sembrado por Esteban Augusto (Compartido desde @estebananda.ea el 6 de mayo del 2021, en medio del paro nacional)
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